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LAS VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINA "LUCIÉRNAGA EN LA OSCURIDAD"


Enviado por   •  26 de Junio de 2014  •  2.238 Palabras (9 Páginas)  •  326 Visitas

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"LAS VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINA" LUCIÉRNAGA EN LA OSCURIDAD.

Es América Latina, la región de las venas abiertas. Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha transmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha recolectado en los lejanos centros de poder. Todo, la tierra, sus frutos y sus profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de trabajo y derroche, en fin, los recursos naturales y los recursos humanos. El modo de producción y la estructura de clases de cada lugar han sido continuamente determinados, desde fuera, por su incorporación al engranaje internacional del capitalismo. A cada cual se le ha asignado una función, siempre en merced del desarrollo de la metrópoli extranjera de turno, y se ha hecho infinita la cadena de las subordinaciones sucesivas, la cual que tiene mucho más de dos relaciones, y que comprende, dentro de la América Latina, la opresión de los países pequeños por sus vecinos “mayores” y, frontera adentro de cada país, la explotación que las grandes ciudades y los puertos ejercen sobre sus fuentes internas de la famosa mano de obra.

Para quienes conciben la historia como una competencia, el atraso y la miseria de América Latina no es otra cosa que el resultado de su fracaso ¡perdimos; otros ganaron!; pero ocurre que quienes ganaron, ganaron gracias a que nosotros perdimos: la historia del subdesarrollo de América Latina integra, como se ha dicho, la historia del desarrollo del capitalismo mundial. Nuestra derrota estuvo siempre implícita en la victoria ajena; nuestra riqueza ha generado siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otros: los imperios y sus caporales nativos. En la alquimia colonial y neocolonial, el oro se trasfigura en chatarra, y los alimentos se convierten en veneno.

Potosí, Zacatecas y Ouro Preto cayeron en picada desde la cumbre de los esplendores de los metales preciosos al profundo agujero de los socavones vacíos, y la ruina fue el destino de la pampa chilena del salitre y de la selva amazónica del caucho; el nordeste azucarero de Brasil, los bosques argentinos del quebracho o ciertos pueblos petroleros del lago de Maracaibo tienen dolorosas razones para creer en la mortalidad de las fortunas que la naturaleza otorga y el imperialismo usurpa. La lluvia que irriga los centros del poder imperialista ahoga los vastos suburbios del sistema. Del mismo modo, y simétricamente, el bienestar de nuestras clases dominantes -dominantes hacia dentro, dominadas desde fuera- es la maldición de nuestras multitudes condenadas a una vida de bestias de carga."

El origen perverso de la historia de nuestros países latinoamericanos, que han sido mil y una vez bañados de sangre y han sido mártires de las perversas traiciones y juegos sucios de los políticos serviles de los poderosos, tiene como base la misma conquista, la cual, fue hecha por afanosos e inmorales personajes españoles y portugueses, quienes seducidos por la codicia del poder y las riquezas vendieron sus posesiones en sus países natales para poder cubrir sus viajes al “Nuevo Mundo”, usando para someter a nuestros indígenas la infamia, la mentira y la injuria, todo bendecido por la Santa Iglesia (armas heredadas desde entonces hasta la actualidad) y que en definitiva son las que aún nos hostigan, obstaculizando intencionalmente el progreso de nuestra gente.

“La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta.”

Nuestra América estaba cargada de riqueza, los tesoros en piedras preciosas eran grandísimos (oro y plata) y cuando los Europeos del Renacimiento “clavaron su bota” en nuestro continente los saquearon sin piedad y pensando que esas fuentes de riqueza eran interminables.

La otra gran riqueza fue la mano de obra gratis que consiguieron con la esclavitud de los indígenas de estas tierras y con la sumisión de los negros traídos desde África; este dependencia inhumana contribuyó grande e incuestionablemente al crecimiento económico de Europa. El patrimonio que los europeos se robaron de Potosí, en Bolivia, especialmente en los siglos XVI y XVII, por ejemplo, dejó 8 millones de indios muertos.

“En las comunidades, los indígenas habían visto «volver muchas mujeres afligidas sin sus maridos y muchos hijos huérfanos sin sus padres» y sabían que en la mina esperaban «mil muertes y desastres».”

“El dominico fray Domingo de Santo Tomás denunciaba al Consejo de Indias, en 1550, a poco de nacida la mina, que Potosí era una «boca de infierno» que anualmente tragaba indios por millares y que los rapaces mineros trataban a los naturales «como animales sin dueños».”

“Los indios de la América sumaban no menos de setenta millones, y quizás más, cuando los conquistadores extranjeros aparecieron en el horizonte; un siglo y medio después se habían reducido, en total, a sólo tres millones y medio.”

La segmentación internacional del trabajo, reside en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Nuestro territorio del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del renacimiento se expulsaron a través del mar y le abollaron las riquezas ahí encontrada. Pasaron los siglos y América Latina perfeccionó sus funciones. Este ya no es el reino de las maravillas donde la realidad derrota a la fábula y la imaginación era doblegada por los triunfos de la conquista, los yacimientos de oro y las montañas de plata. Pero aún, continúa existiendo al servicio de las penurias ajenas, como fuente de reservas del petróleo y el hierro, el cobre y la carne, las frutas y el café, las materias primas y los alimentos con destino a los países ricos que ganan consumiéndolos, mucho más de lo que América Latina gana en su producción. Son mucho más altos los impuestos que cobran los compradores que los precios que reciben los vendedores; y al fin y al cabo, como declaró en julio de 1968 Covey T. Oliver, coordinador de la Alianza para el progreso, "hablar de precios justos en la actualidad es un concepto medieval. Estamos en plena época de la libre comercialización..."

Cuanta más libertad se otorga a los negocios, más cárceles se hace necesario construir para quienes padecen los negocios.

Nuestros regímenes de inquisidores y verdugos no sólo funcionan para el mercado externo imperioso; suministran también caudalosos manantiales de ganancias que destilan de los empréstitos y las inversiones extranjeras

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