Propiedadesdel Ser Y Los Primeros Principios
Enviado por made1998 • 31 de Octubre de 2013 • 577 Palabras (3 Páginas) • 392 Visitas
El ser y los trascendentales
J. Maritain
La segunda observación se desprende de la consideración de los trascendentales: Nos vemos obligados a reconocer que esta realidad obtenida por mí en la idea de ser, en la intuición del ser, y que expreso por la palabra ser, es, en cuanto manifestada objetivamente por y en la idea de ser, más rica y más provista de valores inteligibles que lo que la idea de ser en sí sola me descubre inmediatamente; ella exige, en virtud de una necesidad interna, desbordar en cierto modo la idea misma en que se objetiva.
Quiero decir lo siguiente:
Sabéis que los metafísicos reconocían cierto número de modos universales del ser, modos tan universales como el ser mismo y que se les llama trascendentales (passiones entis): lo uno, por ejemplo, es el ser en cuanto no dividido – es una faz del ser que surge frente al espíritu-, su consistencia interna; puede ser dividido pero al instante renuncia a sí mismo; perece, pues en la medida en que una cosa es, es una.
Lo verdadero es el ser en cuanto presentado a la intelección, al pensamiento; he aquí una nueva faz del ser que se manifiesta, una nueva resonancia brotada de él; responde al espíritu que conoce; le habla, sobreabunda en dicción, expresa, manifiesta una consistencia para el pensamiento, una tal o cual inteligibilidad que es él mismo; una cosa es verdadera –es decir, concuerda con lo que así dice de sí misma al pensamiento, con lo que anuncia de inteligibilidad-, en cuanto es. Lo que se manifiesta entonces es el orden de un cierto yo debo ser consustancial al yo soy: todo ser debe ser –y es, en cuanto existe- consonante, concordante con la expresión que haría de sí mismo un Conocimiento perfecto. ¿Y el bien, el trascendental bien?
El bien es el ser objeto del amor, del querer; y es éste una nueva epifanía del ser, nosotros volveremos a él enseguida: toda cosa es buena (metafísicamente; no estamos en el orden moral), es digna de ser amada, de ser el objeto de un amor, en la medida en que ella existe. Cada uno de estos transcendentales es el ser mismo bajo cierto aspecto. No le añaden nada real (¿qué podrían añadir ellos al ser?, fuera del ser no hay más que la nada); son como un aumento del ser por y en nuestro espíritu; no hay distinción entre el ser y lo uno, entre el ser y lo verdadero, entre el ser y el bien; son nociones “convertibles”, diversas inagotabilidades entre las cuales no media sino una distinción de razón, pero fundada en lo real, una distinción virtual.
Veis por consiguiente que para una sola y misma realidad, para algo que es uno y lo mismo fuera de mi espíritu, para cierta cosa que en cuanto ser es uno, verdadero, bueno, para esta sola y única realidad existente o que puede existir fuera de mi espíritu, tengo muchas ideas.
La idea, la noción, la ratio de ser es, en cuanto idea, distinta de
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