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SEMIOLOGIA


Enviado por   •  21 de Mayo de 2015  •  447 Palabras (2 Páginas)  •  174 Visitas

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LENGUAJE EMOTIVO Y PROPOSICIONAL:

Cassirer recuerda los dos tipos básicos de lenguaje: el lenguaje inferior, o emocional, que es la mera expresión de sentimientos y que se da también en algunos animales, y el lenguaje superior o proposicional, que es el lenguaje propiamente dicho, que supone la concatenación objetiva de ideas, y es un fenómeno exclusivamente humano.

El lenguaje proposicional construye una visión del mundo peculiar: un mundo de “cosas”, y no sólo un flujo de cualidades, como sucede en el mundo animal. Los hombres damos un “nombre” a determinados conjuntos de percepciones, y los llamamos “cosas”, y esto luego nos permite “reconocerlas”. Con la aparición del lenguaje en el hombre, una vida de “significados” sustituye a una vida de meros “impulsos”, frenando el fujo de sensaciones, estableciendo una serie de puntos de referencia alrededor de los cuales éstas se aglutinan y estructuran. Aprender a hablar significa por lo tanto construir el mundo, acercándose a él de una manera activa.

Sólo el hombre lleva a cabo este proceso de solidificación de los datos de los sentidos para construir “objetos”; y en este proceso el lenguaje juega un papel capital. Porque el concepto de “casa” no es la imagen de una casa —que puede variar mucho. Para mantener la identidad objetiva del concepto, una de las ayudas más importantes es la identidad del nombre, del símbolo lingüístico.

Y así, describir o designar cosas dándoles un nombre es una función nueva e independiente respecto de la función simbólica propia del mito, e implica dar un nuevo paso en el proceso de objetivación. Supone aprender a clasificar nuestras percepciones poniéndolas bajo categorías generales [Cassirer 1979].

Con la primera comprensión del simbolismo del lenguaje, tiene lugar una verdadera revolución en la vida humana, pues se da el paso del estado emotivo a la actitud teórica; es decir se da el paso desde la vida confinada en los límites de lo meramente subjetivo a la capacidad de objetivación.

Aprender a hablar no es un proceso mecánico: no es aprender a colocar “etiquetas” —palabras, nombres— a las cosas. Cassirer señala que cuando un niño aprende a nombrar las cosas no se dedica a añadir una lista de signos artificiales a su conocimiento previo de objetos empíricos acabados, sino que más bien aprende a configurar sus percepciones de una manera concreta, a formar esos objetos, a entendérselas con el mundo de manera objetiva [Cassirer 1975: 199].

Por tanto, los nombres de las cosas no encierran ninguna pretensión de designar su naturaleza o esencia propia, sino que se limitan a manifestar cuál es el aspecto particular de esa realidad que estamos subrayando en cada momento. Y precisamente en esta limitación o restricción que ejercen las palabras estriba su utilidad, su valor.

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