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Imágenes Que Tejen La Memoria Comunitaria: Historia De "la Barca" En El Cementerio De Tilcara


Enviado por   •  12 de Julio de 2013  •  2.950 Palabras (12 Páginas)  •  626 Visitas

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IMÁGENES QUE TEJEN LA MEMORIA COMUNITARIA: HISTORIA DE LA BARCA DEL CEMENTERIO DE TILCARA

Así como los mitos tienen la capacidad de explicar el surgimiento de tal acontecimiento natural u ordenar la vida en sociedad, existe una serie de relatos que permiten la cohesión y otorgan identidad a los grupos humanos. Este tipo de relatos involucran o envuelven discursivamente a la comunidad, ofreciéndole un sello distintivo, una manera de diferenciarse de otras comunidades. Pero, sobre toda las cosas, hacen que las personas que constituyen ese grupo se reconozcan unidas a esas historias y a esas acciones.

Este es el caso de la historia de “la barca en el cementerio”. Según los datos proporcionados y, en alguna medida comprobados en un viaje al pueblo de Tilcara, surge como explicación de un acontecimiento particular: En el cementerio de Tilcara, a unos veinte metros de la entrada y levantado entre algunas humildes tumbas y otros pocos mausoleos, se encuentra una tumba que tiene la forma de barca. Su estructura difiere de las demás y por este motivo llama la atención. Los pobladores han tejido una historia alrededor de la misma, que es la que sigue:

“En el pueblo ya hace un tiempo atrás había una casa que hasta hace poco estaba, que ya la han destruido, la han volteado. Tenía el frente rosado, vos la conociste. Bueno… ahí, hace mucho, unos años, varios años atrás… en el pueblo corrió que en esa casa abandonada que estaba destruida… se empezó a ver luz, después de las once de la noche, se empezó a ver luz y se sentía una máquina de coser que cosía.

Las primeras palabras de este narrador nos introducen en lo que Gilbert Durand ha dado en llamar el régimen nocturno de la imagen, manifestación de una estructura aglutinante que propicia los vínculos y las relaciones. La luz que se enciende cuando el pueblo comienza a perderse en la oscuridad y el sonido de la máquina aparece aquí como dos elementos que llaman a la comunidad, la convocan de la siguiente manera:

En ese tiempo, las máquinas eran… que tenían un ruido característico que era… tac…tac…tac…tac… Se daba vuelta una manivela que hacía coser. Bueno… corrió tanto la bolilla que no faltaron los curiosos que se paraban frente a la casa a ver lo que ocurría.

El “tac…tac” de la máquina, experiencia de la rítmica sexual convoca el carácter cíclico de la vida y a la vez es expresión de la viscosidad entendida como una estructura aglutinante, que atenúa las diferencias y conecta o acerca los contrarios. En este caso, y como vamos a poder observar: la vida y la muerte, que se hacen presentes en esta historia, que sigue así:

Y efectivamente, llegando las once, once y media, se encendía una luz dentro y se sentía la máquina esa. Fue tal el alboroto en el pueblo que intervino la justicia. Por orden del juzgado se abrió esa casa y fueron la policía y todo. Cuando abrieron… era una tapera todo lleno de tierra, muebles viejos hecho pedazos, todo. Y… bue, revisaron, revisaron, y en un lugar encontraron un cadáver, en una cama. El cadáver estaba vestido de novia. Con un vestido ya totalmente que se estaba destruyendo todo. Entonces, hubo gente del pueblo que recordó de quién era esa casa. Hace mucho, antes de que ocurriera eso, veinte años antes, llegó una familia de Tucumán… eran tres hijos, dos mujeres, un varoncito. El hombre e… ingeniero que vino por la cuestión de colocar el… trabajo que se hacía sobre el agua… acá en Tilcara. Y su mujer.

El hombre, al año de estar acá, se hicieron esa casa y al poco tiempo de hacerse esa casa, el hombre sufrió un accidente y murió. La mujer, para poder seguir manteniendo a su familia, como tenía una máquina de coser, de esa de manivela, empezó a hacer vestidos y ropa para la gente del pueblo, como se acostumbraba en esa época. Y con eso mantenía a su familia. Un día, vieron alguna gente del pueblo que el hijo varón y la hija más chica tomaban el colectivo y se iban rumbo a Jujuy, después se enteraron que se fueron a Tucumán donde estaba la familia y quedó la señora con su hija, con su hija mayor.

Pasó el tiempo, murió la madre… la señora, y quedó la hija mayor que seguía cosiendo para la gente y… pero esa casa se fue cerrando lentamente, primero ya no se abrió una ventana, después la otra… después ella ya no salía. Una sirvientita que tenía iba al mercao, compraba las cosas y volvía. Hasta que un día queda esa casa cerrada, totalmente, nunca se supo si de adentro o de afuera, pero estaba cerrada. Todo el mundo pensó que esta mujer se había ido también a Tucumán a buscar a su familia.

El tiempo destruyó la casa. El cadáver que se encontró era de esta niña que habiéndose convertido en mujer y nunca había podido tener novio, ni nada por las circunstancias familiares se había hecho un traje de novia, se vistió y se dejó morir en la cama. Y dejó una carta escrita que ya estaba totalmente amarilla, vieja, al lado de su cama en donde ella decía que toda su vida había soñado de casarse con un marinero que la lleve a conocer distintos puertos, distintas cosas, la vida y ahí se murió.

El pueblo le hizo un homenaje. Como ella quería ser marinero y todo, la enterraron en un lugar del cementerio de Tilcara y en honor a su sueño de que ella quería ser… le hicieron una tumba que era una barca, cuando usted entra al cementerio de Tilcara siempre lo puede ver, es un barquito y todo el mundo se pregunta quién es ese, por qué le han hecho un barquito. Bueno, esa es la historia por qué el pueblo permitió que se haga un barco dentro del cementerio. Mucha gente cuando yo cuento esto dice… ah! Es mentira, pero la verdad es esta. La barca está en el cementerio y la historia está escrita en la historia de Tilcara.”

Del relato se desprenden varias imágenes que, si bien parecen contrarias, no son más que dos caras de una misma moneda. La joven que vive como una muerta encerrada en su casa o la joven que muere pero que sigue viva en el deseo de la comunidad que la recuerda. De este modo vida y muerte no confrontan, sino que atenuadas se unen. Esta percepción del mundo que se recoge en esta historia tiene un asidero cultural enraizado en las prácticas vigentes en la zona andina dentro del entramado de las prácticas rituales de épocas prehispánicas. Observa Antonio Paleari que “el pueblo inca creía firmemente en la vigencia del alma después de esta vida […] Los indios veneraban a sus muertos durante todo el año y en todo lugar pues también suponían que al irse de la vida se corporizaban en árboles, piedras, arroyos y animales que ellos consideraban sagrados (Paleari: 2005, 100-101). A la creencia en una vida después de la muerte física se le suma la imagen de la noche, que como dice Durand “es el día mismo del país de los muertos”(2004:226)

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