Platon Y El Dialogo
Enviado por vickymoderniza • 5 de Noviembre de 2014 • 2.874 Palabras (12 Páginas) • 249 Visitas
Platón y el Dialogo
El siglo siguiente a la muerte de Sócrates fue brillante por Platón (427-347 A. de J.C.) y por Aristóteles (385-322 A. de J.C.) los principales filósofos griegos, con quienes alcanzó su cumbre no solamente el pensamiento filosófico de Grecia, sino también su literatura y toda su cultura.
Platón nació en Atenas. Perteneció a una familia noble y antigua cuyos orígenes pretendían remontarse a Salón. Su nacimiento y su vocación lo inclinaba a la política; pero la influencia de Sócrates lo llevó a dedicarse a la Filosofía. Platón fundó en su ciudad natal una escuela, en los jardines de Academos, de donde tomó su nombre: la Academia, que platón dirigió hasta su muerte. La Academia perduró hasta el año 529 de nuestra Era, aunque con algunas alteraciones. La mandó clausurar el emperador Justiniano.
El pensamiento filosófico de Platón abarcó todas las eras del amplio panorama filosófico; pero es tal su profundidad y calidad, que en esta visión de conjunto, que tiene por objeto darnos solamente una idea de lo que es la actividad filosófica y el saber filosófico, no es posible entrar en detalles al respecto, por lo que únicamente abordaremos en forma superficial algunos de los aspectos referentes a los problemas epistemológico y metafísico, que son el contenido principal de la filosofía platónica y el que ejerce mayor influencia en el desarrollo del pensamiento posterior.
Un distinguido contemporáneo nuestro, como lo fue el maestro Manuel García, considera a la filosofía platónica ubicada no en la corriente de la filosofía idealista; sino más bien en la corriente de la filosofía realista, no obstante que a la filosofía platónica se le ha llamado con justicia la Filosofía de la Ideas, por ser las ideas el principal centro de su investigación.
La interpretación del maestro García Morente es válida si se tiene en consideración que las ideas de que nos habla Platón son en verdad entidades exteriores al ser humano cognoscente, que le imponen sus categorías al sujeto en el acto de conocer para producir el conocimiento mismo, que es la tesis de la filosofía realista y no es el sujeto que conoce el que imprime a las ideas sus categorías internas para producir el conocimiento, que es lo que ocurre en todo sistema idealista.
Sin embargo, se puede ubicar válidamente a la filosofía platónica dentro del idealismo si se tiene en consideración que las ideas del mundo utópico de Platón se internan en nuestra alma antes de nacer, según su teoría, en la contemplación de ese mundo perfecto que es la religión de las almas y de los modelos eternos de las cosas; pero si en nuestra vida material podemos conocer qué son las cosas materiales, esos pálidos reflejos, esas sombras vanas de las cosas perfectas del topos uranos, es precisamente porque ya viene equipada nuestra alma de las imágenes de las ideas perfectas que conoció en ese lugar celeste y ese equipamiento de nuestro yo, de nuestra capacidad intelectiva es lo que proyectamos al mundo exterior para conocer, a través del mundo engañoso de las cosas vanas, de las cosas materiales, el mundo perfecto de las cosas auténticas, de las existencias verdaderas y perfectas y así obtener el conocimiento auténtico y verdadero del mundo, de la existencia de los objetos de conocimiento científico.
Que son las cosas y cómo obtenemos el conocimiento de ellas, son los temas principales de la filosofía platónica para Platón, como para Parménides, tenemos dos grados, des categorías de conocimientos: la mera opinión, en griego doxa y el saber auténtico, en griego nus o episteme.
La mera opinión es el conocimiento que nos resulta de las noticias que de la realidad exterior nos proporcionan los sentidos, por éso no es de confiar, porque los sentidos nos dan conocimiento superficiales de una realidad cambiante, como dice Heráclito; en cambio, el saber auténtico aspira a profundizar en la estructura básica de las cosas y darnos de esa manera el conocimiento de lo que es eterno, definitivo e imperecedero, porque para Platón, como para Parménides, no es posible admitir que la verdad sea cambiante, es decir, la verdad auténtica acerca de una cosa determinada acerca de un objeto de conocimiento científico determinado.
Esta concepción inicial plantea graves problemas a Platón para poder determinar cómo es que ocurre el conocimiento substancial, básico, científico, seguro, sin alteraciones, de la realidad exterior y ante la imposibilidad de explicarlo con la precisión, conservadas en su totalidad hasta nosotros, en las que hace gala de facilidad literaria y belleza en la exposición, adoptando el estilo de diálogo y en las que inmortaliza la figura de su maestro Sócrates, como personaje central de sus diálogos, matizados de bellas narraciones en las que nos presenta mitos o alegorías, con los cuales pretende explicar su grandiosa concepción.
Así surge la teoría de las ideas. Sigue el procedimiento Socrático que conocemos con el nombre de mayéutica o parto del espíritu, mediante el cual se pretende obtener el conocimiento del intelocutor forzando el diálogo para hacerlo incurrir en contradicciones, hasta hacer brotar la luz de la verdad.
Platón pone en boca de Sócrates, para citar un ejemplo, un interrogatorio mediante el cual logra obtener de un esclavo iletrado la solución a complicados problemas matemáticos. Eso prueba, piensa Platón, que en realidad el conocimiento de las cosas, tanto el de las cosas materiales como el de los objetos intelectuales, como son, por ejemplo, los números, ya lo traemos los seres humanos en nosotros mismos desde antes de nacer, lo cual implica la existencia en nosotros de una alma racional e inmortal, la cual necesariamente tuvo una existencia previa a nuestra existencia material y que por tanto, conoció en algún lugar diferente a nuestro mundo material, la estructura misma de las cosas, que en este mundo material apenas sí podemos conocer como sombras o reflejos; pero que al alma contempló en su forma perfecta, en su estructura esencial, en el lugar celeste en donde habitó antes de venir al mundo, es decir, en el topos uranos, el cual está poblado por las esencias o formas puras, en griego eidos: imagen, idea.
De allí que los sentidos solo nos proporcionan vagos conocimientos que nos llevan a la simple creencia, conjetura u opinión; mientras que, como en su vida anterior el alma adquirió el conocimiento auténtico de la esencia de esas mismas cosas en el tipos uranos, donde conoció al hombre perfecto, o sea el concepto, a la idea de hombre, al árbol perfecto, o sea a la idea de árbol, a la justicia perfecta, o sea a la justicia más verdadera y auténtica, al amor perfecto, a la belleza perfecta, etcétera, para alcanzar ese saber auténtico solamente tenemos que esforzarnos en recordar,
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