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Problemas Socio-afectivos


Enviado por   •  29 de Abril de 2015  •  766 Palabras (4 Páginas)  •  234 Visitas

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Sofía Amundsen volvía a casa después del instituto. La primera

parte del camino la había hecho en compañía de Jorunn. Habían

hablado de robots. Jorunn opinaba que el cerebro humano era

como un sofisticado ordenador. Sofía no estaba muy segura de

estar de acuerdo. Un ser humano tenía que ser algo más que una

máquina.

Se habían despedido junto al hipermercado Sofía vivía al final de

una gran urbanización de chalets, y su camino al instituto, era casi

el doble que el de Jorunn. Era como si su casa se encontrara en el

fin del mundo, pues más allá de jardín no había ninguna casa más.

Allí comenzaba el espeso bosque.

Giró para meterse por el Camino del Trébol. Al final hacía una

brusca curva que solían llamar Curva del Capitán. Aquí sólo había

gente los sábados y los domingos.

Era uno de los primeros días de mayo. En algunos jardines se veían

tupidas coronas de narcisos bajo los árboles frutales. Los abedules

tenían ya una fina capa de encaje verde.

¡Era curioso ver cómo todo empezaba a crecer y brotar en esta

época del año! ¿Cuál era la causa de que kilos y kilos de esa

materia vegetal verde saliera a chorros de la tierra inanimada en

cuanto las temperaturas subían y desaparecían los últimos restos de

nieve?

Sofía miró el buzón al abrir la verja de su jardín. Solía haber un

montón de cartas de propaganda, además de unos sobres grandes

para su madre. Tenía la costumbre de dejarlo todo en un montón

sobre la mesa de la cocina, antes de subir a su habitación para

hacer los deberes.

A su padre le llegaba únicamente alguna que otra carta del banco,

pero no era un padre normal y corriente. El padre de Sofía era

capitán de un gran petrolero y estaba ausente gran parte del año.

Cuando pasaba en casa unas semanas seguidas, se paseaba por ella

haciendo la casa mas acogedora para Sofía y su madre. Por otra

parte, cuando estaba navegando resultaba a menudo muy distante.

Ese día sólo había una pequeña carta en el buzón, y era para Sofía.

«Sofía Amundsen», ponía en el pequeño sobre. «Camino del

Trébol 3. Eso era todo, no ponía quién la enviaba. Ni siquiera tenía

sello.

En cuanto hubo cerrado la puerta de la verja, Sofía abrió el sobre.

Lo único que encontró fue una notita, tan pequeña como el sobre

que la contenía. En la notita ponía: ¿Quién eres?

No ponía nada más. No traía ni saludos ni remitente, sólo esas dos

palabras escritas a mano con grandes interrogaciones.

Volvió a mirar el sobre. Pues sí, la carta era para ella. ¿Pero quién

la había dejado en el buzón?

Sofía se apresuró

...

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