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Un Mundo Feliz


Enviado por   •  12 de Diciembre de 2012  •  505 Palabras (3 Páginas)  •  462 Visitas

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CAPITULO I

Un edificio gris, achaparrado, de sólo treinta y cuatro plantas. Encima de la entrada principal las

palabras: Centro de Incubación y Condicionamiento de la Central de Londres, y, en un escudo, la

divisa del Estado Mundial: Comunidad, Identidad, Estabilidad.

La enorme sala de la planta baja se hallaba orientada hacia el Norte. Fría a pesar del verano que

reinaba en el exterior y del calor tropical de la sala, una luz cruda y pálida brillaba a través de las

ventanas buscando ávidamente alguna figura yaciente amortajada, alguna pálida forma de

académica carne de gallina, sin encontrar más que el cristal, el níquel y la brillante porcelana de un

laboratorio. La invernada respondía a la invernada.

Las batas de los trabajadores eran blancas, y éstos llevaban las manos embutidas en guantes de

goma de un color pálido, como de cadáver. La luz era helada, muerta, fantasmal. Sólo de los

amarillos tambores de los microscopios lograba arrancar cierta calidad de vida, deslizándose a lo

largo de los tubos y formando una dilatada procesión de trazos luminosos que seguían la larga

perspectiva de las mesas de trabajo.

— Y ésta — dijo el director, abriendo la puerta — es la Sala de Fecundación.

Inclinados sobre sus instrumentos, trescientos Fecundadores se hallaban entregados a su trabajo,

cuando el director de Incubación y Condicionamiento entró en la sala, sumidos en un absoluto

silencio, sólo interrumpido por el distraído canturreo o silboteo solitario de quien se halla

concentrado y abstraído en su labor. Un grupo de estudiantes recién ingresados, muy jóvenes,

rubicundos e imberbes, seguía con excitación, casi abyectamente, al director, pisándole los talones.

Cada uno de ellos llevaba un bloc de notas en el cual, cada vez que el gran hombre hablaba,

garrapateaba desesperadamente.

Directamente de labios de la ciencia personificada. Era un raro privilegio. El D.I.C. de la central de

Londres tenía siempre un gran interés en acompañar personalmente a los nuevos alumnos a visitar

los diversos departamentos.

— Sólo para darles una idea general — les explicaba.

Porque, desde luego, alguna especie de idea general debían tener si habían de llevar a cabo su tarea

inteligentemente; pero no demasiado grande si habían de ser buenos y felices miembros de la

sociedad, a ser posible. Porque los detalles, como todos sabemos, conducen a la virtud y la felicidad,

en tanto que las generalidades son intelectualmente males necesarios. No son los filósofos sino los

que se dedican a la marquetería y los coleccionistas de sellos los que constituyen la columna

vertebral de la sociedad.

— Mañana — añadió, sonriéndoles con campechanía

...

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