El Fracaso De La Nacion
Enviado por anfall • 7 de Mayo de 2012 • 759 Palabras (4 Páginas) • 701 Visitas
sobre la mesa de la cocina, antes de subir a su habitación para
hacer los deberes.
A su padre le llegaba únicamente alguna que otra carta del banco,
pero no era un padre normal y corriente. El padre de Sofía era
capitán de un gran petrolero y estaba ausente gran parte del año.
Cuando pasaba en casa unas semanas seguidas, se paseaba por ella
haciendo la casa mas acogedora para Sofía y su madre. Por otra
parte, cuando estaba navegando resultaba a menudo muy distante.
Ese día sólo había una pequeña carta en el buzón, y era para Sofía.
«Sofía Amundsen», ponía en el pequeño sobre. «Camino del
Trébol 3. Eso era todo, no ponía quién la enviaba. Ni siquiera tenía
sello.
En cuanto hubo cerrado la puerta de la verja, Sofía abrió el sobre.
Lo único que encontró fue una notita, tan pequeña como el sobre
que la contenía. En la notita ponía: ¿Quién eres?
No ponía nada más. No traía ni saludos ni remitente, sólo esas dos
palabras escritas a mano con grandes interrogaciones.
Volvió a mirar el sobre. Pues sí, la carta era para ella. ¿Pero quién
la había dejado en el buzón?
Sofía se apresuró a sacar la llave y abrir la puerta de la casa pintada
de rojo. Como de costumbre, al gato Sherekan le dio tiempo a salir
de entre los arbustos, dar un salto hasta la escalera y meterse por la
puerta antes de que Sofía tuviera tiempo de cerrarla.
–¡Misi, misi, misi!
Cuando la madre de Sofía estaba de mal humor por alguna razón,
decía a veces que su hogar era como una casa de fieras, en otras
palabras, una colección de animales de distintas clases. Y por
cierto, Sofía estaba muy contenta con la suya. Primero le habían
regalado una pecera con los peces dorados Flequillo de Oro,
Caperucita Roja y Pedro el Negro. Luego tuvo los periquitos Cada
y Pizca, la tortuga Govinda y finalmente el gato atigrado Sherekan.
Había recibido todos estos animales como una especie de
compensación por parte de su madre, que volvía tarde del trabajo, y de su padre, que tanto navegaba por el mundo.
Sofía se quitó la mochila y puso un plato con comida para
Sherekan. Luego se dejó caer sobre una banqueta de la cocina con
la misteriosa carta en la mano.
¿Quién eres?
En realidad no lo sabía. Era Sofía Amundsen, naturalmente, pero
¿quién era eso? Aún no lo había averiguado del todo.
¿Y si se hubiera llamado algo completamente distinto? Anne
Knutsen, por ejemplo. ¿En ese caso, habría sido otra?
De pronto se acordó de que su padre había querido que se llamara
Synnove. Sofía intentaba imaginarse que extendía la mano
presentándose
...