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Libertad De Circulación Y Espacio Del Decir Por Jean Oury Y Catherine Marty


Enviado por   •  31 de Julio de 2013  •  10.456 Palabras (42 Páginas)  •  443 Visitas

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Libertad de circulación y espacio del decir

Por Jean Oury y Catherine Marty - Publicado en Mayo 1998

Jean Oury, psiquiatra y psicoanalista francés, es desde 1953 director de la clínica de la Borde. Creador de la Psicoterapia Institucional junto a François Tosquelles y otros, dirige desde hace años un seminario en el hospital de Sainte-Anne y ha escrito una veintena de libros. El texto a continuación es una Conferencia pronunciada en Tours el 16 de Mayo de 1998

Catherine MARTY: Tengo el placer de recibir al señor Jean Oury. ¡Apenas oso presentarlo pues pienso que todo el mundo lo conoce! Jean Oury nos hablará hoy de libertad de circulación 1 y espacio del decir. ¡Espacios en plural! La cuestión queda planteada.

Jean Oury: Es una cuestión muy antigua por supuesto, que se remonta a unas decenas de años. Es una cuestión que está en relación con una práctica de la vida cotidiana junto a gente de todo tipo, de la cual la mayor parte son psicóticos. Entonces, a priori, una suerte de decisión es pensar que en este tipo de personas, como en cada uno –aquellos que Lacan llama “parlêtres”– hay deseo. No solamente el deseo del cual se habla desde hace unas decenas de años, lo que yo llamo “el deseo de pacotilla de los nuevos filósofos”, sino el deseo inconsciente en el sentido de Freud, rearticulado de manera extraordinaria por Lacan. Hay deseo incluso en las personas supuestamente más retrasadas, incluso en aquellas que tienen un cociente intelectual de 30, los idiotas, los cretinos. Hay deseo y es eso lo que está en cuestión: podemos decir es una opción ética. Entonces, si hay deseo, existe una dimensión psicoanalítica en el sentido de Freud, por mínima que ésta sea. Esto no quiere decir que intentaremos llevar a cabo una cura –de todas formas las curas típicas no son tantas– pero a fin de cuentas hay una dimensión de reflexión que debe considerar el deseo inconsciente. Y si tomamos en cuenta el deseo inconsciente, ponemos en cuestión ese concepto fundamental articulado por Lacan hace tiempo: el concepto de transferencia. Pero sabemos bien lo que significa, simplemente el decir, incluso al nivel de las palabras, “existe transferencia” sabemos. La transferencia, etimológicamente, corresponde a lo que Freud llamaba –pero es la misma palabra– “Ubertragung”, o incluso el nombre que portan los autobuses en Atenas, las “metáforas”, es decir: portadores y transportadores. Ahora bien, existe transferencia, y esto es así desde los orígenes, incluso antes que Freud llegara a conceptualizar de manera muy precisa la palabra “transferencia”. La transferencia estaba en relación con una suerte de movimiento, una suerte de desplazamiento, incluso de investidura sobre el cuerpo; enseguida esto tomó otras dimensiones. Entonces hay movimiento: cuando decimos transferencia decimos movimiento, decimos deseo inconsciente.

Resulta paradojal querer, no solamente tratar a ciertas personas sino intentar volverles la vida un poco menos miserable sin tomar en consideración que son “parlêtres”, es decir, que no son animales. No quiero hablar mal de los animales, yo los aprecio mucho, de cuatro patas, los gatos, los perros..., pero no hay palabra en ellos. Cuando un gato me hable yo diré que tal vez existe transferencia por ahí, pero de otro modo no la hay, se trata completamente de otra “dignidad”.

El trabajo que hacemos sobre la puesta en acción de la vida cotidiana debe tener en cuenta esto. Pero ¿por qué este prejuicio hacia el trabajo sobre la vida cotidiana? ¿Es acaso un prejuicio de no sé que perversión doméstica? Cuando “tomamos a cargo” a alguien 2, un psicótico o un esquizofrénico, aun si lo tratamos con técnicas más precisas como, por ejemplo, la de Gisela Pankow y muchos otros, si lo vemos una vez, dos veces, incluso tres veces por semana, una media hora cada vez, saquemos la cuenta: en una semana, hay siete días. Siete días menos media hora, menos una hora, ¡queda mucho tiempo de todas formas!. Ahora bien, las características de estas personas nos hacen pensar en aquello que he llamado hace ya bastante tiempo «la transferencia disociada». Es una hipótesis, esto quiere decir que existe una transferencia dispersa que puede manifestarse no solamente sobre el terapeuta que lo ve una vez por semana, sino toda la semana -entre sesiones. Por otra parte, es algo completamente banal, incluso fuera del tratamiento de psicóticos: sabemos que para alguien que está en análisis, no todo ocurre dentro de las sesiones. A menudo, la interpretación se realiza justamente en la inter-sesión, en la esquina de una calle. Algo puede ser desencadenado por la sesión, pero la interpretación a veces no está en absoluto al mismo nivel del consultorio del analista, ésta se hace tal vez en el tren, a través de un encuentro, de un texto extraordinario... Pero todo esto está tomado en el proceso analítico, punto por punto.

Del mismo para un psicótico –¡y esto es aun mucho peor!– todo no será dicho dentro de la sesión, ¡lejos de ahí!. Es simplemente para intentar desencadenar algo. Para poder seguir verdaderamente un esquizofrénico en un proceso analítico (lo que es de todas formas raro) se requiere –por necesidad “estructural”- al menos una persona, un analista que esté en una posición particular, y que pueda asumir lo que yo he llamado, sin entrar en detalles, “la función -1”, es decir, fuera del campo, no solamente práctico sino fuera del campo lógico de la vida cotidiana. Esto no quiere decir que no deba estar en la vida cotidiana, ¡es otro asunto!. Y luego se requiere una decena de personas, lugares, etc... Porque nos damos cuenta de que hay investiduras, que Tosquelles llamaba “multireferenciales”, es decir, multi-investiduras, las más parciales. Vemos, a veces, que aquello que se juega tiene una importancia enorme para ciertas personas: cosas que ni siquiera conocemos, inesperadas, por ejemplo, al pie de un árbol. Recuerdo que para un esquizofrénico lo que contaba era un burro que había en el parque de la clínica. Darle de beber al burro era la única cosa que reconstruía el mundo para esa persona. Si suprimimos el burro diciendo que no es muy elegante como analista ¡no habremos comprendido nada!. Lo que cuenta es la visión de una globalidad.

No vamos a entrar en detalle, pero hay ahí todo un medio que puede funcionar, un medio social, micro-social, con un conjunto de gente de todas las naturalezas, lo que llamamos las “constelaciones”. ¿Qué es lo que cuenta en la vida cotidiana? Puede ser tanto el compañero como el médico, un cocinero, un jardinero, un enfermero. Ahí no hay “status”, nos trae completamente sin cuidado, son simplemente afinidades. Esta gente ahí, lo quiera o no, se ha vuelto responsable, portadores de investiduras parciales

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