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Zeus


Enviado por   •  26 de Abril de 2015  •  Síntesis  •  1.689 Palabras (7 Páginas)  •  286 Visitas

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CORO: Explícanos qué culpa cargas para que Zeus haya ordenado ultrajarte de una manera tan infame y cruel.

PROMETEO: Duéleme hablar de ello, pero también duéleme más no hacerlo. Los dioses empezaron a enfadarse y produciéndose entre ellos la discordia; unos querian arrojar a Cronos de su trono, para que Zeus desde entonces reinara; otros, por el contrario, esforzáronse en que Zeus no mandara jamás sobre los dioses; y yo fui incapaz de persuadir con mis mejores consejos a los titanes, hijos de la Tierra y del Cielo. Despreciando las arteras trazas, creyeron, en su brutal presunción, que sin fatiga se harían dueños sólo por la violencia. Mi madre, Temis y Tierra, quienes son, como lo sabéis, un sólo ser bajo nombres diversos, habíanme profetizado -y no una sola vez- cómo se cumpliría el futuro: que no por la fuerza o por la violencia, sino con engaño debería vencerse a los poderosos. Mientras yo les explicaba estas cosas con mis palabras, nunca se dignaron a dirigirme la mirada. Lo mejor en aquellas circunstancias me pareció que era, haciendo caso a mi madre, ponerme del lado de Zeus que recibió, agradecido, a un voluntario. Por mis consejos, el antro negro y profundo del Tártaro encierra hoy al antiguo Cronos y a sus aliados. Tales fueron los beneficios que recibio de mí el tirano de los dioses y que me ha pagado con esta cruel recompensa. Sin duda, es un vicio inherente a la tiranía, no confiar en los amigos.

Ahora, me preguntáis por qué causa me ha aprisionado y os lo aclararé. En cuanto se sentó en el trono paterno, enseguida distribuyó entre los dioses sus privilegios, a cada uno diferentes, y organizó su imperio; pero no se preocupó en lo absoluto de los míseros mortales sino que, aniquilando toda raza, deseaba crear otra nueva. A este proyecto sólo yo me opuse. Yo me atreví; libré a los mortales de ser precipitados al Hades. Por ello ahora estoy padeciendo este agónico penar, sufrimiento doloroso muy dificil de soportar y bastante lamentable de presenciar. Por haber tenido ante todo piedad de los mortales, no fui juzgado digno de conseguir la comprasión sino que implacablemente soy tratado. ¡Espectáculo infamante para Zeus!

CORO: De corazón de roca y tallado en piedra es el que no se indigna, Prometeo, por tus penurias. Por nuestra parte hubièsemos deseado no verlas, y ahora que las vemos sentimos el corazón dolido.

PROMETEO: Sí, no hay duda de que para los amigos es muy doloroso verme.

CORO: Pero ¿no habrá sido, Prometeo, que tu acción fue, tal vez, más grave que lo que nos relatas?

PROMETEO: Sí, es probable, ya que logré que los mortales dejaran de pensar en la muerte antes de tiempo.

CORO: ¿Será? Pero, dinos, qué hiciste para ello.

PROMETEO: Sencillo: hice habitar entre ellos la ciega esperanza.

CORO: ¡Gran favor otorgaste con eso a los mortales!

PROMETEO: Pero, además de esto, yo les regalé el fuego.

CORO: ¿Y ahora los seres efímeros tienen el fuego resplandeciente?

PROMETEO: ¡Sí! Y por él aprenderán muchas artes.

CORO: Entendemos. Es, pues, por tales culpas, que Zeus te ...

PROMETEO: ... me ultraja negándose a disminuir mis males.

CORO: ¿Pero ... acaso no ha fijado un término para tu pena?

PROMETEO: No, ninguno, solo cuando le plazca a él.

CORO: -¿Y cuándo será eso? ¿Hay alguna esperanza de que pronto ponga término a tus sufrimientos? Pero, bueno, ya te has convencido de tus errores, así que tu aceptación de haber delinquido conlleva implìcita una pena de profundo sufrimiento en ti. Mas ... dejemos esto y busquemos la manera de que pronto te libres de estas cadenas.

PROMETEO: Fácil resulta al que tiene el pie fuera de las desgracias aconsejar y amonestar al infortunado. Pero todo esto yo ya lo sabía. A conciencia cometí la falta, ¡no lo niego!; por ayudar a los mortales he encontrado este castigo. Sin embargo nunca supuse que mi falta me conduciría a consumirme en unas rocas abruptas, en una cima desierta alejada de todo y de todos. Pero ahora, sin que os lamentéis por estos sufrimientos, bajad a tierra firme, escuchad mi suerte futura, para que lo sepáis todo hasta el fin. ¡Creedme, creedme! Compadeced al que sufre; la aflicción vuela sin cesar, y se posa en uno, y a veces, en otro.

CORO: Tú urges a una tropa dispuesta a obedecerte, Prometeo. Ahora, dejando con pie ligero este raudo asiento y el éter, ruta sagrada de las aves, nos acercaremos a este suelo escabroso, porque deseamos escuchar hasta el final tus padecimientos.

(A la vez que las Oceánidas descienden, aparece, ascendiendo, Océano en un carro tirado por un caballo alado)

OCÉANO: Por fin he llegado al final de un largo viaje en mi recorrido hacia ti, Prometeo. Sólo con mi mente y sin bridas, conduje este alado monstruo. De tus desgracias me conduelo. El parentesco, creo, me obliga y, además de la sangre, no hay a quien dé mayor amistad que a ti. Verás que digo la verdad y que no se halla en mí adular en vano. Venga, pues, dime en qué he de ayudarte, porque nunca dirás que tienes un amigo más seguro que Océano.

PROMETEO: ¿Qué es esto? ¿Tú

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