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Resumen De La República De PLaton


Enviado por   •  25 de Junio de 2014  •  2.222 Palabras (9 Páginas)  •  318 Visitas

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PLATON

LAREPUBLICA

(RESUMEN)

¿No se encuentra la justicia así en un hombre como en una sociedad de hombres? pero la sociedad es más grande que un simple particular; por lo tanto, la justicia podría hallarse perfectamente en la sociedad en caracteres más grandes y más fáciles de distinguir.¿No nace la sociedad de la impotencia en que de bastarse a si mismo se encuentra cada hombre, y la necesidad que siente de muchas cosas? ¿Tiene alguna otra causa su origen? Así como quiera que la necesidad de una cosa moviese a un hombre a unirse a otro, y otra necesidad a otro hombre, la multiplicidad de esas necesidades a reunido en un mismo lugar a diversos hombres, con la mira de ayudarse unos a otros, y hemos dado a esa sociedad el nombre de Estado. Sus fundamentos estarán constituidos evidentemente por nuestras necesidades. Ahora bien: la primera y mas grande de ellas ¿no es la nutrición, de que depende nuestro ser y vida? La segunda necesidad es la casa, la tercera el vestido ¿y como podrá abastar nuestro estado a sus necesidades? ¿No faltara para ello que uno sea labrador, otro arquitecto y otro tejedor? ¿Añadiremos a estos un zapatero o algún otro artesano semejante nuestro Estado necesitara aun, por tanto, mas personas que vayan a buscar a los vecinos Estados aquello que a el le falta, pero esas personas volverán con las manos vacías, como no lleven, en cambio, a esos Estados, aquello que a su vez necesiten, gentes que tomen a su cargo la importación de los diversos objetos de cambio esa gentes son las que llamamos comerciantes? Todo Estado se compone, pues esencialmente, de cuatro o cinco personas.

Todo depende de los principios, particularmente en lo que se refiere a los niños, por que en esa edad, el alma tierna todavía, recibe fácilmente todas las impresiones que quieran dársele ¿permitiremos pues, que el primero que se presente refiera indiferente a los niños todo genero de fabulas, y que el alma infantil reciba de esas fabulas, impresiones, las mas de las veces contrarias a las ideas que queremos que tengan en edad mas avanzada. Empecemos, pues, antes que nada, por velar sobre los autores de las fabulas. Escojamos aquellas quesean convenientes y rechacemos las demás. Y si queremos que los defensores de nuestra republica detesten las disensiones y discordias, no les hablaremos de los combates de los dioses ni de los lazos que se tendían unos a otros; así como así, nada de eso es cierto. Si es nuestro propósito convencerles de que jamás reino la discordia entre los ciudadanos de una misma republica, y que no puede reinar entre ellos sin crimen, obliguemos a los poetas a que no compongan nada, y a los ancianos de entrambos sexos, a que no cuenten a los niños nada que tienda a ese fin. Mas cuando en presencia nuestra se diga que dios, que es bueno, ha causado daño a alguien, nos opondremos a ello con todas nuestras fuerzas, si queremos que nuestra republica este bien ordenada, y no permitiremos que ni los viejos ni a los jóvenes que digan u oigan semejantes frases, sea en verso, sea en prosa, por que son injuriosas para dios, perjudiciales para el Estado, y por que se destruyen asi mismas. Así nuestra primera ley y nuestra regla primera tocante a los dioses será obligar a los ciudadanos a que reconozcan, de viva voz o en sus escritos, que dios no es autor de todas las cosas, sino únicamente de las buenas.

Hay en el alma del hombre tres principios que responden a cada uno de los tres órdenes del Estado (la clase gobernante. la clase guerrera y los artesanos, campesinos y comerciantes) ¿No se nos parece inexcusable que el particular sea prudente? ¿Y que el particular sea valeroso de la misma manera y por lo mismo que el Estado? En una palabra, que todo aquello que contribuye ala virtud se encuentre en el uno como en el otro. Así diremos que lo que hace justo al Estado hace justo al particular igualmente.

Ahora bien decíamos que cada ciudadano debe tener un solo empleo, aquel para le cual trae al nacer mas disposición. Pero hemos oído decir a otros y nosotros mismo lo hemos dicho, que la justicia consiste en ocuparse únicamente de los propios asuntos, sin intervenir para nada en los ajenos. Me parece que después de la templanza; del valor y la prudencia lo que nos falta por examinar en nuestra republica debe ser principio mismo de esas tres virtudes, aquello que las produce y las conserva tanto tiempo cuanto en ellas perdura. Ahora bien si encontramos esas tres virtudes, lo que quedase después de haberlas puesto aparte seria la justicia.

Si tuviésemos que decir que será lo que contribuya mas poderosamente a hacer perfecto nuestro Estado; si la concordia entre magistrados y ciudadanos, o , nuestros guerreros, la idea legitima e inquebrantable de lo que es de temer o lo que no, o la prudencia de los que gobiernan, finalmente, aquella virtud por la cual todos los ciudadanos, mujeres niños, hombres libres, esclavos, artesanos, magistrados y súbditos, se limitan cada cual a su empleo, sin intervenir en los ajenos, difícil nos seria fallar. Así esa la virtud que contiene a cada cual dentro de los limites de su propia labor, no contribuye menos ala perfección de la sociedad civil que la prudencia, el valor y la templanza esa virtud, que unida a las demás, asegura el bien del Estado es la justicia.

No hemos olvidado que el Estado es justo cuando cada uno de los tres órdenes de que se compone hace exclusivamente aquello que es su deber. Recordemos, pues, que cada cual de nosotros será justo y cumplirá su deber cuando cada una de las partes de que él mismo se compone cumpla su labor propia. ¿No incumbe ala razón el mando puesto que en ella reside la prudencia, y toda vez que ejerce inspección sobre la totalidad del alma? ¿Y no corresponde ala cólera obedecer y secundarla? ¿Y como podrían mantenerse en perfecto acorde esas dos partes si no es mediante la mezcla de la música y de la gimnástica, y cuyo efecto será, por una parte, nutrir y fortificar la razón con hermosos preceptos y con el estudio de las ciencias, y por otra parte, adulciguar y aquietar el valor con el hechizo del numero y la armonía. Esas dos partes del alma, así educadas e instruidas en su deber, regirán al apetito sensitivo, que ocupa la mayor parte de nuestra alma, que es insaciable por naturaleza. Tendrán cuidado de que después de haberse acrecentado y fortalecido ese apetito con goce de los placeres del cuerpo, no exceda de los límites de su deber, ni pretenda atribuirse sobre el

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