Actividad. Un Llamado A Las Cruzadas. Texto Del Papa Urbano II

Un llamado a las cruzadas. Texto del Papa Urbano II

ausas de las Cruzadas

Durante la “toma de la cruz” el “cruzado” juraba peregrinar hasta el Santo Sepulcro, la tumba en la que Cristo había sido instalado y de donde, según el dogma cristiano, había resucitado. A causa de los grandes gastos y dificultades de dicho viaje, un cruzado recibía una remisión de los pecados, igual que un peregrino al visitar un lugar santo.

Una sencilla cruz de tela, en color rojo, era cosida en el hombro del vestido del cruzado para representar su condición de peregrino. Muchas veces los cruzados se referían a sí mismos como “peregrinos” o “portadores de la cruz”.

Aunque tal vez las Cruzadas fueran un peregrinaje, sin duda lo era pero muy peculiar, ya que quienes tomaban sus cruces y portaban alimentos y útiles personales, llevaban también espadas, armaduras y otros instrumentos de guerra.

De hecho, los peregrinos armados no eran algo nuevo, debido a la inestable situación en el Medio Oriente. Por esta razón los peregrinos a Jerusalén habían visto la necesidad de protegerse contra los ladrones de caminos, los funcionarios inescrupulosos y cualquier otro tipo de gente que se aprovechara de los extranjeros con dinero, así fuera poco el que portaran. Pero en este caso, los peregrinos eran miles de soldados, entrenados para la guerra y preparados para la conquista. Desde lejos, las Cruzadas pueden verse como ejércitos organizados y dirigidos por la Iglesia contra los enemigos de Cristo, pero desde dentro era diferente, pues cada cruzado hacía el juramento de llegar al Santo Sepulcro: era, sobre todo, un peregrino.

Se dice que cerca de 150,000 europeos respondieron a la convocatoria del Papa Urbano II vistiendo la cruz de peregrino. La mayoría de ellos eran pobres y muchos eran mujeres o personas mayores (o ambos). Durante la Primera Cruzada, aproximadamente 40,000 hombres marcharon a Oriente. Unos partieron antes, y otros más tarde. De todos ellos eran caballeros sólo unos cuantos. Sin embargo, eran ellos quienes llevaban a sus ejércitos, así que su aceptación del voto de cruzado era fundamental para el éxito de la empresa. Contra lo que se cree, la mayoría de estos caballeros cruzados no eran hijos sin herencia, sino dueños de sus propiedades.

El costo de las Cruzadas era muy grande. Por ejemplo, un caballero que planeara llevar a varios miembros de su familia y un ejército de acuerdo con su posición y autoridad, necesitaría reunir fondos que equivalían a cinco o seis veces más que sus ganancias anuales. Naturalmente, muy pocos tenían ese dinero a su disposición y se veían forzados a vender sus propiedades o someterlas a desventajosos

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