Reseña crítica de Sein un Zeit (El ser y el tiempo)

Reseña crítica de “El Ser y El Tiempo”^[1].
Una visión retrospectiva bajo la hermenéutica de la poesía.

“Sarvam duhkham, sarvam anityam”^[2]

A veces, no siempre, pero a veces, despiertas con la basura de tu habitación hasta el cuello, la luz llena de polvo colándose por las cortinas, escapando entre los dedos, pero sabes bien que allá afuera el mundo se encuentra a oscuras.  Nacemos solos, morimos solos, y en soledad estamos destinados a recorrer las sucias galerías de nuestras propias ruinas. Nada me pertenece, ni siquiera un instante.

Alguna vez escuché de Francisco Toledo^[3] cierta triste afirmación: “el camino del artista y del creador siempre es solitario”.   Aún más solitario de lo que la vida ya es, aún más oscuro que el universo en que erramos.  De la misma manera, hay todavía más formas de trascender la soledad. Por ejemplo, Hugo Hiriart^[4], en su reciente obra, El Arte de Perdurar^[5], pléyade en que se expone el trabajo del intelectual mexicano Alfonso Reyes^[6], busca comprender las razones que llevan a ciertos artistas como J. L. Borges^[7] a la fama y porqué otros tan buenos como A. Reyes no lo logran. Es entonces cuando sale a relucir la cuestión del arte, una proyección de nosotros mismos en la que buscamos desesperadamente reencontrarnos y abarcar todo aquello que nos rodea, simulando pájaros, paisajes y cuerpos, simulando capturar la esencia de los instantes mismos en un depósito cualquiera.  El arte, es por ello, la más ferviente intención de ‘perdurar’ en un mundo sintético que nos devora sin descanso, en una muerte sin fin.

Y es justamente esta misma idea de arte como inflexión humana lo que lleva en 1927 al filósofo alemán Martin Heidegger^[8] a escribir uno de los tratados más complejos e influyentes del siglo XX, El Ser y El Tiempo, en que se busca llegar a la comprensión de lo existente en el tiempo y de lo intemporal, de donde deriva la creciente y vertiginosa corriente del existencialismo, tan popular en la década de los 70’s.

El libro plantea como principio básico utilizar un método de investigación y análisis muy riguroso en que la filología no puede escapar y busca manejar su búsqueda conceptual a base del latín y del griego.   Específicamente, describe el concepto de ‘Lógica’ como el diálogo trascendentalista que busca exponer la naturaleza de algún hecho u objeto explayándolo por medio del lenguaje, por lo que se puede decir que su libro es, en todo sentido, una labor lógica por excelencia.   Por otra parte, también describe la etimología griega de la palabra ‘Fenómeno’, que exegéticamente significa ‘aquello que se muestra ante los ojos’ en el modo de ser de un proceso, por lo cual acuñamos el término ‘Fenomenología’ como abstracción, que se lleva por medio de la lengua, del mundo circundante y del ‘ser ahí’^[9] que lo contempla en un proceso que lo conduce a su propia comprensión y contemplación.

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