Basílica Paleocristiana De San Pedro.

Análisis de la secuencia espacial de la basílica paleocristiana de San Pedro en Roma

La aparición de la arquitectura paleocristiana comienza tras dictarse el Edicto de Milán proclamada por Constantino, la cual da surgimiento a la religión cristiana de manera libre y expresiva, puesto a que antes se hacía de manera clandestina, logrando de esta forma obtener gran aceptación por parte de la sociedad romana. Para aquello, optaron por construir edificaciones que respondan a la necesidad de congregar el mayor número de personas posibles donde pudieran realizar sus actos de liturgia y que a su vez agregue significado a su diseño espacial, tomando como ejemplos “(…) las basílicas romanas las cuales se prestaban mejor a esta función. ” (Velarde 1978: 77). Fue de esta manera como desarrollan una nueva tipología arquitectónica, la basílica paleocristiana de San Pedro (Fig. 1), ubicada en Roma. Gracias a su magnífica resolución de relación entre su función y su forma, esta basílica es una de las más resaltantes dentro de la arquitectura paleocristiana, la cual posteriormente es tomada como ejemplo en la construcción de otras basílicas. Por ello, este artículo desarrollará un análisis secuencial que se centrará en el espacio-función-significado de la basílica anteriormente mencionada.

“El plano de conjunto se desarrolla según un prolongado eje longitudinal donde todos los elementos arquitectónicos parecían sucederse en una intensa y profunda perspectiva hacia el único punto de mira: el altar. ” (Velarde 1978: 77) (Fig. 2).

La planta primitiva de la basílica de San Pedro se encuentra dividida en tres partes: espacio público, semipúblico y privado (Fig. 3).

El espacio público se encuentra conformado desde la escalinata hasta el nártex. El ingreso se daba a través de un pórtico de escala “monumental ” que sirve como espacio de transición entre el exterior y el interior de la basílica. A su vez éste sirve de espacio previo al atrio, la cual está constituida por un patio “(…) rodeado por arquerías, principios de claustros conventuales. ” (Velarde 1978: 77). Los pórticos, proporcionan un juego de luz y sombra, la cual permitía a las personas permanecer mayor tiempo en el atrio. En la parte final del espacio público encontramos al nártex. Estaba asignado para los catecúmenos o no bautizados. Desde este espacio, ellos podían participar de la liturgia pero no podían ingresar por el hecho de no estar bautizados. El hecho de ingresar a las naves para ellos significaba el abandono de la oscuridad y la muerte.

El espacio semipúblico se encuentra conformado por la nave y el arco triunfal. La nave estaba constituida por cinco naves: “nave central, nave del evangelio, nave de la epístola, zona de los hombres y zona de las mujeres ” (Alonso 2005: 103), se accedía a ellas a través de “pórticos ”, dispuestos una para cada nave, las cuales alojaban a

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