Lo que hay detrás de la conciencia: la mentira del libre albedrío
Enviado por Natalia Sánchez • 23 de Octubre de 2022 • Informe • 2.028 Palabras (9 Páginas) • 43 Visitas
Lo que hay detrás de la conciencia: la mentira del libre albedrío.
Natalia Sánchez Sánchez
Universidad Nacional de Colombia
Contaduría Pública, Facultad de Ciencias Económicas
Emmanuel Cruz Rincón
10 de octubre de 2022
La complejidad del comportamiento humano ha sido uno de los temas de estudio más amplios e interesantes en las últimas décadas. A pesar de que siempre ha sido un tema de interés para los académicos de distintas áreas; entre estas sobresalen la psicología, la filosofía y la neurología gracias a que cada una se ha propuesto buscar los determinantes del comportamiento (o demostrar que no existe tal cosa) visto bajo sus áreas de estudio. Los aportes de esta última área han sido fundamentales para esclarecer uno de los más grandes interrogantes sobre el comportamiento del individuo: “¿el ser humano es capaz de efectuar sus pensamientos y/o comportamientos de manera libre?” la respuesta a esta pregunta es un rotundo no. A pesar de que el proceso es bastante implícito se puede afirmar con seguridad que sí hay algo que regula de manera absoluta el pensar y el actuar del individuo: el cerebro. El cerebro es el órgano que rige la conducta humana a través de la percepción y el análisis de los estímulos sensoriales (Silvan, 2022).
La supuesta libertad de elección ha sido nombrada como “libre albedrío”. Este concepto se ha adaptado de manera excepcional al paso del tiempo. Una de las consideraciones más reconocidas respecto al libre albedrío es la del filósofo cristiano San Agustín, esta es recogida por la editora Sandra Hevia en un artículo para la Revista Chilena de Literatura: "el libre albedrío fue concedido al hombre para que conquistara méritos, siendo bueno no por necesidad, sino por libre voluntad", también, "es soporte de todo el orden moral, el principio esencial de un mundo de valores superiores, y, por consiguiente, un grande bien. Pero a la vez supone la facultad de elegir el mal, es decir, la facultad de caer, que es una imperfección de la voluntad humana" (Hevia, 1984, p.20).
En otras palabras, el libre albedrío sería la facultad de elegir y tomar decisiones a través de una voluntad de deseo, lo cual implicaría que la mente es capaz de controlar ciertas acciones del cuerpo de manera consciente. Es un supuesto que ha evolucionado a través del tiempo y ha encontrado cabida en otras áreas del conocimiento, llegando a tener implicaciones tanto religiosas como éticas y científicas. Es por esto que resultar confuso negar la existencia del libre albedrío en el comportamiento humano, pero es algo que ya ha sido clasificado como un irreal. Esta idea de que el libre albedrío es una ilusión fue desarrollada por el académico Jonathan Pierce en su artículo escrito para la revista estadounidense Humanist Living, en la cual menciona: “De hecho, hay tanta evidencia proveniente de la ciencia social, psicología, neurociencia, genética y biología demostrando que el libre albedrío es una ilusión que difícilmente necesitamos recurrir a la filosofía para formular el caso” (Pearce, 2015, p.58).
A partir de lo expresado anteriormente se debe tener en cuenta que implicaciones trae consigo la palabra “libertad” en cuanto a los procesos conductuales del ser humano ser refiere. La libertad se desglosa en un concepto notablemente amplio del cual salen distintas subvertientes acordes al ámbito en el que este es usado; en este caso en particular se considera la libertad como la ausencia total de algo que interfiera o coaccione (Sola, 2018).
En base a la definición de libertad se puede entablar una relación entre la libertad y el comportamiento en términos de autonomía al momento de escoger qué, porqué y para qué se va a llevar a cabo lo que se va a ejecutar o también la opción de simplemente no hacer nada. Es casi imperceptible, pero este proceso de toma de decisiones no es libre. Su origen está en la corteza cerebral y es guiado por las indicaciones que el cerebro da en determinada situación.
Vale la pena hacer una pequeña aclaración: el hecho de que el proceso de toma de decisiones sea casi que automatizado no significa que el individuo lo lleve a cabo de manera acorde a la situación y por lo tanto siempre tomará decisiones racionales. Todo lo contrario, buena parte de los comportamientos son inconscientes y la toma de decisiones suele ser en base a intuiciones (razonamientos inconscientes) que ocurren de manera repentina. A esto se tiene que agregar la complejidad de las emociones humanas y como estas pueden influir de manera directa en el comportamiento (Labath, 2016).
De igual modo es importante definir que es la conciencia en el ser humano y cómo esta se relaciona con la conducta. La conciencia es definida por el Dr. Juan Madrigal en un artículo escrito para la página oficial de La UVAT (Universidad del Valle de Atemajac) de la siguiente manera: “la conciencia es ser consciente, y ser consciente es darse cuenta de algo ya sea externo o interno a nuestro cuerpo. Esto nos revela que la conciencia y la percepción están íntimamente ligadas. Percibir es adquirir información a través de los datos de los sentidos y de la memoria” (Madrigal, 2021).
Desde este punto ya es posible comenzar a trazar una ruta entre el cerebro y los comportamientos del ser humano. Las emociones, la memoria y la toma de decisiones son analizadas y expresadas en el sistema límbico (conformado por la amígdala, el hipocampo y corteza cerebral). A partir del análisis automático de la información percibida por los sentidos junto con los repositorios de la memoria se determina la forma en la que la emoción será expresada a través del cuerpo y la decisión que se tomará según el contexto del individuo. Todo este proceso puede ocurrir incluso en milésimas de segundo. Entonces, se puede decir que la mente y la conciencia son producto de la actividad cerebral. (López et al., 2009).
Como ejemplo de lo mencionado se tiene el experimento realizado por el neurólogo Benjamín Libet en el año 1983, el cual se propuso cuantificar en medidas de tiempo el momento en el que aparecía la intención de movimiento se hace presente en el cerebro. Este experimento fue documentado por la editora Agustina Lombardi en una publicación para la revista Naturaleza y Libertad publicada en el año 2017. En esta se menciona cómo el experimento propuesto por Libet sentó las bases para otros estudios en el campo de la neurología sobre la existencia de una actividad electrofisiológica que precede tanto a los actos libres como a la conciencia de realizarlos.
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