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.Ayotzinapa, crimen de lesa humanidad


Enviado por   •  31 de Marzo de 2016  •  Ensayo  •  2.180 Palabras (9 Páginas)  •  665 Visitas

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Ayotzinapa, crimen de lesa humanidad

Introducción

La Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, fundada en 1926 en la comunidad de Ayotzinapa, conurbada a la cabecera municipal de Tixtla, en el centro de Guerrero, es una institución formadora de profesores de primaria y educación física, bajo un esquema de internado exclusivamente para estudiantes de bajos recursos. Ahí estudiaron líderes de grupos armados clandestinos como Lucio Cabañas o Genaro Vázquez y mantiene una perspectiva de educación socialista.

Como cada año los estudiantes de la normal de ayotzinapa se dirigen a Chilpancingo para manifestar mediante bloqueos viales la atención a su pliego petitorio, se pide  la renovación de las instalaciones y la revisión del monto asignado a la dieta de los estudiantes internados (que en 2011 es de 35 pesos mexicanos, alrededor de 2.5 dólares al tipo de cambio vigente).

Por estos motivos la Normal Rural Raúl Isidro Burgos es considerada por el gobierno mexicano como un nido de guerrilleros. Los estudiantes siguen organizados y en pie de lucha debido a que el gobierno no quiere atender sus demandas, la noche del pasado 26 de septiembre ocurrió una masacre en Iguala Guerrero donde se vieron involucrados los estudiantes de la escuela normal rural Raúl Isidro Burgos, fueron agredidos por Policías Municipales, y presuntos integrantes de una agrupación delictiva llamada Guerreros Unidos cuando realizaban una colecta de recursos y la toma de autobuses para viajar a la ciudad de México y participar en la marcha conmemorativa del 2 de octubre en conmemoración de los estudiantes masacrados en la plaza de Tlatelolco sin  imaginarse lo que esa noche les ocurriría. Ya en otras ocasiones habían asesinado a otros compañeros como el pasado 12 de Diciembre del 2011 cuando estudiantes de la escuela bloquearon la Autopista del Sol a la altura del Parador del Marqués mismo que termino en un enfrentamiento con la policía federal y estatal que causó la muerte de 2 normalistas Jorge Alexis Herrera Pino y Gabriel Echeverría de Jesús.

La noche del 26 de septiembre de 2014 un grupo de estudiantes de esta institución secuestraron camiones con el fin de participar en las manifestaciones del 2 de Octubre en la Ciudad de México. Pero nunca llegaron a su destino ya que la organización delictiva denominada Guerreros Unidos atacó al grupo de estudiantes presuntamente por órdenes de José Luis Abarca Velázquez,  ex alcalde de Iguala estando en funciones.

Tras el incidente que duro alrededor de 2 largas horas en donde hubo un registro de 6 muertos, donde se sabe fueron 3 Normalistas, 2 integrantes del equipo de futbol de 3ra división los Avispones y una mujer civil que viajaba a bordo de un taxi, el incidente no solo dejo ese saldo de muertos, si no también dejo a 26 personas lesionadas mas y en ese momento se reportaron a 57 estudiantes de la escuela normal como desaparecidos de los cuales 14 fueron encontrados mas tarde en sus domicilios.

Hasta el momento nada ha sido confirmado, pero al transcurrir de los días y meses todo México se hace las mismas preguntas ¿Dónde están?, ¿Qué ocurrió con los 43 Normalistas?...

 

                 

Desarrollo

La juventud preparada es el futuro de México y nos matan; quien entiende al gobierno que día tras día nos mencionan nuestros representantes que supuestamente fueron elegidos por consulta popular que nosotros los jóvenes somos el futuro de México y que somos la salvación del país; Claro que lo somos, pero como sacar a flote nuestro país si no nos lo permite el mismo gobierno.

Lo ocurrido en Ayotzinapa es verdaderamente critico, es un crimen de estado que costo demasiado caro no solo con la cifra de muertos y desparecidos que fueron de: 6 muertos (uno de ellos, desollado), 5 heridos de gravedad (dos al borde de la muerte) y la desaparición forzada de 43 estudiantes; un presidente municipal capturado, la renuncia de un gobernador, un palacio de gobierno en llamas, una presidencia terriblemente cuestionada ya no solo por los mexicanos, sino además por la comunidad internacional que se han pronunciado con fuerza sobre el “caso” y el saldo sigue creciendo y creciendo, sin control, sin que aparezca un gesto o algo que medianamente se vislumbre como estrategia de contención, ya no digamos de voluntad política de esclarecer y aplicar la justicia. Este brutal acontecimiento ocurrido ya hace 8 meses parece haber sacudido de raíz la indiferente convivencia con la muerte violenta que se ha paseado en estos territorios con carta de ciudadanía. Mareas humanas formadas principalmente por jóvenes estudiantes de las instituciones publicas y privadas del país han caminado las calles de decenas de ciudades del país y, en muchos casos, tanto algunos corresponsales extranjeros como muchos ciudadanos, abren los ojos sin aliento, como si estuvieran frente a hechos que parecen inéditos, pero no, no lo son. Aunque inédita sea la cruda y aterradora evidencia del grado de descomposición del sistema de gobierno, un estado fallido, que no puede ya esconder en ningún boletín de prensa, en ninguna declaración, pose, o lamentación que la narco política capitalista controla buena parte del paisaje nacional. Pero quizás lo más relevante de Ayotzinapa es que ha obligado a México a prestar atención. Se prestó poca atención a las fosas clandestinas que fueron convirtiéndose en noticia cotidiana, 69 cuerpos en una, 15 en otra, 11 en una más; como si se tratara de accidentes geográficos, en esas fosas hay cadáveres, muertos, calcinados, no personas. Y el espanto aumenta cuando sabemos que muchos de ellos no serán jamás identificados, porque en este país que no presta atención, no hay protocolos para reconocimiento de ADN, adecuados, porque aunque hay una guerra, los gobiernos en turno no la reconocen, por sus costos políticos. Desde el 2007 cuando el ex presidente de México Felipe Calderón Hinojosa puso en marcha el operativo “guerra contra el narcotráfico” y sólo en tres estados, Tamaulipas, Guerrero y Jalisco, 460 cuerpos han sido “recuperados” de estas fosas, vertederos secretos de ese poder oscuro, que “levanta” (secuestra) personas, enemigos o no, a plena luz del día y con ese mismo poder, los desaparece. Hemos llegado a tanto que el  ex Procurador General de la República, el priista Jesús Murillo Karim, salió a decir, casi aliviado, que los 28 cuerpos encontrados en las primeras fosas clandestinas “descubiertas” en Iguala (la ciudad donde se produjo el último ataque a los normalistas y donde fueron detenidos por la policía municipal un número no determinado de estudiantes, entre los que se encuentran los 43 desaparecidos), no correspondían a los de los normalistas, entonces ¿Quiénes son entonces esas 28 personas?, ¿desde cuándo están ahí?, ¿por qué?. Las preguntas se atragantan.   No se prestó atención a la cifra escalofriante que indicaba que tan solo en 2012 habían fallecido 20.658 jóvenes por causas violentas y a causa de la guerra contra el narcotráfico. La muerte por agresión para hombres y mujeres alcanzó en ese año el 44.1%, 16.298 vidas jóvenes cegadas por las violencias directas que azotan este país. Estos datos a los que se sumaban otros, muchos datos terribles que se fueron acumulando desde 2006 inicio del sexenio panista de Felipe Calderón, deberían haber bastado para declarar un estado de emergencia nacional.  Pero no fue así. En estos días  terribles, ha dicho Javier Sicilia, el poeta que dejó de serlo por el dolor que lo atravesó sin aviso, cuando su hijo fue ejecutado, que “el PRI creyó que podría administrar el infierno”. Nada más cierto.   Si la administración de Felipe Calderón (PAN) desató con absoluta irresponsabilidad el infierno, la administración de Enrique Peña Nieto (PRI) apostó al silencio, al amordazamiento, a la soberbia imperdonable de creerse capaces de gestionar el horror, sin salpicarse. Quizás por la necesidad de no hacer el recuento cotidiano de los muertos y los desaparecidos, quizás por una necesidad de cerrar los ojos, muchas y muchos ciudadanos pensaron que la desaparición del tema de la violencia de las páginas de los principales diarios del país, de las televisoras y noticieros radiofónicos, significaban un avance en la “guerra contra el narco”.

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