La águila Bicéfala
Enviado por garoultra7 • 8 de Diciembre de 2014 • 5.248 Palabras (21 Páginas) • 219 Visitas
El sueño de Berkeley
por Jonathan Alvarado Ramos
And God-appointed Berkeley that proved all things
a dream,
that this pragmatical, preposteorous pig of a world,
its farrow that so solid seem,
must vanish on the instant if the mind but change
its theme;
(Y.B. Yeats "The Winding Star")
En 1986 fui atrapado por la locura hasta que conocí la palabra de nuestro señor Jesucristo. Me había perdido en el vicio de la bebida y terminé viviendo en la calle, pero no me mire con desprecio, hermano; porque viva en los Barracones del Callao ¿Qué de bueno podría salir de Nazareth? Así dijeron de nuestro Señor Jesucristo en el evangelio de Juan 1:46. Pero, hermano no he subido para que me ofrezcas una moneda, sino para liberar tu corazón de la locura del pecado. Yo, César Salvatierra, soldado de Cristo, no pide la moneda porque Nuestro Señor en Mateo 22:21 dijo: “Dad lo del César, lo que es del César y dad a Dios lo que es de Dios”…
Berkeley Huamán sentado al lado de la ventana del micro observaba, apáticamente, como los primeros ambulantes recogían su mercadería. La avenida Venezuela llena de luces de neón retornaba a Berkeley Huamán hacia sus primeros experimentos escolares con electricidad de la Escuela Secundaria Politécnica de Trujillo. La artificialidad de la luz del foco decidió su vocación por la enseñanza de las ciencias naturales; la fascinación de que todo fenómeno derivase, exactamente, de alguna ley había atrapado al desgarbado muchacho en la búsqueda de manuales de Física en las librerías de viejo de Trujillo. No tardó en descubrir que todo parecía decantar en alguna afirmación totalizadora, en la palabra de un Dios, pero uno muy ajeno a los sermones dichos por el cura de su parroquia.
Entonces, Berkeley Huamán se sintió azorado y dijo lentamente a su acompañante que para la mayoría de personas todo lo que es familiar resulta explicable y nada difícil de comprender; y luego aseveró que estos por no necesitar evidencia estaban a salvo de dudar. Felices en su ignorancia gozaban de la serenidad e ingenuidad de la naturaleza, pertenecientes a una infundada pasividad que no se podía tolerar. El acompañante asintió con la cabeza sin decir ninguna palabra. Berkeley Huamán llevaba entre sus documentos del sindicato un ejemplar de bolsillo y pirata del “Aleph” de Jorge Luis Borges; el texto estaba subrayado en “La busca de Averroes”, con algunas anotaciones ilegibles. Ciertamente, Berkeley Huamán, rememoró la imposibilidad de que la rosa devenga simplemente de la fe.
El poder es corrupto, por eso yo sigo la palabra. En ella Cristo nos habla y no nos corrompemos con el poder humano, porque los poderosos han olvidado que su poder también procede de Dios, porque Nuestro Señor es omnipotente. Yo leo y obedezco la palabra. Mi libertad contra la locura es acusar el corrompido camino de las Naciones y la Iglesia. Yo, César Salvatierra, soldado de Cristo espada del Nuestro Señor, como se dice en la palabra en Mateo 10.34: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada”. Única espada como se entiende de Lucas 22:38...
La noche anterior, Berkeley Huamán había soñado que una enorme águila de dos cabezas se elevó llevando a todas las ovejas de un rebaño entre sus garras. La monstruosa ave bicéfala se picoteaba a sí misma, ninguna de las dos cabezas quería esperar para alimentarse; mientras las ovejas balaban desesperadamente, Berkeley Huamán despertó. Tuvo que colocarse los anteojos para observar la hora y convencerse aterrado que aún debía dormir. Aceptó pasivamente que todavía faltaba un par de horas para el alba. Era contranatural la imagen bicéfala, pensó. Su acompañante trató de persuadirlo inútilmente con un argumento trivial sobre el inconsciente.
César Salvatierra se enrojecía, las palabras parecían venir de otra orilla muy lejana a la Plaza de la Bandera.
Yo sigo la ley de Dios, la única ley porque procede de su palabra ¿Y cuál es su palabra? Pues esta que llevo en mi mano, conmigo. Hermano, esta palabra que redimió mi locura; el mundo, pues yo era del mundo y no de Dios. Pues, yo llegué a concluir que la ley del hombre debe encontrarse en las Sagradas Escrituras. Gloria a Dios, Nuestro Señor.
Berkeley Huamán no podía aceptar la contingencia del sueño. Recordó que siempre todo es señal de algo, recordó además esa amarga equivocidad de la palabra. El águila bicéfala de su sueño no podía ser el águila sobre el valle de Lima en busca de alimento. Maquinalmente observó la bifurcación del tronco de un árbol en la berma de la avenida San Martín, la exactitud y el momento en que el tronco se separó en las ramas: un árbol. Ciertamente nosotros mismos hemos levantado polvo y ahora nos lamentamos que no vemos nada, pensó. Su acompañante le explicó que el último Decreto del Ministerio ponía en peligro la ejecución de las propuestas del sindicato, le señaló, también, con exactitud pulcra cada uno de los artículos de la norma y la repercusión negativa sobre los beneficios de los compañeros. La aplicación de una ley que no debía tener nombre propio, pero que afectaba la jubilación y los seguros de cada uno de los compañeros. Berkeley Huamán sintió un repentino horror hacia la palabra, en cierto momento el vacío del signo lo condujo nuevamente hacia la duda; no podía encontrarse pasivamente, ni siquiera ante la contemplación de los hermosos faroles de la Iglesia.
Mientras bajaba del micro, Berkeley Huamán recordó que en 1957 la Iglesia del Inmaculado Corazón de María era el edificio más alto de Magdalena del Mar.
Ensayo de Seminario de Filosofía Medieval
Tres momentos del Águila Bicéfala: La unión de las dos espadas. La teratología del águila bícefala. El filo de la navaja.
Introducción:
El sueño de Berkeley
La presente monografía tratará de “explicar” el cuento adjuntado “El sueño de Berkeley”. Si es que las condiciones permiten que un texto narrativo sea explicado adecuadamente por el mismo autor que lo ha escrito. Recuerdo en estos momentos, la metáfora hartamente repetida de la cocina del narrador, el narrador cocina sus historias; las adereza y prueba minuciosamente su sabor, pues para que algo o alguien sepan, deben pasar por aquella imbricada vía de las superposiciones, pruebas y discursos. De esta manera, el sabor de la vida parece engarzarse en alumbrar esta distinción.
El cuento inicia con un epígrafe de Y.B. Yeats que habla acerca del filósofo irlandés Georg Berkeley, inspirador del nombre del personaje principal del cuento, Berkeley Huamán. La elección del nombre satisface a la necesidad
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