La ética en la postmodeernidad
Enviado por jaimetren • 7 de Septiembre de 2015 • Apuntes • 1.464 Palabras (6 Páginas) • 101 Visitas
LA ÉTICA EN LA POSTMODERNIDAD
- Introducción:
POSTMODERNISMO.
A finales del siglo XX, en 1989 con la caída del mundo de Berlín, se abre paso al postmodernismo, se caracteriza por centrar su atención en el análisis del fenómeno local y fragmentado; no de totalidades sino particularidades.
El postmodernismo busca la especialidad particular y desprecia los absolutos y las totalidades. Para Habermas el postmodernismo es sólo un cambio de época necesario para reestructurar el modernismo. En cambio Lyotard, Vattimo y Jameson consideran el fin de la modernidad.
El postmodernismo abandona lo sistemático y acepta lo fragmentado lo parcial. Es el movimiento de la subjetividad, de lo distinto y austero. Es el mundo de lo virtual y abandono de lo real. Es la era de la información y comunicación acelerada. Un Cambio constante de los parámetros en la vida cotidiana: familia, política, economía, trabajo, poder. Se manifiesta en la cultura a través de tribus urbanas, espacios clandestinos, arte callejero, deporte callejero, etc. son expresiones de la resistencia al orden.
J. LYOTARD, pronuncia la postmodernidad como la muerte de los grandes relatos que organizan la historia de la cultura, aplica las ideas de Nietzsche y Heidegger sobre el papel del lenguaje en la constitución de la realidad “Un gran relato organiza y da sentido a los relatos individuales”
Existen cuatro grandes relatos:
- El relato cristiano: habla sobre el sacrificio del hijo de Dios lo cual abre la esperanza para la venida de un mundo mejor.
- El relato marxista: se acabó la explotación, ahora el proletario instaura un Estado de justicia a través de la revolución y el trabajo.
- El relato de las luces: La razón es la gran diosa de la verdad, la cual nos dará progreso y desarrollo, un Estado de justicia, igualdad y libertad.
- El relato capitalista: por el cual se logra un Estado de plenitud por el desarrollo tecnoindutrial que dará fin a la pobreza.
La ética postmoderna se manifiesta en una etapa de crisis. Esta crisis involucra las instituciones tradicionales (familia, escuela, iglesia, estado, justicia, policía) por medio de las cuales la modernidad trató de organizar una sociedad racional y progresista. Esta crisis se manifiesta de diversas maneras: la adoración de la juventud y el consentimiento de sus caprichos; el dinero como símbolo de éxito y felicidad; una economía donde “ser” es comparar, consumir, usar y tirar; la identidad definida por las adquisiciones del mercado y no por las ideologías. En otras palabras, la imagen domina la realidad. Ser alguien es aparecer en alguna pantalla o en un web site. Lo que aparece define lo que es, casi nadie se preocupa por lo que “realmente” es: la imagen pública es el nuevo objeto de adoración. Nuestra cultura postmoderna ha perdido el amor por la verdad.
En contraste con la ética del trabajo y el ahorro, propia de la modernidad, la ética actual afirma el valor del consumo, el tiempo libre y el ocio. Pero esto no podría funcionar sin la exaltación del individualismo, la devaluación de la caridad y la indiferencia hacia el bien público. La búsqueda de gratificación, de placer y de realización privada es el ideal supremo. La adoración de la independencia personal y de la diversidad de estilos de vida se ha transformado en algo importante. El pluralismo provee una multiplicidad de valores, con muchas opciones individuales, pero ninguna de ellas auténtica. Las diferencias ideológicas y religiosas son tratadas superficialmente como modas. La cultura de la libertad personal, el pasarlo bien, lo natural, el humor, la sinceridad y la libertad de expresión emergen hoy como algo sagrado. Lo irracional se legitima a través de los afectos, la intuición, el sentimiento, la carnalidad, la sensualidad y la creatividad. Todo esto ocurre en el marco de un axioma aceptado por casi todo el mundo: un mínimo de austeridad y un máximo de deseo, menos disciplina y más comprensión.
Zygmunt Bauman
Siglo XXI de España Editores, 2009
En la posmodernidad, el comportamiento ético correcto, antes único e indivisible, comienza a evaluarse como «razonable desde el punto de vista económico», «estéticamente agradable», «moralmente adecuado». Las acciones pueden ser correctas en un sentido y equivocadas en otro. ¿Qué acción debería medirse conforme a un criterio determinado? Y si se aplican diversos criterios, ¿cuál deberá tener prioridad? La «agenda moral» de nuestros días abunda en asuntos que los estudiosos de temas éticos del pasado apenas tocaron, ya que entonces no se articulaban como parte de la experiencia humana. Basta mencionar, en el plano de la vida cotidiana, los diversos problemas morales que surgen de las novedosas relaciones de pareja, sexualidad y relaciones familiares, notorias por su indeterminación institucional, flexibilidad y fragilidad; o bien la gran cantidad de «tradiciones» que sobreviven, han resucitado o se inventaron, para disputarse la lealtad de los individuos y reclamar autoridad para guiar la conducta. Y, en el trasfondo, el contexto global de la vida contemporánea presenta riesgos de una magnitud insospechada, en verdad catastrófica: genocidios, invasiones, «guerras justas», fundamentalismo de mercado, pogromos, terror de estado o de credo.
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