Rodrigo Moya
Enviado por lupizzmendez • 21 de Abril de 2015 • 502 Palabras (3 Páginas) • 321 Visitas
A casi 45 años de distancia, se conoce el movimiento estudiantil de 1968 por unas cuantas fotografías que se reciclan en la prensa cada año en la efeméride del 2 de octubre. La homogeneidad y la espectacularidad de unos cuantos iconos han aplastado a la enorme diversidad fotográfica que subyace en los archivos y en los propios periódicos de la época.
En la investigación La Fotografía y el Movimiento Estudiantil de 1968 en la Ciudad de México se detalla el balance fotográfico más amplio que se haya realizado sobre el tema hasta este momento. Dicho recuento incluye fotografías publicadas e inéditas, acervos y testimonios de fotógrafos independientes como Rodrigo Moya, quien guardó celosamente sus negativos durante cuatro décadas, así como los registros fotográficos de los distintos servicios de inteligencia del Estado mexicano en aquellos años, hoy abiertos para la consulta pública. Entre las fotos no publicadas hay que rescatar el acervo de El Universal, que da cuenta de una serie de interesantes secuencias en torno al capítulo ya mencionado del rector Barros Sierra y, por supuesto, otras relacionadas con la matanza del 2 de octubre, así como lo que constituye la primera gran protesta cívica contra la matanza en la propia Plaza de las Tres Culturas, protagonizada por los propios familiares de las víctimas la noche del primero de noviembre de 1968 (apenas un mes después de la masacre), como parte del ritual de la ceremonia de Día de los Muertos.
En cuanto al acervo de Rodrigo Moya, cabe destacar la fotografía que da pie a la portada del libro que lleva el título de esta colaboración y que representa la quema de un gorila de papel maché que representa al odiado jefe de la policía capitalina, el general Luis Cueto, y, por extensión, a la figura del presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz. Se trata de una especie de hapenning o representación teatral, festiva y contestataria que trastoca los cimientos del poder de manera simbólica y que fue escenificada a las puertas de Palacio Nacional, en pleno zócalo capitalino.
En síntesis, se trata de una referencia obligatoria para los estudiosos de la época y un punto de enorme interés para los ciudadanos de este país en un momento como el actual, en el que el movimiento estudiantil de 1968 está a punto de convertirse en parte de la historia oficial para ser recordado y elogiado por todos los miembros de la clase política, quienes reclaman su herencia para sus propios fines. Frente a este operativo casi inevitable del poder y la historia de bronce es muy recomendable asomarse a esta investigación que ilustra una vez más al 68 y nos recuerda que su riqueza radica en la enorme diversidad de sus planteamientos y en la fiesta cívica a la que convocaron cientos de miles de jóvenes que tomaron pacíficamente las calles de la ciudad para reclamar un ejercicio democrático en un momento en el que el país aparentemente dormía tranquilamente
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