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La vida humana como realidad, y la lucha de creencias


Enviado por   •  10 de Septiembre de 2017  •  Ensayo  •  2.148 Palabras (9 Páginas)  •  242 Visitas

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El hombre, como ser humano, es un individuo singular. Cada uno de nosotros es único, somos un ser irrepetible por más parecido que tengamos con nuestros pares. Esto si lo pensamos, nos hace caer en una particular soledad, el hecho de que sea el único individuo como yo en el mundo, deja un rastro de soledad, ya que nadie conocerá realmente como es mi propia realidad, aquella íntima, aquella que las palabras no bastan para describir, aquella experiencia de vida que solo yo conozco y que difícilmente alguien pueda experimentar en primera persona. Esta realidad singular, es solitaria en este sentido.

La vida humana es una realidad extraña, de la cual lo primero que conviene decir es que es la realidad radical, en el sentido en que a ella tenemos que referir todas las demás, ya que las demás realidades, efectivas o presuntos, tienen de uno u otro modo que aparecer en ella. (Ortega y Gasset, 1995, p.1)

Si analizamos la cita anterior, podemos decir que la vida humana es una, simplemente una sola e irrepetible, que además es una realidad efectiva. Sabemos que existimos, que somos reales y singulares. Pero también tenemos de que es una realidad extraña, en el sentido de que nos es ajena; vivimos una vida que desconocemos, que no sabemos que nos deparará el futuro; incertidumbre, eso la convierte en extraña, en ajena, en desconocida.

Metafóricamente, la vida es como un escenario, la realidad en diferentes formas va apareciendo en cada escena, y de la misma manera se va; oportunidades, decisiones, personas, vivencias, etc. Y existen millones de escenarios repartidos por el mundo, cada uno diferente y peculiar en experiencias. Somos individuos insertos en una realidad colectiva, en el cual cada realidad propia y personal se entrecruza con otras, formando una red de interconexiones, en donde compartimos experiencias por medio de un lenguaje en común.

Como seres sociales, tenemos una realidad compartida, una realidad convencional y condicionada por nuestro lenguaje. Es este, el lenguaje, el que da nuestra concepción del mundo, en otras palabras, podemos hablar y conocer nuestra realidad compartida, nuestro mundo a través del lenguaje y sus limitaciones.

No podemos hablar de aquello que no podemos nombrar, y aquello que no podemos nombrar no lo podemos ver. Teniendo esto en cuenta, son las palabras de nuestro lenguaje las que hablan, las palabras dicen cosas, y no nosotros.

Esto supone un problema de limitaciones, especialmente en el ámbito de la regionalización del lenguaje. Por muy parecidos que nuestro mundo sea, un francés, un alemán, un chileno, un japonés; tienen conceptos diferentes del mundo, porque el lenguaje es diferente, condicionando una concepción del universo diferente, aunque parecida en cuanto a la realidad global. Pero esta barrera lingüista, se puede cruzar. Es increíble ver como buscamos enriquecer nuestras experiencias colectivas y personales con aquellos que poseen una concepción diferente del mundo, consiguiendo que cada escenario se conecte pese a las dificultades del lenguaje, compartiendo una realidad aún más grande.

Este lenguaje también, lo usamos para vivir la vida, la vida es un constante que hacer, y teniendo esto en cuenta, es inevitable no cuestionarse: ¿Cómo me gano la vida?, ¿Cuál será esa cuestión que haré para vivirla? Nosotros somos dueños de esta vida, por lo tanto, decidimos que hacer con ella. Citando nuevamente a Ortega y Gasset (1995): “La vida nos es dada, (…) nos encontramos en ella de pronto y sin saber cómo, Pero la vida que nos es dada no nos es dada hecha, sino que necesitamos hacérnosla nosotros, cada cual la suya.” (p.1). Para mantener nuestra existencia, debemos estar continuamente haciendo algo, este quehacer es decidido por cada cual, tomando continuas decisiones sobre qué hacer y qué no hacer. Nos arriesgamos en cada decisión que tomamos, porque al ser la vida dada sin ningún rumbo, es imposible saber si cada ruta que tomamos con respecto al quehacer, es correcta o no, o dejándonos la duda si debimos haber tomado otra oportunidad y haber hecho algo diferente. Esta duda siempre nos acompañara, preguntándonos continuamente, ¿qué habrá sido si hubiera elegido eso, en vez de esto otro? En lo personal, pocas veces me he arrepentido de las cosas que he hecho, porque encuentro que uno debe arrepentirse de las cosas que no hemos hecho; cada instante en el universo es único e irrepetible, por más que nos digamos que haré tal cosa mañana, no será lo mismo, porque la oportunidad ya estuvo y se fue, las oportunidades solo se presentan una vez y con múltiples decisiones que podemos escoger.

Para cada cosa que escogemos, hay una razón detrás, un sustrato, una motivación. Como individuos debemos estar ligados a creencias, estas son las que nos mueven, porque creemos en ellas, son funcionales y tenemos fe en ellas. Las creencias no son aquello que se piensa, es aquello que se hace.

Las creencias constituyen el estrato básico, el más profundo de la arquitectura de nuestra vida. Vivimos de ellas y, por lo mismo, no solemos pensar en ellas. Pensamos en lo que nos es más o menos cuestión, Por eso decimos que tenemos estas o las otras ideas; pero nuestras creencias, más que tenerlas, las somos. (Ortega y Gasset, 1995, p. 3)

Nuestras creencias simplemente funcionan, aparecen en nuestra mente y no necesitan ser procesadas de manera lógica, estando presentes incluso cuando no tenemos conciencia de ellas. Nuestro actuar ve reflejado nuestras creencias, un ejemplo muy sencillo para explicarlo, nos sentamos en una silla simplemente porque creemos que podemos hacerlo y tenemos fe de que la silla soportara nuestro peso, de que el acto de sentarse se concretara exitosamente, y simplemente procedemos a sentarnos, no razonamos acerca de ello. En el momento en que, por ejemplo, la silla se rompa, la próxima vez, posiblemente pensaremos antes de sentarnos, pero eso ya pasaría a formar parte de una idea, de una racionalización, porque hemos pasado a una fe inerte, que ya no funciona, y nos hace cuestionarnos de si la acción se concretará exitosamente.

Así como individuos y realidades subjetivas hay, también las creencias, cada una de forma particular y única. Lo lamentable es cuando estas creencias se tornan en acciones deplorables, criticando y no aceptando la singularidad del otro. Un ejemplo de esto, son las guerras políticas, en donde las creencias se extremaron llevando a actos irracionales. El holocausto es un buen ejemplo de esto, miles de personas asesinadas solo por el simple hecho

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