Bienes Terrenales Del Hombre
Enviado por laurakcely • 12 de Febrero de 2013 • 4.937 Palabras (20 Páginas) • 1.016 Visitas
BIENES TERRENALES DE HOMBRE
INTRODUCCION
Leo Huberman hace los bienes terrenales del hombre una síntesis de la economía que estudia la sociedad y los sistemas de la economía desde la época feudal hasta la etapa de posguerra. Con un lenguaje claro y profundo el autor muestra el surgimiento, proceso y caída de las doctrinas económicas que han marcad el curso del hombre. Esta obra tiene también un matiz didáctico; nos da la historia del crecimiento de las sociedades en forma agradable y sencilla de leer, así es como nos va presentando los modos de producción por los que ha pasado el hombre desde siglos atrás, desde su nacimiento, desarrollo, como es que se necesito cambiar esté y seguir evolucionando y como esto da forma a la sociedad poniendo a algunos en una posición ventajosa y a otros en desventaja frente a los nuevos desafíos.
Utilizando pequeñas historias acerca de cómo es que ha evolucionado el hombre sobre la forma de intercambiar bienes, el nacimiento de la moneda, la forma en cómo ha afectado los movimientos sociales para el desarrollo de la sociedad, de las grandes potencias que hoy conocemos.
LEO HUBERMAN
Nacimiento: 17/10/1903, Newark, Nueva Jersey, EE.UU.
Murió: 9 de noviembre de 1968. Nueva York, Estados Unidos
Periodista y escritor político, Jefe del Departamento de Ciencias Sociales de New College (1938, Columbia University), activista socialista, fundó el "Monthly Review" (1949, con Paul Sweezy), donde escribe numerosos artículos de renombre internacional, autor de obras como "La Historia de la riqueza del hombre" (1936), "Cuba: Revisited Revolución", " Nosotros, el Pueblo de los Estados Unidos el drama ", etc. (indicación de Johnny, 2008). Huberman fue maestro de escuela de 1926 a 1933, y presidente del Departamento de Ciencias Sociales del New College en Columbia de 1938 a 1939. Desde 1940 se desempeñó como editor, ejerciendo también como columnista en la revista U.S. Week. Luego fue director de la Unión Marítima Nacional de los Estados Unidos. A finales de 1945 reinició su labor editorial en Reynal & Hichcock y en Monthly Review (1949-1968). En 1949 fundó y co-editó la revista Monthly Review con Paul Sweezy.
En 1936 escribió su obra más importante, Los bienes terrenales del hombre, en la cual hace un análisis acerca de los cambios en las fuerzas productivas desde el Medioevo hasta su tiempo.
CAPÍTULO I. CLÉRIGOS, GUERREROS Y TRABAJADORES
Se hace aquí un análisis del sistema de posesión de la tierra en la época feudal, sustentando la tesis de que «la sociedad feudal consistía de estas tres clases, clérigos, guerreros y trabajadores, con estos últimos al servicio de las dos primeras, la eclesiástica y la militar. Así lo entendió por lo menos una persona que vivió en aquella época y que lo comentó en esta forma: ‘Para el caballero y el clérigo, ha de vivir quien hace el trabajo.
Durante todo el capítulo se insiste en la injusta situación a que se ve sometido el siervo: menos maltratado, es verdad, que el esclavo de otros siglos, pero, de todos modos, desposeído de todo derecho personal.
CAPÍTULO II. APARECE EL COMERCIANTE
Se narra, de una manera somera y sencilla, el cambio operado en la vida feudal con el incremento del comercio. Si, en un principio, el feudo era autosuficiente, poco a poco —con el crecimiento de la población— va haciéndose necesario buscar productos que no se tienen en él. Nace así el intercambio de cosas por cosas: el dinero aún se emplea poco. Va surgiendo entonces la actividad comercial, en lo cual influye mucho un hecho importante: las Cruzadas, que con sus grandes movimientos de personas de toda índole, van creando el interés por los objetos de otras regiones.
Nace así un género especial de personas, los comerciantes, que se encargan de poner las mercancías cerca de los lugares de consumo. Un núcleo importante en el Mediterráneo lo constituye Venecia, que fue —dice el autor del libro— una de las ciudades más beneficiadas por las Cruzadas. Al crecer el comercio se hace necesario efectuar las transacciones con mayor agilidad: el dinero adquiere un papel importante y nace entonces el cambista o «cambiador» de dinero.
CAPÍTULO III. VAMOS A LA CIUDAD
Con el auge del comercio crece la población flotante, especialmente en puntos neurálgicos de confluencia de caminos y desembocaduras de ríos. Esta población se va agrupando alrededor de la catedral o de los sectores fortificados llamados burgos. Nace entonces el fauburg o «fuera del burgo», donde se instalaban los comerciantes y viajeros a la sombra del burgo. Poco a poco se organiza la vida del fauburg, se fortifica también y se constituye en algo organizado y con vida propia. Van naciendo las ciudades; la movilidad del dinero aumenta, el comercio y las relaciones se hacen más ágiles y la posesión de la tierra deja de tener el interés tan grande que tuvo antes.
Pronto los comerciantes quieren tener leyes propias y se van organizando más y más. Se puede hablar entonces de una sucesiva independencia, de una libertad conquistada paulatinamente de la rigidez esclavizan té de los feudos.
Más tarde se fueron organizando dentro de estas ciudades «fuera del burgo» los gremios, con un sistema duro y cerrado contra quienes no pertenecían a él. Tales gremios se fueron haciendo cada vez más fuertes, hasta llegar casi a dominar en las ciudades, llegando a tener una gran influencia en lo que antaño eran los señores feudales. En el periodo feudal la posesión de la tierra, única fuente de riqueza, trajo al clero y a la nobleza el poder para gobernar.
CAPÍTULO IV. NUEVAS IDEAS POR VIEJAS IDEAS
Con el incremento del comercio, el dinero fue adquiriendo una importancia cada vez mayor, ya que permitía hacer negocios con agilidad. Por este motivo se fue introduciendo la costumbre de pedir prestado dinero con el fin de hacer negocios ventajosos para el comerciante.
Este nuevo sistema da lugar al interés que se paga por el préstamo de una cantidad de dinero. En la época feudal, quien pedía prestado algo, lo hacía por absoluta necesidad personal inmediata; cobrar interés era entonces abusar de la indigencia de alguien: se consideraba como usura y se condenaba en las leyes civiles y en las de la Iglesia.
En el tránsito hacia la normalización del interés, la doctrina de la Iglesia se mantiene igual: la usura es pecado. Pero, poco a poco, se va avanzando en la
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