25 puntos NSDAP

Nos encontramos ante un texto de carácter político, pues hace referencia a una serie de puntos incluidos en el programa nazi, el cual constituye el ideario del partido.
La autoría del texto no puede centrarse en una persona en concreto, es colectiva. Existe una responsabilidad directa del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (conocido por sus siglas en alemán, NSDAP) sobre el mismo, pues de su ideología emanan los 25 puntos citados.  Una ideología basada en una amalgama de ideas que dieron como resultado al nazismo. Fuerte nacionalismo, xenofobia, estatismo exacerbado, imperialismo, deseo de implantar una economía planificada, etc…
El programa como tal fue presentado en 1920, coincidiendo con el nacimiento del partido. Puede observarse que desde un principio mantuvieron el discurso que posteriormente llevarían a la práctica cuando accedieron al poder en 1933. El periodo en el que surge el texto es conocido como la República de Weimar (1919-1933), la cual tuvo dos presidentes, Ebert y Hindenburg.
La finalidad del documento, que es público y oficial, no es otra que informar a los posibles votantes del ideario que conformará el cuerpo ideológico del partido. La disposición en puntos y el uso de frases breves e impactantes invita a leerlo, pues en política con la densidad y las divagaciones es complicado lograr los objetivos marcados. En base a ello es comprensible que se acote su influencia al ámbito nacional, aunque en un futuro tendría repercusiones en otros países (aquellos que sufrieron la imposición de la gran Alemania, por ejemplo).

Pese a ser un texto breve existen multitud de particularidades y términos de relevancia que precisan una explicación. Las referencias a los tratados de Versalles y Saint-Germain, especialmente al primero, fueron uno de los pilares sobre los que giró el discurso nazi. La humillación a la que fue sometida el pueblo alemán con ambos (el primero puso fin a la I Guerra Mundial y el segundo, en lo que respectaba a Alemania, impedía la unión política-económica con Austria sin el consentimiento de la Sociedad de Naciones) se transformó en odio e indignación, siendo la NSDAP responsable de su canalización hacia objetivos comunes. La pureza étnica a la que hace referencia en el primer párrafo y las menciones a la sangre alemana evidencian el racismo al que he hecho referencia anteriormente. Pese a que supuestamente respetaban la propiedad privada no tienen reparos en hablar de la nacionalización de diferentes empresas y participar porque sí en los beneficios de las grandes empresas. El poco aprecio del partido hacia la libertad de expresión se muestra en varios puntos, aunque queda maquillado con otros en los que dicen tolerar la libertad religiosa y apoyan la igualdad de derechos. Ahora bien, todo tiene matices. La prensa es positiva siempre y cuando no difiera del interés general (eufemismo de postura oficial del régimen) y el trabajo intelectual es loable hasta que se opone a los intereses de la comunidad. El programa en sí, exceptuando algunos puntos como el relativo a la igualdad de derechos, es un decálogo de posturas liberticidas.

Pero para entender cómo y por qué el partido nazi logró calar en la sociedad civil alemana es necesario comprender el contexto histórico en el que se gestó.
Después de finalizar la I Guerra Mundial con derrota alemana se produjeron diferentes conatos revolucionarios en Europa. Tras la caída de la monarquía en Alemania y el nacimiento de la débil República de Weimar los evidentes conflictos internos no tardaron en explotar. El Levantamiento Espartaquista (1919) fue un intento revolucionario que no dio sus frutos, aunque surgió un reforzado Partido Comunista de Alemania (KPD). La terrible situación económica motivada por los años en guerra y el peso del Tratado de Versalles, documento humillante para el pueblo alemán, provocó que emergieran movimientos nacionalistas hastiados de una clase política impotente. El de mayor renombre por su repercusión posterior fue el Partido Obrero Alemán (DAP, embrión del partido nazi), reconocido por sus posturas extremistas, como las que podemos ver en el texto (supremacía racial, antisemitismo, nacionalismo…). Los problemas sociales, políticos y económicos en Alemania, por tanto, fueron el caldo de cultivo ideal para que se encendiera la mecha del nacionalsocialismo. De todos modos sin un líder carismático probablemente no habrían logrado los resultados que a la postre obtuvieron. Adolf Hitler, austríaco, fue la cabeza visible del movimiento, logrando ser investido como Canciller en 1933, el principio de una etapa hegemónica que duraría hasta su muerte, en 1945.

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