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Tiempos Cervantinos (Benjamín Hernández Blázquez)


Enviado por   •  6 de Enero de 2015  •  28.135 Palabras (113 Páginas)  •  433 Visitas

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Docencia e Investigación

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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

Histórico Año VII

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Mayo 2005. Nº 65

Contenido de esta sección:

Tiempos Cervantinos (Benjamín Hernández Blázquez)

La sexualidad en el Perú pre-colombino. Kamasutra Indiano (Carlos Gamero Esparza)

Introducción

1. El "arte erótico" no era ajeno al Antiguo Perú

1.1. Una insólita iconografía "reproductiva"

2. "…la primera representación erótica en el mundo…"

2.1. Antropomorfia de Eros al derecho y al revés

2.2. Los huacos retratos eran los libros del antiguo Perú

2.3. La "moda" mochica

2.4. Un Eros arácnido… y una teoría sobre el fin de los mochicas

3. La historia "inexistente"

3.1. Enfoque moderno de un viejo asunto

3.2. Condenando el pasado

3.3. Al encuentro del origen "perdido"

3.3.1. Consideraciones "non sanctas"

3.3.2. Kinsey: una vista de médico a la arqueología peruana

3.3.3. La humanidad de la arcilla I

3.3.4. La humanidad de la arcilla II

4. Templos de la fertilidad andina

4.1. "Inca Ullu": los falos del Collao

4.2. Q'enqo, otro adoratorio de la fecundidad

5. El servinacuy, matrimonio "de a mentiras"

6. Pampayrunas: prostitutas del incario

6.1. Sodomía ritual

7. ¿Quién les enseñó este arte a los aborígenes peruanos? (habla Kauffmann Doig)

8. Epílogo

8.1. Extirpadores de idolatrías y otros diablos… vade retro

9. ¿Sabía usted qué…

10. Para saber más

11. Notas

12. Fuentes

13. Origen de las imágenes

14. Recortes

14.1. Museo en Perú es ejemplo de que los primeros pobladores de nuestro continente sí sabían de erotismo.

Tiempos Cervantinos

Benjamín Hernández Blázquez. Universidad Complutense de Madrid.

Superadas las calendas de este largo mes, las hojas del libro por antonomasia siguen desfilando ante escritores y políticos advenedizos, aunque no tan repletas ni tan ágiles como las exhibidas en el colofón abrileño. Nos recuerdan que la literatura forma parte de la textura de nuestros quehaceres en oposición a la salmodia cotidiana y, en algunos casos, avalan lo certero que resulta el proverbio, podría ser cervantino, de que "hay tiempo para todo", incluso para la lectura, aunque la realidad se empeñe en desmentirlo. El libro, en fin, es uno de los principales instrumentos con que cuentan las naciones para acercar la cultura escrita a la sociedad; hasta los volubles políticos que secularmente desconfían de la cultura, cuando se zambullen en los renglones del Quijote, persiguen exhibir el rostro cultural como la mejor cara que pueden presentar al ciudadano.

Esta acumulación de actos, en algunos casos exagerada, con brillo y herrumbre en otros, contrasta con las noticias presentadas en el tercer centenario. En 1905 siendo Fernández Villaverde presidente del Gobierno, la presa nacional, diaria en algunos rotativos, apenas se hizo eco de estos eventos. Así, en el resumen de cada año y presentado por meses, en el plano científico o cultural hablan de cuando Einstein desfasó las leyes de Newton, del aislamiento del bacilo de la tuberculosis por Koch o los decesos de Juan Valera y Julio Verne. En esta ocasión no había tiempo para todo o al menos para rememorar la egregia literatura de los siglos XVI y XVII

Antes, también ahora, en la extraordinaria aventura de la conquista de América, cuando el Caribe relevó al Mediterráneo en el devenir histórico, quedó en el ostracismo el otro Cervantes, como si fuera el Quijote de Avellaneda: Francisco Cervantes de Salazar, era toledano y contemporáneo en muchos avatares de Miguel; siguiendo las alafas de la época se embarcó a Nueva España, ejerciendo de catedrático de Retórica y posteriormente de Rector de la emergente universidad mexicana. Su crónica de la Nueva España forma parte de la aparente inconclusa Historia General de las Indias, fuente significativa de la que beben principalmente los historiadores colombianos y mexicanos. Cuando murió, en 1575, en América; el otro Cervantes, el europeo, iniciaba sus días de presidio en Argel; brillantes investigadores como Arciniegas buscaron sin éxito algún lazo familiar cercano y significativo o relación de causalidad entre esta rama de apellidos, topónimos de Cervantes, municipio de Lugo con 2135 habitantes en la actualidad.

El referido historiador colombiano Germán Arciniegas -murió casi centenario en 1999-, hace una crónica de los tiempos cervantinos visto desde el otro continente, y destaca que el siglo XVI en la historia de España se llamo de Oro, pero no sólo es de oro para los españoles, sino también para Inglaterra y para Francia, en la centuria de Cervantes, Shakespeare y Rabelais; los escritores y poetas nunca han tenido tanto brillo, ni los monarcas: Carlos el emperador, la reina Isabel de Inglaterra y en Francia Francisco son, en sus respectivas cortes, reyes de oro, ahora la historia se reviste así. Sin embargo, hay algo más: en el descubrimiento de América, la vida en España capta otra dimensión que es relevante como "paso de la geometría plana a la geometría del espacio". Antes, castellanos y extremeños trabajan en pequeños alijares, almunias o herrenes y navegan en lagos o charcas, después de esta gesta surgen inmensos espacios, continentes infinitos y mares nunca hollados.

Estas eran las coordenadas de la época que empujaron a españoles y europeos por los senderos de la temeridad, no existió caballero, paje, escritor o monje que no tuviera un ápice de aventurero. Lo fueron no sólo Pizarro y Cortés, sino los Cervantes y Quesada, el Padre Las Casas y muchos europeos más. Todo es similar a una fábula, también a una novela picaresca; en la cárcel estuvieron Colón y Cervantes y reyes como Francisco el francés e Isabel la inglesa. Miguel de Cervantes "meditaba un tiempo en escribir el Quijote o venir a Nueva Granada o a Cartagena de Indias, según él mismo, refugio de pícaros y piratas". El toledano paseaba libros por la antigua laguna mexicana. En el mapa literario del Caribe están navegando nombres de literatos

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