AMERICA COMO REFUGIO DE LOS VALORES CABALLERESCOS
Enviado por bartitop • 26 de Febrero de 2013 • 4.018 Palabras (17 Páginas) • 664 Visitas
¿América como exilio para los valores
caballerescos?: apuntes sobre la Numancia
de Cervantes, la Araucana de Ercilla y
algunos textos americanos en torno al
1600
Michael Róssner
Las tres partes de la Araucana, publicadas entre 1569 y 1589, se insertan
en una corriente europea de epopeyas renacentistas que tendía a la
composición de la epopeya heroica nacional, fracasada en la Franciade
de Ronsard, lograda en las Lusíadas de Luis de Camóes.' Como este
último, Ercilla canta las hazañas de su pueblo en Ultramar, los grandes
descubrimientos y conquistas, pero a diferencia de él no escribe la
'Hispaniada', sino la Araucana, es decir el poema heroico de los indios y
no el de los españoles. Claro está que con el elogio de los enemigos
aumentaba también el valor de las hazañas propias, como lo hace notar
el mismo Ercilla: 'que más los españoles engrandecen/ pues no es el
vencedor más estimado/ de aquello en que el vencido es reputado' (I, 2;
78);2 no obstante esta segunda finalidad, me parece interesante notar
que, en un pueblo con la reputación estereotípica de ser orgulloso, en el
título del más importante poema heroico del Renacimiento la propia
nación es reemplazada por el enemigo.
Sin embargo, el caso de la admiración en Ercilla, por el valor de los
indios araucanos, que algunos han querido explicar por animosidades
personales, no es aislado: ya el sobrio cronista Gerónimo de Vivar en su
Crónica y relación copiosa y verdadera de los Reinos de Chile (escrita en
1558), en la presentación de un indio que, habiendo perdido ambas
manos, incita a sus compañeros a seguir la lucha, recurre a esta
comparación sorprendente: 'Quiselo poner aquí por no me parecer
rrazones de yndios, syno de aquellos antiguos numantinos quando se
defendian de los rromanos'.' A primera vista parece extraño que un
cronista-soldado en Chile comparase a los indios precisamente con un
pueblo de la antigüedad; sin embargo, con esta comparación, Vivar se
refiere a uno de los mitos claves de la nación española de aquella época,
mito que debería servir pocos años después a Miguel de Cervantes para
la composición de su 'tragedia nacional' Numancia. La leyenda del
suicidio colectivo de los numantinos ibéricos que no le permite a Cipión,
general romano, gozar de su triunfo, es propagada por primera vez por
Lucio Anneo Floro en su Compendio de hazañas romanas, y recogido por
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Alfonso el Sabio en su Primera crónica general de España (1270). El
episodio final del joven Bariato, último de los numantinos, que en vez
de entregarse y entregar su ciudad a los romanos se arroja de la torre,
aparece en 1481 en la Crónica de España abreviada de Moisén Diego de
Valera; es a través de esta tradición que debe haber llegado a Gerónimo
de Vivar, porque el romance de Timoneda (Rosa gentil) que trata este
tema es de 1573, catorce años después de la crónica de Vivar. En todo
caso, la mención de los numantinos en esta sobria crónica de un
conquistador prueba que el tema debe haber gozado ya de cierta
popularidad en torno a 1550.
En la tragedia cervantina (escrita probablemente en 1581, es decir 22
años después de la crónica de Vivar y entre las fechas de publicación de
la segunda (1578) y la tercera parte (1589) de la Araucana, los
numantinos explícitamente (por las palabras de la figura alegórica del
río Duero) son presentados como los antepasados de los españoles actuales
que realizarían bajo el reinado de Felipe II aquella plenitud de poder
merecido ya entonces por su constancia.4 Más importante que esta
búsqueda de antepasados ilustres me parece que la actitud de los
numantinos, en oposición a la de los romanos, representa valores
caballerescos, por lo menos en aquella variante típica de la Reconquista,
es decir, de fe y de espíritu de sacrificio descritos en los romances. El
enemigo, los romanos, aparece organizado según principios lógicos de
estrategia, y su comandante Cipión no está dispuesto a arriesgar su éxito
por escrúpulos caballerescos: ya que tiene el poder de forzar a los
numantinos a escoger entre la muerte por el hambre y la capitulación,
rechaza la oferta de un duelo. Él es, en lo bueno (sus celos de organización
y disciplina) y en lo malo (su utilitarismo y falta de escrúpulos) un guerrero
de la modernidad, condottiere de mercenarios que se orienta únicamente
hacia el éxito.
La obra cervantina muestra así dos mundos en oposición: un mundo
de valores medievales de nobleza y virtud abstracta; y un mundo
maquiavélico, de mercenarios y estrategas razonables que no se interesan
por valores abstractos, sino por éxitos palpables; éste último triunfante
en la realidad y la actualidad, el otro en la idealidad y en el futuro
anunciado por el Duero. Pero más que este 'consuelo', se hace palpable,
ya en la obra de Cervantes, la desorientación de un mundo que todavía
conservaba valores caballerescos en un contexto dominado por la razón
práctica. El caso de España, en el que coincide, gracias a la larga duración
de la Reconquista, el final de una sociedad caballeresca con el apogeo de
una sociedad imperialista y mercantil, la experiencia italiana (un mundo
absolutista y con papel importante de la burguesía) con el último acto
de las 'cruzadas' anti-islámicas, es el fondo ideal para este conflicto,
tratado por Cervantes también, y no sin matices trágicos, en su Don
Quijote.5 A diferencia del Quijote que oscila entre locura y cordura, entre
trágico fracaso y ridicula obcecación, en la Numancia las cosas están
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bien claras: por una parte, los españoles caballeros que no vacilan ni un
momento en su decisión de sacrificarse; por otra, los romanos superiores
en la técnica y la organización estratégicas, pero inferiores en la virtud.
Si nos acordamos de este esquema de Cervantes, muy importante en el
momento de la formación de una nación española (la unión de Castilla
y Aragón es todavía reciente, se acaba de conquistar Portugal), resulta
extraño ver que la comparación
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