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La República Aristocrática


Enviado por   •  24 de Septiembre de 2012  •  1.799 Palabras (8 Páginas)  •  609 Visitas

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LA REPÚBLICA ARISTOCRÁTICA

1899-1919

APARICIÓN DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS A FINES DE SIGLO XIX.

Después de la guerra con Chile, la forma de hacer política cambió en relación a la tendencia anárquica de hacer política de los militares. Se consideró indispensable la presencia permanente de agrupaciones políticas y que las elecciones se preparasen con anticipación. Los partidos se preocuparon por establecer filiales en las capitales de provincias y en otros pueblos.

La década de los noventa encuentra al Partido Civil en crisis y en una insistente búsqueda de alianzas con partidos menores a fin de mantener su representación mayoritaria en el Congreso.

En 1884 surgió el Partido Demócrata, bajo la inspiración de Nicolás de Piérola, quien consiguió el acceso legal al poder en 1895, al conseguir la adhesión de todos los adversarios del cacerismo. Ocupó la presidencia constitucional pero antes siguió los mismos pasos que los caudillos anteriores: revolución y convocatoria inmediata a elecciones.

También se fundó en 1884 el Partido Constitucional, en torno a la figura del general Cáceres, pero junto a él estuvieron tanto los hombres de La Breña, como los integrantes del Partido Civil, que posteriormente recuperaron su identidad al resurgir sus dirigentes. Asimismo, se adhirieron todos los opositores a Iglesias y al tratado de Ancón.

Con diferencia de pocos meses, los liberales decidieron formar un partido cuya dirección asumió José María Químper. Este primer partido liberal nunca llegó al poder, aunque participó de las alianzas que se formaron en las últimas décadas del siglo diecinueve; por otra parte, no fue un partido de masas.

En 1891 apareció el Partido Unión Nacional, de tendencia radical, bajo la égida de Manuel Gonzáles Prada. Además se constituyó el Partido Unión Cívica, de Mariano Nicolás Valcárcel.

Aparte de los planteamientos de Manuel Gonzáles Prada, que devinieron en anarquistas, las propuestas de los demás partidos fueron semejantes en cuanto incidían en la defensa de las libertades políticas y una cierta idea de democracia. Diferían en concepciones económicas y en parte, en las relaciones entre la iglesia y el Estado.

La vida política de los primeros años del siglo XX dependió básicamente de las relaciones entre el partido Civil y la oposición, representada por el Partido Demócrata, de Piérola. El civilismo era mayoría en el congreso y controló el poder judicial y la junta electoral nacional, además de otras instituciones como la Universidad de San Marcos. Su dominio era total y el núcleo de su élite lo constituyó un grupo informal conocido como “los 24 amigos”, que se reunía semanalmente en el exclusivo Club Nacional para discutir los asuntos de gobierno.

Pero, a pesar de este dominio aparentemente monolítico, el civilismo tuvo dos rupturas. La primera se produjo por una diferencia generacional entre los fundadores y lo más jóvenes (José Pardo y Augusto Leguía), quienes quisieron escalar rápidamente dentro del partido. La segunda pugna tuvo un matiz más personal, ligado a la figura de Leguía, quien durante su primer mandato se mostró muy personalista, contrariando con ello el orden legal.

Por su parte, los demócratas de Piérola terminaron enarbolando un discurso populista y siempre hostil al Partido Civil, especialmente cuando se acercaban las elecciones y denunciaban fraude. Siempre dependieron de la figura y la trayectoria de Piérola, a pesar del triunfo de Billinghurst en 1912. Como todo partido caudillista, el demócrata languideció a partir de la muerte de su fundador en 1913.

Otros partidos de menor peso como el Constitucional, de Cáceres, el Liberal, de Augusto Durand, la Unión Nacional, de Gonzáles Prada, la Unión Cívica, de Mariano Valcárcel, e incluso el Partido Civil terminaron su ciclo durante la dictadura de Leguía a partir de 1919. Este final se debió no sólo al recorte de las libertades ciudadanas practicadas por el Oncenio, sino a la falta de fuerza y cohesión de estas agrupaciones para mantener el juego democrático y saber interpretar las demandas populares de transformar la estructura oligárquica del Estado.

EL NUEVO MODELO DE ESTADO: LA REPÚBLICA ARISTOCRÁTICA.

A partir del régimen pierolista, la presencia de los civiles en el poder dio un perfil distinto al país: tolerancia a las nuevas ideas y un firme propósito de orden dentro del progreso. En este sentido, la aparente calma política del segundo civilismo permitía la continuidad en la recuperación institucional y material de la nación. Ahora se hablaba de otra élite que construía un sistema cerrado, un grupo de familias que controlaban la agricultura, la minería y el sistema financiero. Sin embargo, en este escenario se desarrollaba una pugna entre la herencia del populismo pierolista y la opción desarrollista representada por el renovado Partido Civil. A esto se sumaron las reivindicaciones de la clase media, obreros y estudiantes universitarios, quienes demandaron la necesidad de modernizar el estado y la conveniencia de apoyarlo en una base social más amplia, más nacional y menos oligárquica.

Para los civilistas el Estado debía ser pequeño, barato y pasivo, es decir, modesto en recursos y ajeno al intervencionismo. De esta forma, se diseñó una minuciosa reforma electoral, se reorganizó el sistema tributario y se dio cierta eficiencia al sector administrativo de gobierno.

Así, se pensaba que las funciones del Estado debían ser más limitadas. Su intervención política era casi innecesaria y su principal tarea era garantizar el orden o, en todo caso, restablecerlo por medio de la fuerza. Según sus seguidores, la existencia de un presupuesto equilibrado era síntoma evidente de un gobierno docente y civilizado; por el contrario,

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