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Homosexualidad Y Rusia.


Enviado por   •  14 de Mayo de 2014  •  6.414 Palabras (26 Páginas)  •  355 Visitas

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Constitución de la Federación Rusa.

Nosotros, el pueblo multinacional de la Federación Rusa, unido a nuestro destino común en nuestra tierra:

Buscando afirmar los derechos y libertades del hombre, la paz social y la concordia:

Conservando una unidad estatal establecida históricamente:

Partiendo de los principios, reconocidos universalmente de igualdad y autodeterminación de los pueblos.

Artículo 2.

Los más altos valores son el hombre, sus derechos y libertades. Es obligación del Estado el reconocimiento, la observación y la defensa de los derechos y libertades del hombre y del ciudadano.

Artículo 17.

En la Federación Rusa se reconocen y garantizan los derechos y libertades del hombre y del ciudadano de conformidad con los principios universalmente reconocidos, las normas de derecho internacional y la Constitución

Los derechos y libertades fundamentalmente del hombre son inalienables y le pertenecen a cada una de las personas desde su nacimiento.

Artículo 19.

Todas las personas son iguales frente a las leyes y los jueces.

El Estadio garantiza la igualdad de derechos y libertades del hombre y del ciudadano, independientemente de su sexo, raza, nacionalidad, idioma, lugar de residencia, religión, convicciones, pertenencia a organizaciones sociales y otras circunstancias. Se prohíbe cualquier forma de restricción de los derechos de los ciudadanos en virtud de su condición social, raza, de su idioma nacional, o de su religión.

Artículo 21.

El Estado salvaguarda la dignidad personal. Nada puede justificar su menoscabo.

Artículo 23.

Todas las personas tienen derecho a la inviolabilidad de su vida personal, de su vida íntima tanto individual como familiar, a la defensa de su honor y de su buen nombre.

El presidente ruso, Vladimir Putin, aprobó hace unos meses una ley que prohíbe la “propaganda gay” a menores, que provocó críticas de todo el mundo e incluso llamados a que Rusia no pueda ser la sede de los juegos olímpicos de invierno en el 2014.

En la práctica, la ley implica que cualquiera puede ser multado en Rusia por decir a los niños que las relaciones heterosexuales y las homosexuales son iguales.

Yelena Mizúlina

La congresista, que preside el Comité para la Familia de la Cámara Baja, indicó hace meses que está elaborando una nueva política familiar basada en valores “tradicionales” como el matrimonio heterosexual, la prohibición del aborto, quitar los hijos a las parejas gais y prohibir que estas adopten.

Lo que nadie está contando es que esta ley, vista desde Moscú y con criterios estrictamente políticos, es simplemente un instrumento de supervivencia nacional.

Rusia no ha renunciado a ser una gran potencia. Pero no podrá conseguirlo si se queda sin rusos. Rusia es el país más grande del mundo con más de 17.000 kilómetros cuadrados que se extienden sobre dos continentes. A esa superficie le corresponden sólo 143 millones de habitantes –menos que Nigeria o Brasil, por ejemplo– y una densidad de sólo 8,3 habitantes por kilómetro cuadrado (la de España es de 94). Un 10 por ciento de la población total del país se concentra en dos ciudades: Moscú y San Petersburgo. Y ahora viene el drama: desde 1991, la población de Rusia no ha hecho más que descender, y de manera muy acelerada. En aquel año, el país sobrepasaba los 148 millones de habitantes. En un periodo de poco más de 20 años, ha perdido la friolera de cinco millones de rusos. Según cálculos de la ONU, la población rusa en 2050 se habrá reducido a menos de 100 millones de habitantes. Y eso, visto desde el Kremlin, es tanto como la extinción del país.

La pirámide de población rusa no es una pirámide, sino una especie de trompo cuya base se estrecha brutalmente a partir de los años 1991, 1992 y 1993, cuando el número de nacimientos se redujo prácticamente a la mitad. Fueron los años de la explosión de la vieja Unión Soviética y la llegada de Boris Yeltsin al poder. Fue también el comienzo del neocapitalismo “a la rusa” que llevó a la venta masiva de los recursos del país en provecho de la nueva oligarquía. Pero aquello no fue sólo una crisis económica, sino también una crisis moral de dimensiones desconocidas. Fueron los años en los que las niñas rusas, preguntadas en las encuestas, escogían como profesión ideal “modelo o prostituta de lujo”. Y fueron los años, en fin, en que se reformó el viejo código soviético y se despenalizó la homosexualidad: 1993.

El trauma social de aquella época ha dejado sus efectos. La población rusa ha venido reduciéndose de manera sostenida en torno a un 0,5 por ciento anual. Aún peor: desde los años 90, el aborto se ha convertido en una lacra atroz, hasta el punto de contarse más abortos que nacimientos. En 2004 hubo 1,6 millones de abortos al año frente a sólo 1,5 millones de nacimientos. El Gobierno ha venido aplicando leyes de estímulo de la natalidad desde 2007. Con efectos limitados. Todavía en fecha reciente –2009– se registraron dos millones de muertes por sólo 1,7 millones de nacimientos. En términos porcentuales: 14 muertos por cada 1.000 habitantes, sólo 12 nacimientos por cada 1.000 rusos.

Las políticas de estímulo demográfico de Vladimir Putin son muy variadas. Además de los beneficios dispensados a las familias –muy inferiores, en todo caso, a las de países como Alemania o Gran Bretaña–, se ha impulsado la inmigración. Pero no cualquier tipo de inmigración –el caso checheno ha escarmentado a los rusos–, sino que se promueve muy específicamente la afluencia de ciudadanos procedentes de repúblicas de la extinta Unión Soviética. Del mismo modo se ha aplicado una intensa política pro vida contra el aborto: en 2012 la cifra de abortos ya había descendido un 24% respecto a 2008. Dentro de ese marco político hay que inscribir la famosa “ley antigay” aprobada este verano. Se trata de garantizar que en un futuro próximo siga habiendo rusos.

Contra lo que se cree en Occidente, no es tanto una apuesta ideológica como un instrumento de supervivencia política.

¿Inspirada en Margaret Thatcher?

Putin no ha prohibido la homosexualidad en Rusia. El país penalizaba formalmente la homosexualidad desde las legislaciones de 1934. El Gobierno de Yeltsin la despenalizó en 1993 y eso sigue en vigor. Aquella despenalización, por cierto, no contemplaba los ‘matrimonios’ homosexuales ni, aún menos, la adopción. La ‘ley Putin’ mantiene los términos de la ‘ley Yeltsin’, pero le añade una corrección: prohíbe la propaganda de la homosexualidad entre los niños, algo que en la ‘ley Yeltsin’ no se contemplaba.“Queremos proteger a nuestros niños cuya mente no se haya formado

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