Poesía Griega
Enviado por EsaSam • 25 de Octubre de 2012 • 1.141 Palabras (5 Páginas) • 443 Visitas
I La luna luminosa huyó con las Pleyadas; la noche silenciosa ya llega a la mitad; la hora pasó, y en vela sola en mi lecho, en tanto suelto la rienda al llanto sin esperar piedad.
II Amor, que el pecho mío continamente agita, es dulce y es impío, y es más que una avecita volátil y ligero. ¡Ay! de su dardo fiero, ¿quién consiguió victoria? Renueva, amada mía, renueva la memoria de cuando Atis ardía, tu dulce amor odiaba y a Andr6meda estimaba.
III Desciende, Venus bella, y en las doradas copas con el suave néctar, mezcla purpúreas rosas, y a mis dulces amigos que tu deidad adoran, con divinal bebida inspira y alboroza.
IV Será tal vez hallada simplecilla labriega, si dulce amor hirióla con su dorada flecha, Amor el rapazuelo de Venus Citerea, que con su blanda mano doma las bravas fieras. Y la joven hermosa nacida en la floresta, siendo de amor tocada, ya suaviza y templa, las rústicas costumbres, la esquivez de la selva, plegando sus vestidos con gracia y gentileza.
V De los verdes manzanos en las frondosas cimas, con estruendoso ruido las aguas se deslizan, las puras frescas aguas que el peñasco destila; el delicioso estruendo de las hojas movidas del apacible viento süave sueño inspira, y con Venus hermosa soñaba que dormía; mas de las altas ramas, del viento sacudida, una roja manzana de mi sueño me priva.
VI Al Olimpo volara si alitas yo tuviera, cual cándida paloma, y a Pafia la risueña mis cuitas contara, mis amorosas quejas, y de allí a las alturas de los montes viniera, y enlazaran mis brazos la causa de mi pena: que el amor dulce amargo con fiera violencia mi corazón impele, le arrebata y le lleva, cual viento impetuoso arranca por las selvas en los excelsos montes a las encinas gruesas.
VII La graciosa doncella en apartada estanza pasa su edad florida de delicias privada; sus cuidadosos padres dicen: -Amor la espanta, allí vive contenta, que no quiere de Pafia las süaves caricias-; mas, ¡ay!, niña cuitada, que ya siente tu pecho las amorosas llamas, triste, cerrada y sola, niña y enamorada. VIII Morirás, bella joven; ni servirá ser bella, ni quedará memoria de ti sobre la tierra, porque las frescas rosas no has gozado de Pieria: y así desconocida irás a las cavernas del horroroso Dite, ni será quien te vea cuando en las vanas sombras des fugitivas vueltas.
IX Alzad, alzad la casa, artífices, que viene el esposo gallardo, que a Marte se parece: al menos muy más alto, muy más robusto y fuerte que los más esforzados que la ciudad contiene. Todos de una vez toman y de sus asas tienen la gran Carkesia copa, y libación ofrecen, felicidad, delicias, eternos, justos bienes, al esposo desean, y el dulce vino beben. De todas las doncellas, tu venturosa suerte la más linda te ha dado, ni hallarse otra tal puede: la dulce joven bella, por quien tú tantas veces tiernos suspiros dabas, hoy a tus brazos viene; no envidies a los dioses, si tu ventura entiendes.
X Amor bulle en mi pecho y sin cesar voltea mi corazón amante y acá y allá le lleva; mis miembros desenlaza su poderosa diestra, y en viéndome rendido ya me desprecia y vuela; tiene sus lindas alas cual ave, mas es fiera, y dulce y apacible, y de indomable fuerza. Atis, de tu abandono al crudo Amor te queja, que en los ojos me abrasa
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