Libertad De Elegir
Enviado por • 10 de Noviembre de 2014 • 1.788 Palabras (8 Páginas) • 375 Visitas
Al hablar sobre los aranceles y otras
restricciones al comercio internacional en su
obra "La Riqueza de las Naciones", Adam
Smith escribió:
Lo que es prudencia en la dirección de cada
familia privada, puede ser casi idiotez en la de
un gran reino. Si un país extranjero puede
suministrarnos una mercancía más barata de
lo que nosotros podemos fabricarla, mejor
comprársela a éste con parte de los productos
de nuestra trabajo, empleado de una forma en
la que podemos tener algunas ventajas... En
todo país, siempre es y debe ser el interés del
conjunto de la población, comprar cualquier
cosa que quieran a aquéllos que la vendan más
barata. La afirmación es tan evidente, que
parece ridículo hacer un esfuerzo para
demostrarla; nunca ha podido ser puesta en
cuestión, jamás las interesadas argucias de los
mercaderes y fabricantes han conseguido
confundir el sentido común de la humanidad.
A este respecto, el interés de éstos es
directamente opuesto al del conjunto de la
población.
Estas palabras son tan ciertas hoy día como lo
fueron entonces. Tanto en el comercio interno,
como en el comercio internacional, es de
interés "para el conjunto de la población"
comprar de la fuente más barata" y vender al
que menos tiene. Aunque las "argucias
interesadas" han llevado a una increíble
proliferación de restricciones sobre lo que
podemos comprar y a quién podemos
contratar y a quién podemos vender y en qué
condiciones, a quién podemos emplear y para
quién podemos trabajar, dónde podemos vivir
y qué podemos comer y beber.
Adam Smith señaló a "las argucias interesadas
de los mercaderes y fabricantes". Ellos
pudieron haber sido los principales culpables
de su tiempo. Hoy tienen mucha compañía.
Ciertamente, casi ninguno de nosotros no está
comprometido, de una forma u otra, en una
"argucia interesada" En palabras del inmortal
Pogo, "tenemos que conocer al enemigo y
ellos son nosotros". Luchamos contra los
"intereses especiales" salvo cuando esos
intereses especiales son los nuestros. Cada
uno de nosotros sabe que lo que es bueno para
él es bueno para el país -de modo que nuestro
"especial interés" es diferente. El resultado
final son un montón de limitaciones y
restricciones que casi sería mejor para
nosotros que fueran eliminadas. Perdemos
bastante más por medidas que sirven a los
"intereses especiales" del resto que lo que
ganamos con las medidas que sirven a
nuestros "intereses especiales".
El ejemplo más claro es el comercio
internacional. Las ganancias obtenidas por
ciertos productores gracias a los aranceles y
otras restricciones son más que compensadas
por las pérdidas sufridas por otros productores
y, especialmente, por los consumidores en
general. El libre comercio no sólo promovería
nuestro bienestar material, sino que también
preservaría la paz y la armonía entre las
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naciones y espolearía la competencia
doméstica.
Los controles sobre el comercio exterior se
extienden al comercio interior. Ambos se
entretejen y penetran todos los aspectos de la
actividad económica. Tales controles han sido
defendidos, a menudo y especialmente, por
los países subdesarrollados, como esenciales
para alcanzar el desarrollo y el progreso. Una
comparación de la experiencia japonesa tras la
Restauración Meiji en 1867 y de la
experiencia india tras su independencia en
1947 pone a prueba esta visión. Sugiere, tal y
como hacen otros ejemplos, que el libre
comercio interior y exterior es la mejor forma
para que un país pobre pueda promover el
bienestar de sus ciudadanos.
Los controles económicos que han proliferado
en los Estados Unidos en las últimas décadas
no sólo han restringido nuestra libertad para
utilizar los recursos naturales, sino que
también han afectado a nuestra libertad de
expresión, de prensa y de religión.
EL COMERCIO INTERNACIONAL
A menudo se dice que una mala política
económica refleja los desacuerdos entre los
expertos; si todos los economistas dieran los
mismos consejos, la política económica sería
buena. Los economistas a menudo
discrepamos, desde luego, pero eso no es
cierto respecto al comercio internacional. Ya
desde Adam Smith existe una virtual
unanimidad entre los economistas, cualquiera
que sea su posición ideológica en otras
cuestiones, de que el libre comercio
internacional es la mejor forma de servir a los
intereses de los países que comercian y del
mundo. No obstante, los aranceles han sido la
regla general. Las únicas excepciones
importantes se dieron durante casi un siglo de
libre comercio en Gran Bretaña tras la
derogación de las "Corn Laws" en 1846,
durante 30 años de libre comercio en Japón
tras la Restauración Meiji y el actual libre
comercio en Hong Kong. Los Estados Unidos
tuvieron aranceles a lo largo del siglo XIX y
todavía son más altos en el siglo XX,
especialmente con el Decreto de Aranceles
Smoot-Hawley, al que algunos investigadores
consideran como parcialmente responsable de
la severidad de la depresión. Los aranceles
han sido reducidos desde entonces por
sucesivos acuerdos internacionales, pero
siguen siendo altos, probablemente más altos
que en el siglo XIX, si bien el grandísimo
cambio en los tipos de mercaderías objeto del
comercio internacional hacen imposible una
comparación precisa.
Hoy, como siempre, existe un gran apoyo a
los aranceles -eufemísticamente etiquetados
como "protección", una buena etiqueta para
una mala causa. Los productores de acero y
los sindicatos de los trabajadores del metal
presionan para que se impongan restricciones
a las importaciones de acero de Japón. El
lobby de los fabricantes de televisores y sus
trabajadores buscan "acuerdos voluntarios"
para limitar la importación de televisores o de
sus componentes
...