MIRAR EL SECRETO

La etimología del término voyeur se concibe en primera instancia como referencia a un comportamiento meramente sexual basado en la observación sin interacción, pero abarca, y sobre todo en estos tiempos, un significado mucho más extenso.

Vivimos en una sociedad regida por la imagen. Ver y ser vistos. Hemos asumidos como normales conductas puramente voyeuristas a pesar de tomar la connotación peyorativa que supone en muchas ocasiones la palabra. El desplazamiento del ocio hacia el ámbito cotidiano gracias a la tecnología nos expone a una inercia en la que mirar a escondidas es fácil y seguro y podemos satisfacer nuestra pulsión de un modo bilateral exponiéndonos de manera [en principio] controlada.

La vigilancia por ejemplo, toma cada vez tintes más distópicos y es aceptada por la mayoría debido, por un lado a la implantación del miedo, y por otro a la propia pulsión que nos lleva a ser parte del propio sistema permitiéndonos vigilar al simple precio de ser vigilado del mismo modo [“Es por tu bien…”].

Es decir, el voyeur ha pasado de buscar el secreto y obtener la satisfacción precisamente por la condición de éste, a satisfacer su pulsión con inmediatez. <El Rey salió, cargado con las llaves, cuyo tintineo llenaba la penumbra. Atravesó salas y pasillos, abrió con la llave más gorda la puerta más grande, y la cerró por dentro; había entrado en un dédalo de corredores zigzagueantes, interrumpidos por escaleras que subían y escaleras que bajaban. Tuvo que abrir, todavía, otras dos puertas, que también cerró después de haberlas pasado. La habitación prohibida correspondía a una torre, la del norte-este. Estaba a oscuras. Tanteando, halló una ventana y la abrió. La habitación carecía de muebles, pero de las paredes colgaban cuadros. Cuando sus ojos se habituaron a la luz escasa, pudo ver que en todos ellos había mujeres desnudas, solas o en compañía. Se hallaba ante la mitología que su abuelo había coleccionado, y que sólo podían contemplarse con un permiso especial de la curia toledana, firmado de puño y letra del primado. [Gonzalo Torrente Ballester “Crónica del Rey Pasmado”].> Esta condición viene dada por la supresión del secreto por la otra parte, la que se deja ver, el narcisismo y la necesidad de una construcción controlada de la personalidad.

Se puede asumir entonces que la pretensión usurpadora del voyeur ha quedado muy limitada. Entendemos que la visión invasiva es la que le convierte en tal y le permite recrearse en sus fantasías y filias. Pero la naturalización de la exhibición compulsiva ha reducido el secreto difuminando la frontera de lo prohibido.

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