ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Pensadores De Sociologia


Enviado por   •  31 de Julio de 2012  •  3.423 Palabras (14 Páginas)  •  951 Visitas

Página 1 de 14

EDAD ANTIGUA

Leucipo (siglo V a. C.)

Fue un filósofo griego al que se atribuye la fundación del atomismo. Se sabe muy poco de su vida e incluso Epicuro consideró la posibilidad de que Leucipo no hubiera existido, lo cual dio lugar a numerosos debates. Se considera lo más probable que naciera en Mileto, Asia menor, aunque también se han propuesto las posibilidades de Abdera, Melos,Elea o Clazomene. Posteriormente se trasladó a Elea, donde habría sido discípulo de Parménides y de Zenón de Elea y maestro de Demócrito. Se le atribuyen las obras La ordenación del cosmos y Sobre la mente aunque este segundo libro pudo ser un capítulo de la obra anterior.

Lo que se sabe de su pensamiento se encuentra en fragmentos de obras de otros autores como Aristóteles, Simplicio o Sexto Empírico. Se dice que Demócrito inventó a Leucipo como su maestro para ganar prestigio y para que respaldasen su teoría, ya que se suponía que Leucipo era un gran físico, discípulo de Parménides, de Zenón de Elea o de Pitágoras.

Fue maestro de Demócrito y a ellos dos se les atribuye la fundación del atomismo mecanicista, según el cual la realidad está formada tanto por partículas infinitas, indivisibles, de formas variadas y siempre en movimiento, los átomos (ἄτομοι, s. lo que no puede ser dividido), como por el vacío. Así, tal vez en respuesta a Parménides, afirma que existe tanto el ser como el no-ser: el primero está representado por los átomos y el segundo por el vacío, «que existe no menos que el ser» siendo imprescindible para que exista movimiento. Particularmente, postula, al igual que Demócrito, que el alma está formada por átomos más esféricos que los componentes de las demás cosas. Niega la génesis y la corrupción, formas de cambio que eran aceptadas casi por la unanimidad entre los filósofos presocráticos.

Epicuro de Samos (341 a. C. - 270 a. C.)

Fue un filósofo griego, fundador de la escuela que lleva su nombre (epicureísmo). Los aspectos más destacados de su doctrina son el hedonismo racional y el atomismo.

Defendió una doctrina basada en la búsqueda del placer, la cual debería ser dirigida por la prudencia. Se manifestó en contra del destino, de la necesidad y del recurrente sentido griego de fatalidad. La naturaleza, según Epicuro, está regida por el azar, entendido como ausencia de causalidad. Sólo así es posible la libertad, sin la cual el hedonismo no tiene motivo de ser. Criticó los mitos religiosos, los cuales, según él, no hacían sino amargar la vida de los hombres. El fin de la vida humana es procurar el placer y evadir el dolor, pero siempre de una manera racional, evitando los excesos, pues estos conllevan posterior sufrimiento. Los placeres del espíritu son superiores a los del cuerpo, y ambos deben satisfacerse con inteligencia, procurando llegar a un estado de bienestar corporal y espiritual al que llamaba ataraxia. Criticaba tanto el desenfreno como la renuncia a los placeres de la carne, arguyendo que debería buscarse un término medio, y que los goces carnales deberían satisfacerse siempre y cuando no conllevaran un dolor en el futuro. La filosofía epicureísta afirma que la filosofía debe ser un instrumento al servicio de la vida de los hombres, y que el conocimiento por sí mismo no tiene ninguna utilidad si no se emplea en la búsqueda de la felicidad.

Aunque la mayor parte de su obra se ha perdido, conocemos bien sus enseñanzas a través de la obra De rerum natura del poeta latino Lucrecio(que constituye un homenaje a Epicuro y una exposición magistral de sus ideas), así como a través de algunas cartas y fragmentos rescatados.

La filosofía de Epicuro consta de tres partes: la Gnoseología o Canónica, que se ocupa de los criterios por los cuales llegamos a distinguir lo verdadero de lo falso; la Física, que estudia la naturaleza; y la Ética, que supone la culminación del sistema y a la que se subordinan las dos primeras partes.

1. Zenón de Citio (333 - 264 a. C.)

La lógica de Zenón —contra la canónica de Epicuro y su escuela— admite que todo el conocimiento viene a partir de los sentidos —no hay ideas innatas—, pero cuando el hombre adquiere sus conocimientos llega a percibir los conceptos comunes, es decir, los conceptos morales universales. Para los estoicos, los conocimientos lógicos no son innatos, sino sencillamente comunes a todos los hombres. El hombre percibe los conocimientos universales a través de los sentidos —una intuición nos hace verlos a través de un hecho particular y no de una intuición divina como en Sócrates y Platón—.

La física de Zenón es bastante parecida a la de Heráclito e incorpora elementos de Platón. Un principio rector (el logos), en forma de fuego, conforma todas las cosas del universo, hasta las no materiales —dios es inherente al universo, no está fuera de él—. Así pues, nada escapa al destino universal y todo obedece inevitablemente a leyes divinas. Al final, el elemento divino del fuego se separará y se volverá a unir de forma cíclica eternamente.

La ética del estoicismo —a diferencia del epicureísmo— es una ética de la fatalidad: la lógica nos hace comprender las normas intrínsecas, la física describe la divinidad que forma parte de la materia y la ética nos hace acordes a la divinidad, oponiendo una resistencia constante a las pasiones o sentimientos dañinos. Pero para eso hacen falta armas, técnicas, una forma concreta de luchar con ellas; por eso la ética estoica es fundamentalmente práctica. Sus enseñanzas se centraban en dotar a las personas de recursos y herramientas para enfrentarse a sus conflictos y problemas.

Zenón solía explicar que la vida es una escuela y los seres humanos hemos venido a ella a aprender: de ahí que compartiera una serie de directrices muy prácticas para que sus seguidores mejoraran su competencia en el arte de vivir y superaran sus angustias. Por ejemplo, huir del inútil y peligroso victimismo oponiendo resiliencia: los seres humanos debemos comportarnos con entereza y responsabilidad y agradecer los infortunios, pues sólo así podemos desarrollar la virtud y la fortaleza.

Los estoicos no creen que la vida esté gobernada por la suerte, el azar o las coincidencias: no creen en la casualidad, sino en la causalidad. Todos los sucesos de nuestra existencia están regidos por la "ley de la causa y el efecto" y recogemos lo que sembramos. La recompensa de asumir dicha responsabilidad y de esforzarnos por cambiar de actitud es la ataraxia, imperturbabilidad o paz interior frente a las circunstancias desfavorables. Esta se consigue con entrenamiento y práctica diarios, y para ello es indispensable la fuerza de voluntad para vencer las pasiones y conseguir

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (21 Kb)
Leer 13 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com