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Texto Meidevales


Enviado por   •  23 de Octubre de 2013  •  7.938 Palabras (32 Páginas)  •  605 Visitas

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MITO DE LA CAVERNA

Platón

Una de las más célebres alegorías, si no la más célebre de todas, en la historia de la filosofía es la llamada Caverna de Platón. Este filósofo, la presenta, por boca de Sócrates, al comienzo del libro VII de la República y resume con gran belleza, el sentido más profundo de su pensamiento.

Sócrates pide a Glaucón que se represente a unos hombres viviendo es un subterráneo en forma de caverna. La entrada de la caverna, ocupa toda la fachada. Los hombres se hallan en el interior de la caverna desde la infancia, encadenados por el cuello y las piernas y sin poder moverse ni volver la cabeza. Lo único que pueden ver es el fondo de la caverna. Fuera de ésta, y sobre una altura, brilla un fuego. Entre el fuego y los hombres encarcelados, o encavernados, se interpone un camino elevado, a lo largo del cual se levanta un muro, parecido a las tablas que se erigen para los titiriteros. A lo largo del muro hay hombres que acarrean objetos de toda clase. Llevan figuras de hombres y animales, de piedra y de madera. Algunos de estos portadores de objetos hablan y otros permanecen silenciosos.

Los hombres encadenados en la caverna, los prisioneros, se parecen a nosotros. Cada uno de ellos hace lo mismo que todos sus vecinos: sombras proyectadas por el fuego sobre el fondo de la caverna. Cuando se comunican entre sí, los prisioneros hablan de lo mismo; creen que ven y describen las cosas reales cuando solamente ven y describen sus sombras o apariencias. Lo mismo con las voces de los hombres que están fuera: oyen no sus voces reales, sino los ecos reflejados por el muro del fondo de la caverna. Evidente que, a los ojos de estas personas la realidad no sería otra cosa que la sombra de estos objetos.

Si se le quitaran las cadenas a uno de esos prisioneros y se le obligara a levantarse, volver la cabeza y mirar la luz que viene del exterior, quedaría por de pronto como cegado. Si se le dijera entonces que lo que había visto eran meras apariencias y que ahora está viendo cosas más reales, no sabría qué decir. Lo más probable es que juzgara más verdaderas las cosas que había visto, es decir, los reflejos que se proyectaban sobre el muro en el fondo de la caverna. Y no digamos si se le obligara a salir de la caverna, subir a la altura y mirar de frente la luz; seguramente se rebelaría y completamente cegado, no vería ninguno de los objetos que ahora consideramos verdaderos.

Pero si se le habituara a mirar las verdaderas realidades y no las apariencias, terminaría por descubrir que lo que había visto hasta entonces eran, en efecto, meras apariencias, sombras y reflejos. De momento vería más fácilmente las sombras o imágenes, pero luego se acostumbraría a ver las cosas mismas, modelos de tales imágenes; más tarde, iría elevándose hasta, que al final, podría ver el propio sol, y comprendería que éste es la fuente de la luz y la causa de que haya estaciones y años; y hasta, en cierto modo, la causa de todas las cosas. Se alegraría entonces del cambio y se apiadaría de los hombres que aún siguen encadenados. No sólo les tendría lástima por creer que ven cosas reales cuando solamente ven apariencias, sino también por creer que los honores y recompensas que reciben, o que se otorgan unos a otros, son cosas valiosas.

Y si regresara a la caverna, e intentara convencer a sus antiguos compañeros de prisión, que viven en un mundo de sombras, éstos en vez de agradecerle sus esfuerzos para liberarlos de las cadenas, le echarían en cara su petulancia, o pretendida tal, y hasta tratarían de matarlo (como le pasó a Sócrates). Los que han visto la realidad, elevándose hacia las alturas del mundo inteligible, no parecen querer abandonar ya ese mundo luminoso de la verdad; en rigor, cuando se hallan entre los que siguen viviendo en un mundo de sombras, tienen el aspecto torpe y hasta ridículo. Esto es muy comprensible, dice Sócrates, pero si se fuera razonable se vería que hay dos clases de turbación: una es producida por el paso de la oscuridad a la luz y la otra por el paso inverso. La última especie de turbación es simplemente una señal de que se conoce la verdad y la realidad y de que queda uno ofuscado por la oscuridad.

El saber humano es un camino de la sombra hacia la luz. Este camino es angosto. Implica en primer lugar, una desconfianza de lo que nos parece más natural, lo cual, en el caso de los prisioneros, sería la sombra en la que habitualmente estamos instalados. Pero el conocimiento, que se levanta de la duda sobre la verdadera realidad de las sombras, obliga al prisionero a emprender un largo viaje para escapar de este mundo fantasmal.

PREGUNTAS:

1. ¿Cuáles son las palabras que Platón utiliza para definir el mundo de las sombras?

2. Mencione las consecuencias en su pensamiento y en su actuar al informarle y demostrarle que Dios no existe

3. ¿Qué diferencias hay entre lo real y la realidad?

4. ¿Cuándo reconoce usted lo real de las realidades existentes?

5. ¿Cómo relaciona el mito de la caverna con su vida?

6. Análisis de textos

Lee los textos que a continuación presentamos, y responde a las siguientes preguntas:

1. Elabora un breve resumen de cada uno de ellos.

2. Del Texto 1. ¿Qué aspectos resaltarías de la educación impartida por los sofistas?

3. ¿Cómo definirías la verdad a partir del análisis del Texto II?

4. Del Texto III, ¿quiénes establecen las leyes y cuáles son los objetivos de esas leyes?

5. ¿Cuál es la forma de Gobierno que propone Trisímaco en el Texto IV?

6. ¿Cómo definirías "el dialogo" a partir de la lectura del Texto V?

7. Del Texto VII, identifica algunas enseñanzas que se desprenden de la actitud de Sócrates ante la muerte.

Texto I

Reconozco que soy un sofista y que educo a los hombres [...] Joven, si me acompañas, te sucederá que cada día que estés conmigo regresaras a tu casa hecho mejor, y al siguiente, lo mismo. Y cada día, continuamente, progresaras hacia lo mejor [...].

Los otros (sofistas) abruman a los jóvenes. Porque, a pesar de que ellos huyen de las especializaciones técnicas, los reconducen de nuevo en contra de su voluntad, v los introducen en las ciencias técnicas, enseñándoles cálculos astronomía, geometría, música -y al decir esto miro de reojo a Hipias— En cambio, al acudir a mi, aprenderá solo aquello por lo que viene. Mi enseñanza es la buena administración de los bienes familiares, de modo que pueda él dirigir óptimamente su casa. y acerca de los asuntos políticos, para que pueda ser el más capaz de la ciudad, tanto en el obrar como en el decir.

PLATÓN: Frotadoras, 317a-319a.

Texto II

Sostengo

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