Articulaciones Históricas De La Identidad Nacional En República Dominicana
Enviado por mafranco29 • 15 de Octubre de 2013 • 1.785 Palabras (8 Páginas) • 339 Visitas
Raymundo Manuel González de Peña
Académico de Número y miembro de la Junta Directivade la Academia Dominicana de la Historia.
FUENTE: Revista CLIO. Órgano de la Academia Dominicana de la Historia. Año 2010 No. 179-03. Pág.55-65
En la República Dominicana asistimos a un momento de revalorización de nuestras culturas en plural, de nuestra diversidad cultural, contrario a la visión mono cultural y la uniformidad tan del gusto de las clases dominantes y las dictaduras que por tanto tiempo fue hegemónico en el discurso intelectual. (Es importante anotar que esta revalorización se hace también recuperando y continuando una tradición de estudios de calidad en la Antropología Sociocultural). Roberto Cassá se ha referido a esta revalorización, a propósito del libro de Carlos Andújar, (Carlos Andújar Persinal. Identidad cultural y religiosidad popular. Santo Domingo, Editora Cole, 1999, en la que recoge varios trabajos de investigación en torno a culturas y discursos culturales producidos por las clases populares, marginales con respecto a las lecturas legitimadora de la identidad nacional dominicana.) Como una estrategia política que busca construir nuevas alianzas para articular proyectos hegemónicos desde la cultura en solidaridad con los sectores marginados.( Cfr. Roberto Cassá. “La política de la antropología dominicana”. Isla Abierta, No. 750. Santo Domingo, 16 de mayo de 1999, p. 21.)
Pero por ello mismo son proyectos limitados, incluso en sus posibilidades políticas de articulación.
Nos hemos acostumbrado, en los últimos años, a hablar en conferencias y seminarios de la identidad como algo dinámico, no estático, que en modo alguno se refiere a una esencia. Esto es un punto ganado al esencialismo de otros tiempos. Pero raras veces nuestro discurso da cuenta de esa dinamicidad, y vuelve punto menos que a caer en las A veces nos hacen falta marcos de referencia que permitan subvertir los horizontes de sentido desde los cuales se han configurado las identidades en nuestro país (y no sólo en el nuestro, dicho sea de paso). Propongo dos comentarios a este propósito:
En primer lugar, la metafísica de la noción de identidad en nuestro país no se halla en la Filosofía de forma genérica, sino que su fuente es propiamente la ideología del progreso .Esta ideología configuró los modos de pensamiento y de representación de las clases que asumieron el proyecto de nociones estrechas y estáticas que decimos criticar. Formación y consolidación del Estado-Nación desde el siglo XIX. Igualmente lo fue para el sistema-mundo capitalista que estrenó una faceta más sutil para reproducir su dominación colonial sin colonias. Colonialidad, por tanto, que continúa vigente a través de la dominación social asimétrica de los capitales y las naciones más ricas del globo, sobre los pueblos y los territorios en general. Como refiere Edgardo Lander, “la colonialidad es constitutiva de la modernidad occidental (,“Modernidad, colonialidad y postmodernidad”, Estudios Latinoamericanos, No. 8, Nueva Época, año 4, julio-diciembre de 1997, pp. 31-46.)hoy, sin embargo, cuestionada en sus mitos fundamentales.
Nuestra noción de identidad tiene ahí un punto de partida, esto es, la necesidad de una crítica de la ideología del progreso. Tal ideología colonizó nuestra mirada, imponiéndonos una manera de pensar, especialmente a los que cumplieron y cumplen alguna función intelectual en la sociedad. Estableciendo así una jerarquía de valores que terminaba dializando el discurso en función de una escala superior/inferior: la contraposición civilización/barbarie, significaba (y lo sigue siendo en cierto sentido) un valor absoluto que llevaba al rechazo de todas las formas populares de pensamiento y convivencia; ellas eran exclusivamente representativas de atraso, de lo que debía ser dejado atrás y superado para siempre. Las formas arcaicas de vida social fueron estigmatizadas en el discurso civilizador, que más tarde se expresó de manera más sofisticada en la contraposición, ya envuelta en ropaje científico-social, como “verdad”, denominada tradicional/moderno, también de larga eficacia en el contexto de los Estados-Nación de la periferia capitalista.
En los años recientes en nuevo discurso, también ligado a la metafísica de esta ideología del progreso, y en particular a la modernidad tecnológica que se presenta como su resultado más obvio, parece desafiar los viejos discursos identarios.
Hoy el discurso hegemónico, el llamado “pensamiento único” de la globalización-neoliberal, que pretende re significar las relaciones sociales de dominación en el mundo a partir de un principio ideológico pretendidamente universal, no esconde el carácter social dual de su propuesta; “el mercado o la muerte” parece ser la consigna, que se resuelve en la contraposición globalizados/excluidos. La diferencia está en que este discurso no requiere de una legitimación como “verdad” de parte de la ciencia, puesto que ha “desarrollado la capacidad inercial de su auto-reproducción”.
En segundo lugar, la práctica de los Estados Nacionales de la periferia condujo a la formalización de identidades legitimadoras que partían de la interiorización del pueblo nación, congruente con el discurso de la ideología del progreso, y al mismo tiempo colocaban al Estado (y/o a las clases dominantes) haciendo el papel de héroe de la civilización, contra la barbarie. En nuestro país esa interiorización fue también presentada como debilidad del pueblo-nación, el cual aparecía en la historia abatido tras siglos de infortunios y ataques externos, y, en consecuencia, la necesidad de un hombre fuerte o una mano dura en la dirección del Estado.
El pueblo-nación en esta visión estaba necesitado de una mano patriarcal, un guía, que los condujera hacia los caminos del progreso, la civilización y el bienestar. Quizás el más acabado de estos proyectos-misión de identidades legitimadoras desde el Estado
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