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Bethel Cap 3


Enviado por   •  9 de Junio de 2014  •  3.335 Palabras (14 Páginas)  •  279 Visitas

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LA ESPAÑA DE LOS BORBONES Y SU IMPERIO AMERICANO

EL ESTADO BORBÓNICO

El reinado de Carlos II «el Hechizado» (1664-1700) resultó ser un desastre total, derrotas militares, la bancarrota real, regresión intelectual y el hambre por doquier. La crisis alcanzó su punto más bajo durante la década de 1680 al tiempo que una serie de malas cosechas llevaban el hambre a Castilla. España había perdido sus industrias y se limitaba a exportar productos agrícolas como pago de las manufacturas extranjeras.

En cuanto al comercio colonial, Cádiz actuaba como mero lugar de paso en el intercambio de metal precioso americano por mercancías europeas.

En resumen, mientras que en el resto de Europa continental el absolutismo dinástico estaba basando su nuevo poder en un ejército permanente y un control fiscal, en España la monarquía había sufrido una pérdida progresiva de autoridad.

El papel relativamente pasivo que desempeñó España en la guerra que decidía su destino se hizo patente en el tratado de paz, firmado en 1713 en Utrecht, ya que, como compensación a su renuncia al trono español, el emperador de Austria recibió los Países Bajos, Milán, Cerdeña y Nápoles.

El rey de Saboya se quedó con Sicilia. Y, lo que era peor, Gran Bretaña retuvo Gibraltar y Menorca y obtuvo el «asiento» durante un período de 30 años. Por esta cláusula, Gran Bretaña gozaba de un derecho monopolístico de introducir esclavos africanos por todo el imperio español y, además, se aseguraba el derecho al envío de un barco anual con 500 toneladas de mercancías para comerciar con las colonias de España en el Nuevo Mundo.

Finalmente se cedió a Portugal, fiel aliada de Gran Bretaña, Sacramento, un asentamiento en la ribera oriental del Río de la Plata, con una situación ideal para el contrabando. La entronización de Felipe V bajo la amenaza de una guerra civil e invasión extranjera permitió a los consejeros franceses sentar las bases de un estado absolutista con notable rapidez. Felipe siguió el ejemplo de su abuelo y excluyó a la aristocracia de los altos consejos del estado. La creación de secretarías de estado redujo el papel de los consejos tradicionales a funciones de asesoramiento y judiciales.

La subida al trono de Fernando VI (1746-1759) marcó el abandono de la ambición dinástica en favor de una política de paz en el exterior y de atrincheramiento interior. El fin del período del «asiento» inglés en 1748 seguido de un tratado de límites con Portugal (1750), que estableció las fronteras entre los virreinatos de Perú y Brasil, eliminó fuentes potenciales de fricciones internacionales. Sin embargo, sólo con la llegada de Carlos III (1759-1788) dispuso España, por fin, de un monarca comprometido activamente con un completo programa de reformas. Aunque la renovación por parte de Carlos III del Pacto de Familia en 1761 supuso para España una derrota en las últimas etapas de la Guerra de los Siete Años, el resto de su reinado estuvo marcado por un notable aumento de la prosperidad, tanto en la península como en las colonias, y durante una breve época España volvió a ser considerada una potencia europea.

Aunque las ambiciones y la personalidad de los monarcas borbónicos influyeron sin duda en las directrices de la política, era, sin embargo, la élite ministerial la que introdujo lo equivalente a una revolución administrativa. Aunque algunos aristócratas seguían alcanzando altos cargos —el conde de Aranda es un ejemplo—, la mayoría de los ministros eran gente principal venida a menos o del común. Es sorprendente el hecho de que en el reinado de Carlos III la mayoría de los ministros nombrados después de 1766 fueran «manteistas», letrados que no habían podido entrar en los socialmente prestigiosos «colegios mayores» de Valladolid, Salamanca y Alcalá. En contraste con la Inglaterra contemporánea o con la España de los Austrias, los Borbones confiaban en una nobleza funcionarial, concediendo títulos a sus servidores de confianza, tanto en calidad de recompensa como para reforzar su autoridad. El estado absolutista fue el instrumento esencial de la reforma. Los seguidores del despotismo ilustrado no olvidaban el origen de su poder. Si bien con el nuevo énfasis en la autoridad real la aristocracia fue simplemente excluida de los consejos de Estado, por contra, se atacó severamente a la Iglesia. En 1767 se expulsó, de los dominios españoles a la orden jesuita, principal bastión de la Contrarreforma y defensora a ultranza del papado. En general, se consideraba a las órdenes religiosas más como una carga de la sociedad, que como fortalezas espirituales. Tras toda esta actitud se encontraba la influencia de Francia.

La principal preocupación de la élite administrativa era el gran problema del progreso económico, se construyeron canales y carreteras para abrir nuevas rutas al comercio. Y, del mismo modo que en el siglo xvn Francia e Inglaterra, enfrentadas a la hegemonía comercial de Holanda, habían utilizado medidas proteccionistas para defender y promover su navegación, industria y comercio, ahora los ministros de la dinastía borbónica en España intentaron conscientemente aplicar el mismo tipo de medidas para librar a la península de su dependencia de las manufacturas del norte de Europa.

Jerónimo de Ustáriz aceptaba «un castigo de nuestra negligencia y ceguedad en las disposiciones del comercio», eran las onerosas tarifas e impuestos interiores los que habían destruido la industria interna y habían hecho depender a la península de las manufacturas importadas del exterior.

El punto de Partida para cualquier interpretacion del mercantilismo español del siglo 17 es la ¨¨Theoria y practica de comercio y de marina¨¨un estenso tratado que vio la luz por vez primera en 1724 del autor Jeronimo de Ustáriz

Sus recomendaciones eran simples: insistía en que los aranceles debían distinguir siempre entre producto primario y bienes elaborados, en que la mercancía importada debía pagar siempre más cargas que las manufacturas del país y en que debían eliminarse, siempre que fuera posible, los gravámenes interiores. La premisa que subyacía a estas recomendaciones era que una prudente regulación de tarifas liberaría la energía productiva de la industria española. Más categóricamente, abogaba por una activa política de adquisiciones respecto al equipamiento, municiones y uniformes para las fuerzas armadas, de manera que todo este aprovisionamiento viniera de talleres y fundiciones españoles. Sin embargo, el gran logro de la nueva dinastía fue la creación de un estado absolutista, burocrático, abocado al principio del engrandecimiento territorial. A la cabeza del nuevo régimen estaban los ministros, los secretarios de Estado, Hacienda,

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