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Las Coeforas


Enviado por   •  6 de Mayo de 2013  •  977 Palabras (4 Páginas)  •  331 Visitas

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El fondo de la escena representa el palacio de los Atridas, con tres puertas. Una de las

laterales conduce al gineceo. En el proscenio se levanta la tumba de Agamenón. Por la

izquierda entran Orestes y Pílades.

ORESTES. Hermes infernal, que defiendes los poderes paternos, sé para mí, te lo pido,

un salvador y un aliado. Pues llego a esta tierra y regreso...

Sobre lo alto de esta tumba invoco a mi padre: óyeme, escúchame...

He ofrecido un rizo de mis cabellos a Ínaco que me alimentó; y otro en señal de duelo...

Pues no lloré, padre, tu muerte estando presente, ni extendí la mano cuando sacaban

tu cadáver...

¿Qué cosa veo? ¿Qué cortejo de mujeres con negros velos es ese que avanza? ¿A

qué desgracia asignarlo? ¿Acaso un nuevo sufrimiento se cierne sobre el palacio? ¿O

Las Coéforas Esquilo

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acierto suponiendo que llevan a mi padre las libaciones que apaciguan a los muertos?

No puede ser otra cosa, porque con ellas va, creo, Electra, mi hermana, que se

distingue por su llanto amargo. ;Oh Zeus! Concédeme vengar la muerte de mi padre y

sé de grado mi aliado. Pílades, alejémonos para que vea claramente qué es esa

procesión de mujeres.

CORO. Enviada de palacio he venido, trayendo libaciones, con agudos golpes de

manos. Sangrientas incisiones muestra mi mejilla por el surco reciente que ha abierto la

uña, pues mi corazón se alimenta continuamente de gemidos. Los crujientes jirones de

mis vestidos de lino han resonado, por causa de mis dolores, en el velo que cubre mi

pecho, y estoy abatida por tristes desgracias.

Clamoroso y espeluznante llega el Terror, como vidente de los sueños, en el corazón

de la noche, respirando venganza y sacudiendo el sueño; desde el fondo de la casa he

hecho resonar estridente un grito de espanto, cayendo pesadamente sobre las

habitaciones de las mujeres. Los intérpretes de sueños, que tienen a los dioses por

garantes, han proclamado que, bajo tierra, los muertos se quejan airadamente y se

irritan contra sus asesinos.

Deseando que este homenaje -inútil homenaje- aleje de ella los males, oh madre Tierra,

me envía la mujer maldita. Tengo miedo de preferir estas palabras, pues ¿qué rescate

hay de la sangre vertida por el suelo? ¡Oh miserable hogar! ¡Oh palacio aniquilado! Sin

sol, odiosas a los mortales, las tinieblas envuelven las mansiones por la muerte de sus

señores.

La majestad de antaño, invencible, indestructible, inatacable, que penetraba los oídos y

el corazón del pueblo, ya no existe. Todos temen. Triunfar: éste es entre los hombres

un dios y más que un dios. Mas, el peso de la justicia alcanza rápida a unos en pleno

día; para otros reserva penas tardías en la hora del crepúsculo; y a otros los coge una

noche sin fin.

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Así como la sangre bebida por la madre Tierra no desaparece, sino que se coagula en

grumos que esperan venganza, así una cruel Ate soporta al culpable hasta cubrirlo con

una abundancia de males.

No hay remedio para el que ha hollado la habitación de una virgen, y así, aunque todos

los ríos confluyeran en uno para purificar

...

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