Aproximacion Sociologica A La Historia De La Rev Mex
Enviado por haokan • 26 de Junio de 2014 • 3.250 Palabras (13 Páginas) • 352 Visitas
APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA A LA HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA
CRISIS DEL PORFIRIATO
LA REVOLUCIÓN MEXICANA fue un amplio y complejo movimiento social, algunas de cuyas causas se remontaban varios siglos. Asimismo, la Revolución Mexicana fue el factor determinante en la evolución de México a lo largo del siglo XX. Su estallido se debió a varios factores: la crisis generalizada del gobierno de Porfirio Díaz; la imposibilidad de resolver pacíficamente la sucesión presidencial de 1910; las aspiraciones de las clases medias y de los sectores populares; el agotamiento del régimen oligárquico, y el complejo contexto internacional de aquellos días.
A principios del siglo XX la situación mexicana era muy distinta a la de los demás países latinoamericanos. Como varios de estos, especialmente los situados en las regiones centroamericana y andina, México sufría un gobierno dictatorial y una muy desequilibrada distribución de la propiedad agraria. Sin embargo, a diferencia de ellos, gozaba de un notable crecimiento económico. La combinación de crecimiento económico con gobierno dictatorial y con graves problemas agrarios resultó explosiva. El país vio desarrollarse, como producto del crecimiento económico, en particular de la urbanización y la industrialización, a un contingente apreciable de clases medias y de proletariado. Si bien en otros países sudamericanos, como Argentina, Brasil y Chile, también hubo crecimiento económico, con su consecuente desarrollo de clases medias y trabajadoras, lo cierto es que en estos países del Cono Sur había instituciones políticas –sindicatos, partidos y parlamentos– que servían para la defensa y promoción de los intereses de esas nuevas clases sociales. En cambio, el gobierno dictatorial de Díaz resultó inadecuado para representar y defender los intereses de dichas clases. Al contrario, dificultó el ascenso de las clases medias y reprimió los reclamos obreros. Para colmo, la estructura agraria de estos países sudamericanos se caracterizaba por la coexistencia de los poderosos pero modernizantes estancieros, con muchos pequeños y medianos propietarios, mientras que en
México solo había este segundo tipo de propietarios en ciertas regiones del norte y del occidente del país, prevaleciendo en el resto una distribución de la propiedad muy desigual, con pocos pero extensos latifundios y con un número enorme de comunidades campesinas, las que sufrían un grave proceso de pérdida de sus tierras pero conservando su organización y su memoria, lo que las hacía políticamente conflictivas. El más claro ejemplo de las comunidades que sufrieron usurpaciones pero que conservaron su estructura tradicional y su identidad es el de los pueblos campesinos del estado de Morelos3. Las aspiraciones de estas comunidades a conservar su autonomía y su identidad y a recuperar sus tierras hacían predecible un conflicto muy violento. Lo mismo podría decirse de las comunidades indígenas: si en países como Argentina y Chile casi fueron exterminadas las tribus indígenas como resultado de las campañas militares que se hicieron para despojarlos de sus tierras y poder integrarlas a un modelo moderno de explotación económica, en México subsistieron con relativo vigor y mantuvieron su capacidad de lucha: el ejemplo de los yaqui es muy ilustrativo. En resumen, solo en México se dio esta explosiva combinación, que hacía posible la alianza de campesinos, obreros y clases medias; esto es, que haría posible una revolución y no solo una rebelión campesina, o una revolución y no solo una reforma política.
Además de esta limitación estructural, el gobierno porfiriano sufrió varias crisis profundas4. Díaz era un mestizo oaxaqueño, había destacado en los ejércitos liberales que habían luchado contra los conservadores y la intervención francesa, pero luego se distanció de Benito Juárez y de sus compañeros liberales por sus aspiraciones a la presidencia. Su prolongado régimen dio comienzo con el triunfo de la rebelión de Tuxtepec, que estalló en 1876 contra la reelección del presidente Sebastián Lerdo de Tejada. Una vez en el poder, su gobierno pasó por tres etapas. La primera se extendió hasta finales de la década de 1880 o principios de los noventa, y se caracterizó por ser el período de ascenso y consolidación en el poder, durante el cual Díaz construyó su aparato político con equipos de colaboradores propios. Sobre todo, cambió el proyecto nacional, pues si con los gobiernos liberales anteriores al suyo –los de Benito Juárez y Lerdo de Tejada– los objetivos habían sido la libertad y la ley, con Díaz lo serían el orden y el progreso.
Durante sus primeros años de gobierno se apoyó en militares de su total confianza, tanto para la impostergable pacificación del país como para adquirir el control del ejército. Su finalidad era contener o desplazar a los principales jefes militares, competidores naturales suyos en tanto que también eran héroes de las guerras de Reforma e Intervención. Asimismo, carente de un equipo civil suficientemente amplio, al principio Díaz desarrolló prácticas conciliatorias e incluyentes, gobernando con políticos y burócratas provenientes de equipos ajenos y diversos. Durante sus primeros años también acudió a la represión de sus enemigos: si para los que estaban conformes con su planteamiento hubo canonjías, para los renuentes hubo diversos castigos; por último, si tuvo que apoyarse en los grupos políticos previos, en cuanto pudo impuso gente suya, aunque fueran inexpertas o externas a la región donde se les colocó.
Con base en estos mecanismos se logró una desconocida estabilidad durante la primera etapa del largo régimen de Díaz, como lo confirman sus relativamente fáciles reelecciones de 1884 y 1888. Esto implicaba la falta de competidores políticos. También implicaba la falta de conflictos políticos o sociales mayores. Dado que Díaz era un hombre intuitivo y pragmático, percibió que el anticlericalismo liberal había dividido al país, por lo que fue tolerante con la Iglesia y la religión católicas, mostrándose renuente a aplicar ciertas disposiciones de la Constitución de 1857, con lo que se obtuvo una considerable reconciliación ideológica nacional5. La estabilidad política y la paz social logradas, además de las nuevas condiciones económicas nacionales e internacionales, explican que durante esos años se haya obtenido el reconocimiento del gobierno estadunidense y el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con los principales países europeos, como Francia e Inglaterra.
La segunda etapa del largo régimen porfirista, que se prolongó desde 1890, aproximadamente, hasta los inicios del siglo XX, se distinguió por el perfeccionamiento del control político y por el notable crecimiento económico alcanzado. Es indudable que durante
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