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Mi experiencia en la sierra de la Laguna.


Enviado por   •  16 de Mayo de 2016  •  Tarea  •  1.259 Palabras (6 Páginas)  •  166 Visitas

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Mi experiencia en la Sierra la Laguna.

La gran mayoría de los humanos siente lo mismo en cuanto a su deseo por realizar ciertas actividades: desean saber que pueden hacerlo. Que sus cuerpos y sus mentes son aptas para resistir el esfuerzo necesario. Somos seres que buscan reconocimiento, satisfacción propia, y para ello es necesario competir. Las competencias, los retos, las metas. Todos esos son aspectos fundamentales de nuestra vida. De no tenerlas nuestro avance en la evolución y el desarrollo seria escaso o incluso nulo.
 Por supuesto, yo no soy la excepción. Me encuentro en una edad donde busco destacar en cosas donde la gran mayoría no busca hacerlo. Actividades o viajes que la mayoría de personas considerarían logros efímeros, sin ninguna clase de verdadero reconocimiento por ellos, solo por aquellos que de igual manera busca realizar las mismas cosas. A pesar de esto, esto no fue un impedimento para tomar la decisión de unirme a un viaje hacia un sitio al que miles de personas ya han ido previamente. Mis profesores de la carrera de Lic. En Filosofía habían organizado un viaje a la Sierra La Laguna, una cadena de montañas que se encontraba a varios kilómetros de la ciudad donde vivía. Las razones por las que decidí ir fueron simples: Nunca lo había hecho antes, y tengo dos hermanos quienes clamaban que no podría ser capaz de subirla, pues el esfuerzo físico necesario era demasiado. Y yo como no llevaba precisamente un estilo de vida atlético, la oferta de probarme a mí mismo en una travesía donde muchos quedan atrás en el camino, jadeando y sintiéndose a morir por el esfuerzo, me parecía sumamente interesante.
 La cita fue a una hora muy temprana del día, y yo hice un gran esfuerzo por levantarme a tiempo. Tenía mi equipamiento preparado, tratando de no llevar mucho peso, solo lo necesario para comer y dormir allá arriba (casa de campaña, sobres de comida, sopa, barras energéticas…). Me di cuenta que éramos muchos menos de los que yo esperaba: Menos de 10 personas. Sin embargo eso no me quitó el animó. Yo iba con un objetivo solamente: subir toda la sierra y demostrar que a pesar de mi vida de poco ejercicio físico, me mantenía en buena forma, mejor que la de muchos, concretamente.
 El viaje hacia el punto de inicio fue largo. Nos fuimos en un camión proporcionado por la escuela y al llegar me di cuenta del por qué  les suponía tan difícil subir para la mayoría de personas: caminos inclinados y angostos, donde un paso en falso podría hacerte caer. Rocas flojas a lo largo del camino. Plantas con espinas por doquier, y un clima sumamente desértico. Ya nos habían mencionado antes el hecho de que el tiempo en el que nosotros habíamos decidido subir era “incorrecto”. Era un tiempo donde no había lluvia y por ende la vegetación de la zona se limitaba a plantas secas y quebradizas, con muy poco verde y mucho gris y tierra. No nos tardamos mucho en comenzar la subida. Yo, junto con un amigo, nos separamos sin darnos cuenta del grupo, ya que nuestro avance era mucho más rápido que el de ellos. Sin embargo no fue así siempre. Nos detuvimos en varios puntos para esperarlos y así mantenernos juntos, pero la distancia cada vez se alargaba más y más. Me sentía extraño. Pocas veces gastaba tanta energía junta. Quizás aquellos que en los países de medio oriente hacen los viajes de peregrinación de un sitio a otro (comúnmente sagrado) para pararse frente a sus dioses se sentían del mismo modo. Una energía que poco a poco se iba agotando, pero una satisfacción y paz interna se erigía para reemplazarla.
 Por supuesto nuestro viaje no fue siempre de caminatas rápidas, pláticas tranquilas y risas. Cuando el día iba a su fin y el horizonte comenzaba a teñirse de aquel color naranja que solo puede significar una oscuridad que pronto llovería sobre nosotros, nos dimos cuenta de la energía que habíamos utilizado. Poco podíamos movernos. No podíamos sentarnos pues probablemente no seríamos capaces de levantarnos de nuevo. El dolor al flexionar mis rodillas era bastante fuerte, mi voz solo podía pronunciar un par de palabras antes de requerir una gran bocanada de aire, mis ojos se llenaban constantemente de un muy salado sudor que los hacía hervir intensamente. Mi ropa se encontraba empapada por el mismo sudor, y una ropa mojada en mitad de la noche era un frio bastante concentrado.
 A pesar de todo esto, nos las arreglamos para llegar todos a nuestro primer destino: Un claro llamado Primer valle, donde acamparíamos y daríamos por terminado el primer día.
 La noche fue… algo que es difícil de describir. Tenía un frio muy intenso, y por desgracia mi cuerpo alargado cabía apenas dentro de la casa de campaña, lo cual me hacía dormir de un modo muy incómodo. Como necesitaba viajar ligero no llevé ninguna clase de cobija, solo un sleeping que de igual forma me quedaba corto y me provocaba dormir en posición fetal necesariamente, lo cual tampoco era buena opción, pues el duro y escabroso suelo me magullaba mis ya de por si dolidas articulaciones y huesos. A pesar de todo ello, yo no sentía otro deseo más allá de descansar y esperar que todo fuese mucho mejor en la mañana. Mi cena consistió en un par de tacos de frijol con atún, y yo estaba satisfecho con eso, incluso no gustándome el atún.
 Todo aquello solo me hacía pensar en el deseo que tenía por mis cosas de vuelta en mi hogar. Comencé a extrañar mi cama de doble colchón que se suspendía un metro del suelo, con cobijas que tapaban todo mi cuerpo al punto donde el frio no era algo que existía (aunque técnicamente no existe). Extrañaba la comida caliente que mi madre me hacía todos los días al llegar de la escuela, mi computadora donde pasaba la mayor parte del día. Me sentía como las personas que decía encontrar dependientes: perdidas sin mis aparatos cotidianos. Poco duró este sentimiento, sin embargo, ya que estaba aquí con un propósito, y el viaje aun no terminaba. Por supuesto no podíamos irnos sin visitar los sitios comunes para divertirnos. Uno de ellos era la cascada, un pequeño espacio con un gran lago donde podíamos bañarnos en un agua sumamente helada pero que solo podía conseguirse en aquellas montañas. No íbamos a desperdiciar el haber subido por 10 horas, así que lo primero que decidimos hacer en el día fue dirigirnos a ese espacio. Avanzamos por aproximadamente dos horas. No pensé que estaría tan lejos. La luz no duraría mucho, debido a que desayunamos primero y por ende iniciamos el viaje un tanto tarde. Por estas razones quisimos detenernos en un punto “parecido”. Un pequeño pero hondo estanque donde igual podríamos disfrutar de unos buenos chapuzones. No era lo que esperaba, pero con eso me conformaba. Mi mayor temor era tardar tanto en encontrar la verdadera cascada y que al final tuviésemos que regresar de noche. El camino no es precisamente suave y fácil de cruzar de día. No quiero ni imaginarme lo complicado que sería hacerlo de noche.
 Después de aproximadamente una hora bañándonos en aquel punto, decidimos irnos para evitar que este mismo temor se hiciese realidad. El tiempo de regreso sería incluso más largo de vuelta y correr riesgos sería poco inteligente. Una vez más, mi amigo y yo tomamos la delantera de vuelta. Y ese sería uno de los errores más grandes que he cometido…

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