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PERSONA HUMANA


Enviado por   •  28 de Julio de 2021  •  Ensayo  •  1.039 Palabras (5 Páginas)  •  127 Visitas

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Persona es un concepto que se viene usando desde la época romana para referirse a quien es titular de derechos, y es incorporado a la Filosofía como una necesidad de la teología cristiana para poder explicar el misterio teológico de la Trinidad. Se sigue usando en la actualidad especialmente en el ámbito jurídico para referirse al titular de derechos: en caso de que se haga referencia a un miembro de la especie humana se trata de personas naturales, visibles o físicas, en caso de que las personas hayan sido creadas por personas físicas o por la ley se habla de personas jurídicas. Sin embargo, aunque es un concepto que se usa popularmente e incluso en Sociología, Psicología y política y, en general, se aplica a todo ser humano, sigue habiendo, desde su origen, desde la Filosofía, cuestionamientos a esta identificación de conceptos. ¿Qué es lo propio del ser humano? ¿Su razón? Más allá de que deberíamos dejar en claro de qué hablamos cuando nos referimos a la razón: si a la lógica, al método científico, a la capacidad de análisis, a la capacidad simbólica, a la de abstracción, al uso de lenguaje, es posible preguntarse por la categoría a que han sido asignados quienes carecen de esa capacidad, comenzando por los niños, los locos, las mujeres, los indios, los negros, etcétera, y qué ha significado eso históricamente hablando. Con el propósito inicial de recuperar un ser humano integral, revalorizando todo el costado no racional del hombre: su corporalidad que implica lo biológico más los afectos, los sentimientos y los deseos, pero también y sobre todo su religiosidad, surge, a fines del siglo XIX, el personalismo. Esta escuela filosófica rechaza fundamentalmente, por su pobreza y su esquematismo, la imagen de hombre elaborada por las ciencias positivas. Pretende construir una imagen simbólica del hombre, diferente de la que nace de esas ciencias herederas directas de la modernidad y para ello acude a conceptos y supuestos provenientes del cristianismo. Lo que subyace al personalismo es la creencia de que la deformación existente en la imagen del ser humano proviene de los rasgos “negativos” de la modernidad como son la traducción de razón por ciencia positiva, la inmanencia del yo, la concepción maquinal del cuerpo y sobre todo la negación explícita de la Ontología y la trascendencia religiosa. La persona es desde la perspectiva personalista, el ser humano integral que no puede rechazar su corporalidad y que está llamado a cumplir con su destino divino. Al considerar al hombre como persona, debe hacérselo tanto en su dimensión individual como social, tomando en cuenta el valor absoluto de su vida como creatura de Dios y todos los costados en que ésta pueda desarrollarse. Desde el punto de vista filosófico, sobre todo desde el personalismo, la asociación más frecuente es la de persona con la identidad, buscando asociar identidad con el carácter de quien. Desde aquí se analiza que hay ciertas señales empíricas como forma, figura, parentesco, nombre propio, lugar y fecha de nacimiento, que son propios de cada ser humano como entidad singular y que, por consiguiente, circundan su individualidad. Estas particularidades que pueden ser formalmente reconocidas por una sociedad, según el personalismo, aluden a la certeza de ser un yo individual, a la transparencia de la autoconciencia y la autonomía de un quien, que es dueño de un cuerpo que también lo identifica.  Por el contrario, separar la persona del ser humano, habilita la pregunta acerca de si todo ser humano es persona; pregunta sumamente riesgosa, ya que abre la puerta a la exclusión del campo del Derecho y la Ética. No hace falta buscar mucho para encontrar a eticistas reconocidos como Singer que desde esa distinción caracterizan a la persona como el sujeto racional autoconsciente y al ser humano como representante de la especie humana. Esto le permite concluir que el derecho a la vida es un derecho de la persona, no del ser humano. Es el ser humano como totalidad el que es valorado cuando se habla de dignidad humana, no se valora sólo la racionalidad, ni tampoco, como podría comprenderse en otras teorías antropológicas, la “animalidad”, es decir su costado biológico: lo que comparte con el animal y el vegetal, sino la integridad del ser humano. Esta valoración implica el reconocimiento de la multiplicidad de aspectos que implica el ejercicio de la humanidad, entre ellos, el fundamental, que es su relación con el otro humano y con lo no humano que le permite descubrir todo lo que es y todo lo que le falta ser. Cuando se hace hincapié en la persona y en su dignidad se busca subrayar el valor del hombre como tal. Se debe entonces valorar al ser humano, o a la persona, mediante el reconocimiento del valor de su vida, proclamándolo merecedor de derechos: del derecho a la integridad, a la identidad, a la buena vida, al futuro, a la Salud y la Educación entre otros. La persona humana no es otra cosa que un ser humano y la referencia a éste puede ser enriquecida con significados provenientes del concepto de persona, mientras se reconozca su igualdad en dignidad. Esposito, filósofo político, que escribe acerca del valor de lo impersonal, rechaza hablar de persona porque, a pesar de la riqueza semántica de la palabra, no se está hablando ni de una idea, ni de un concepto, ni de un valor, sino de un dispositivo. Dispositivo que ha operado como activador de diferentes prácticas jurídicas y mecanismos de poder que provocaron y siguen provocando, tanto efectos jurídicos y sociales de exclusión como éticos y políticos de inclusión. Para él, como para Ricoeur, es preciso dejar de identificar persona con identidad, en cuanto esta última arrastra los supuestos identitarios de la modernidad: libertad individual, autoconciencia, soberanía asociada a propiedad, y el convertir la preservación de la vida en imperativo moral como poder sobre el otro asociado a una lógica inmunitaria. Esto sólo es posible desde el supuesto implícito o explícito de la dualidad cuerpo-alma, o cuerpo-espíritu poniendo el mayor valor en el espíritu. Desde esos supuestos, afirma Esposito, la persona termina siendo el pretexto jurídico para tratar a los seres humanos como objetos o propiedades, configurando un orden simbólico entre formas de vida más y menos valiosas.

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