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Inmigracion El Otro


Enviado por   •  20 de Julio de 2011  •  3.582 Palabras (15 Páginas)  •  1.306 Visitas

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DE LA INVISIBILIDAD A LA GLOBALIZACIÓN

Quisiera partir señalando, a modo de hipótesis, que la globalización está generando cambios significativos en las comunidades aymaras altoandinas de Tarapacá. Cambios que podrían ser los más importantes después de las rebeliones indígenas del siglo XVIII. La globalización podría, por un lado, ser una gran oportunidad emancipatoria y, por otro, un gran riesgo de asimilación.

Los aymaras de Tarapacá representan menos del 10% de la población de la región y se han caracterizado por su invisibilidad en la Historia Nacional(1) y regional. En las últimas décadas han logrado salir de sus áreas de refugio y hacerse visibles para la sociedad dominante a través de una constante migración a los puertos de Arica e Iquique, desde la creación del puerto libre y por una participación política muy significativa a partir del gobierno de Patricio Aylwin.

Ha sido característico de los aymaras la invisibilidad, en dos acepciones: una, como un tipo de resistencia pasiva, es decir como estrategia de la diferencia y, dos, como consentimiento, es decir como estrategia de la asimilación. En otras palabras, la invisibilidad les sirve a los aymaras tanto como frontera cultural como vínculo cultural: estar y no estar a la vez.

Siguiendo la reflexión de Abraham Magendzo (1994) sobre los “invisibles” en sociedades culturalmente diversas como la nuestra, cabe preguntarse si la globalización “visibiliza” a los invisibles. No solamente por estar cuestionada la propuesta homogeneizadora del Estado-Nación bajo la globalización, sino porque el mercado (Polanyi; 1992) en su fase actual es capaz de llegar hasta las más recónditas áreas de refugio de grupos invisibilizados, cabe el cuestionamiento planteado.

Los aymaras que han tenido históricamente por estrategia las máscaras de la invisibilidad (Albó; 1992), hoy comienzan a ser observados a propósito de cambios en el Estado y la Sociedad. Los aymaras chilenos ayudados por la altura y la cordillera recién en la década de los años cincuenta vieron llegar la escuela fiscal, en los treinta los retenes policiales y en los ochenta postas médicas y otros servicios públicos. Sin embargo, todas sus tierras están inscritas en los conservadores de bienes raíces desde comienzo de siglo.

Podríamos repetir parcialmente una definición de Octavio Paz sobre el mexicano adecuada al hombre andino:

“Plantado en su arisca soledad, espinoso y cortés a un tiempo, todo le sirve para defenderse: el silencio y la palabra, la cortesía y el desprecio, la ironía y la resignación. Tan celoso de su intimidad como de la ajena, ni siquiera se atreve a rozar con los ojos a su vecino..” (1993:32).

El aymara es el tímido campesino que espera -con su sombrero de paño entre sus manos nerviosas- su turno con el abogado que inscribirá sus tierras o le defenderá de un litigio, por lo general inútilmente, dejando allí sus últimos ahorros. También el aymara puede ser el fanático pentecostal que usa la palabra para convertir hermanos en todo el transecto desde cordillera a mar y el que es capaz de saquear templos católicos, y usarlo de establos. Pero también es el pasante, el sicure y el yatiri. El aymara es hábil comerciante en las ferias fronterizas que vende desde neumáticos usados hasta camiones. Es el gran organizador de instituciones en la ciudad: hijos de pueblos, ligas deportivas, Ongs, centros culturales, federaciones, ferias culturales, etc. Aymara es el pastor que recorre bofedales con su recua de llamas y también es el burrero que transporta cocaína por senderos desde Bolivia y después llena las cárceles dejando a sus estancias con mujeres solas. En la cárcel suele reencontrarse con el ritual andino o con el discurso pentecostal. ¿Quién es él?

No interesa demasiado la respuesta, lo importante es que el aymara está definido en la propia pregunta, al preguntar por él le reconocemos en su ontología, es decir él es alguien, es un sujeto, es un miembro de la región y del país, y ahora más que nunca un sujeto del mundo, pero por sobre todo es un hombre andino. Es ese sujeto que se invisibiliza, en dos sentidos: Uno, el aymara se invisibiliza frente al otro (q´ara) para pasar desapercibido, posiblemente, por una parte, para evitar la discriminación abierta y, por otra, porque se siente diferente y de ese modo preserva su identidad. Dos, el aymara es invisibilizado por el otro para dejarlo fuera de la sociedad, para no verlo y para no integrarlo. Es decir hay una dialéctica de la negación.

La invisibilidad contiene un poder invisible. La discriminación hacia el sujeto ignorado es la que tiene mayor fuerza, como diría Bourdieu (1981), porque oculta su propia fuerza. Decir “en Chile no hay aymaras” o “son todos bolivianos” duele más profundamente que decir “indios” o “llamos”. Paradojalmente después de la chilenización de los aymaras altoandinos, los textos escolares le siguen ignorando.

Por ende, si intentamos definir a la identidad regional descubrimos que el aymara se oculta pero es parte integrante de ella, por mucho que escape o querramos negarlo él nos pertenece y les pertenecemos: el aymara está y es nuestra propia identidad tarapaqueña y chilena. Si tomamos la frase de Octavio Paz que dice “la enajenación consiste, fundamentalmente, en ser otro dentro de uno mismo”, sin dudas los no- aymaras (q’aras) (2) de la población regional desconocen más su identidad que los aymaras a pesar de sus máscaras. ¿Cuál será su máscara ante la globalización o no tendrá ninguna?

Conocemos aproximadamente cuál ha sido el comportamiento de los aymaras de Tarapacá frente a la arremetida en sus comunidades del Estado-Nación chileno. La pregunta que cabe ahora hacerse es: ¿Cuál será el comportamiento de los aymaras chilenos frente a la apertura externa, la globalización, esta nueva modernidad que penetra hasta en los más apartados rincones que algunas culturas han tenido como refugio?

Además del proceso migratorio que hemos señalado y que, a pesar de su carácter pendular, ha generado un cambio importante en su identidad, a lo menos podemos identificar siete impactos que ya están presentes en el mundo altoandino chileno:

1. La acción del Estado chileno de eliminar las minas anti-personales de las fronteras, el levantamiento de la prohibición de comprar terrenos y bienes inmuebles para los ciudadanos bolivianos en Tarapacá, los corredores bioceánicos, sin indicadores de que las fronteras se están abriendo. Siempre han sido permeadas por los aymaras de uno y otro país(3), pero ahora ello se visibiliza y se incentiva.

2. La llegada de la electricidad en forma permanente, la computación y el teléfono, elementos básicos del internet.

3. La emergencia del pentecostalismo como la religión dominante

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