Belleza Libre Y Adherente
Enviado por ZOHDEZ • 1 de Octubre de 2013 • 2.916 Palabras (12 Páginas) • 826 Visitas
La Belleza Libre y Belleza Adherente.
Emanuel Kant, filósofo alemán que nace en el año de 1724 y muere en el año de 1804. Es considerado como uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna y el último periodo de la ilustración. “El juicio del gusto, mediante el cual un objeto es declarado bello, bajo la condición de un concepto determinado, no es puro.”
El juicio del justo según Immanuel Kant está dividido en dos subtemas. El juicio de gasto puro y el juicio de razón. La primera se basa en la manera contemplación de la belleza del objeto y no se encuentra atado a ningún otro concepto. Mientras que el juicio de razón está ligado al conocimiento y por tal motivo se encuentra limitado.
Belleza libre
Liliana V. Blum
Más que la naturaleza, que es maravillosa y apabullante en su esplendor y perfección, así como en sus defectos, siempre he admirado mucho más las creaciones del hombre. La naturaleza es; el hombre no sólo es, sino que decide crear. Me fascinan las historias que una construcción humana esconde entre sus piedras y sus siglos de antigüedad; vivo otras vidas leyendo las novelas de mis autores favoritos; experimento verdadero placer cuando miro una pintura que me provoca sentir; sonrío cuando una canción dice justo lo que yo estoy sintiendo en cierto momento de mi vida. Admiro también las enormes grúas que son capaces de crear enormes edificios, la computadora en la que ahora mismo escribo, lo cuasi-mágico de internet, o una vacuna que previene que yo sufra de poliomelitis, por ejemplo. Todo producto del ingenio, el talento y la inteligencia de unos cuantos, y que proporcionan beneficios a tantos otros.
En cambio, hay cosas que son hermosas, pero terroríficas. Decía Tadeusz Borowski, un polaco sobreviviente de Auschwitz: “Las pirámides egipcias, los templos, las estatuas griegas: ¡qué crímenes tan horrorosos fueron! Cuánta sangre se vertió en esas calles romanas, en las murallas de las ciudades. La Antigüedad -ese tremendo campo de concentración en donde al esclavo su amo le marcaba con hierro en la frente y lo crucificaba si trataba de escapar…” Justo hace poco, que tuve la oportunidad de conocer Chichen Itzá, experimenté esta sensación de estar ante algo grandioso, pero fruto de la sangre y el sufrimiento. Impresionante, pero aterrador, como la sistematización de los campos de concentración nazis. Lo mismo sucede con las hermosas iglesias que los colonizadores españoles hicieron que los indígenas construyeran, añadiendo además del látigo el toque de humillación de hacerlo justo arriba de los templos de sus propios dioses.
Decía Ayn Rand que la diferencia básica, esencial y crucial entre la libertad y la esclavitud es el principio de acción voluntaria versus el de la coerción física para esa misma acción. Tenemos entonces la arquitectura de esclavos y la arquitectura de los hombres libres. Si la belleza puede ser producto de la libertad o de la esclavitud, de la voluntad propia o de la amenaza de muerte, ¿pierde alguna de sus cualidades? ¿El fin justifica los medios? ¿Al final lo que importa es lo que queda? ¿Al sufrimiento se lo lleva el viento y los años?
Kant en Belleza Libre
Immanuel Kant, por la sistematización a la que sometió a la recién nacida ciencia estética, puede ser considerado el padre de la estética contemporánea. Una de sus primeras incursiones en la materia fue Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime (1764), pero su principal aportación a la estética la realizó en Crítica del juicio (1790), cuya primera mitad trata principalmente del «juicio de gusto», y donde investiga la aspiración a la validez universal en los juicios sobre belleza y sublimidad, partiendo de la premisa de su original subjetividad, su evidente particularidad para cada individuo.
La principal influencia en el terreno de la estética la recibió Kant del empirismo inglés, especialmente de Burke, cuyo sensualismo le hizo abandonar el intelectualismo que había heredado de Leibniz y Wolff. En Crítica del juicio pretendió resolver la antinomia presente en las dos teorías predominantes –y aparentemente opuestas– esbozadas hasta entonces: el gusto como un proceso del intelecto y sujeto a criterios científicos, o el gusto como sentimiento de origen subjetivo y arbitrario. Kant realiza un intento de síntesis, reconociendo el gusto como un producto de los sentidos y los sentimientos, y por ende subjetivo, pero destacando la tendencia a la universalidad racional que se manifiesta en él. Como señaló Victor Basch en Ensayo crítico sobre la estética de Kant: «junto al imperativo categórico moral, Kant pone el imperativo estético: juzga lo bello de tal modo que tu juicio pueda ser universal y necesario».
Para Kant, el juicio de gusto pone en «juego» el entendimiento y la imaginación, en una relación de armonía. Encontramos en las formas bellas una finalidad, pero no concreta –el arte es necesario, pero no sabemos para qué–. Kant se planteó la pregunta de qué es lo que hace que nos guste una obra de arte, denominándolo «facultad de presentar ideas estéticas», que es la capacidad que tiene la forma bella en el arte. Es aquella representación de la imaginación que nos hace pensar, pero sin que ningún pensamiento le sea adecuado, ningún lenguaje puede expresarlo ni hacerlo inteligible. Las ideas estéticas de Kant no implican un conocimiento racional, muchas veces son ideas que no podemos expresar con palabras. Para Kant, el arte no viene de aquello que representa: lo representativo lleva a lo significativo, pero si lo aplicamos al arte invertimos el proceso de conocimiento –de la razón a lo sensible–. Por tanto, el arte no ha de representar necesariamente la realidad.
Afirmaba Kant que la estética es una paradoja: es la conceptualidad sin concepto, la finalidad sin fin; por tanto, separó conocimiento racional y estética, porque ésta no tiene concepto. Para Kant, es bello aquello que sin concepto gusta universalmente, rompiendo la idea de la perfección interna de la belleza: las cosas no son bellas en sí mismas, sino por su impresión en nosotros. La universalidad del juicio estético proviene de un estado suprasensible, común a la naturaleza humana; así, la subjetividad estética, al ser común, propicia una cierta objetividad, basada en leyes naturales –aunque no conocemos su procedencia–. Las ideas estéticas excitan el pensamiento sin un conocimiento conceptual. Al separar la estética del conocimiento racional, Kant otorgó a ésta una base de autonomía, poniendo los cimientos de la estética contemporánea.
En Crítica del juicio también sistematizó la categoría estética de lo sublime. Para Kant lo sublime es el exceso, el
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