Los Bienes Terrenales Del Hombre
Enviado por sebaskwamoreno • 22 de Septiembre de 2012 • 10.847 Palabras (44 Páginas) • 1.249 Visitas
esta contextura fue cambiado» (ibid.).
CAPÍTULO I.— Clérigos, guerreros y trabajadores
Se hace aquí un análisis del sistema de posesión de la tierra en la época feudal, sustentando la tesis de que «la sociedad feudal consistía de estas tres clases, clérigos, guerreros y trabajadores, con estos últimos al servicio de las dos primeras, la eclesiástica y la militar. Así lo entendió por lo menos una persona que vivió en aquella época y que lo comentó en esta forma: ‘Para el caballero y el clérigo, ha de vivir quien hace el trabajo’» (pp. 13-14).
Durante todo el capítulo se insiste en la injusta situación a que se ve sometido el siervo: menos maltratado, es verdad, que el esclavo de otros siglos, pero, de todos modos, desposeído de todo derecho personal.
CAPÍTULO II.— Aparece el comerciante
Se narra, de una manera somera y sencilla, el cambio operado en la vida feudal con el incremento del comercio. Si, en un principio, el feudo era autosuficiente, poco a poco —con el crecimiento de la población— va haciéndose necesario buscar productos que no se tienen en él. Nace así el intercambio de cosas por cosas: el dinero aún se emplea poco. Va surgiendo entonces la actividad comercial, en lo cual influye mucho un hecho importante: las Cruzadas, que con sus grandes movimientos de personas de toda índole, van creando el interés por los objetos de otras regiones.
Nace así un género especial de personas, los comerciantes, que se encargan de poner las mercancías cerca de los lugares de consumo. Un núcleo importante en el Mediterráneo lo constituye Venecia, que fue —dice el autor del libro— una de las ciudades más beneficiadas por las Cruzadas. Al crecer el comercio se hace necesario efectuar las transacciones con mayor agilidad: el dinero adquiere un papel importante y nace entonces el cambista o «cambiador» de dinero.
CAPÍTULO III. — Vamos a la ciudad
Con el auge del comercio crece la población flotante, especialmente en puntos neurálgicos de confluencia de caminos y desembocaduras de ríos. Esta población se va agrupando alrededor de la catedral o de los sectores fortificados llamados burgos. Nace entonces el fauburg o «fuera del burgo», donde se instalaban los comerciantes y viajeros a la sombra del burgo. Poco a poco se organiza la vida del fauburg, se fortifica también y se constituye en algo organizado y con vida propia. Van naciendo las ciudades; la movilidad del dinero aumenta, el comercio y las relaciones se hacen más ágiles y la posesión de la tierra deja de tener el interés tan grande que tuvo antes.
Pronto los comerciantes quieren tener leyes propias y se van organizando más y más. Se puede hablar entonces de una sucesiva independencia, de una libertad conquistada paulatinamente de la rigidez esclavizante de los feudos.
Más tarde se fueron organizando dentro de estas ciudades «fuera del burgo» los gremios, con un sistema duro y cerrado contra quienes no pertenecían a él. Tales gremios se fueron haciendo cada vez más fuertes, hasta llegar casi a dominar en las ciudades, llegando a tener una gran influencia en lo que antaño eran los señores feudales. «En el primer periodo feudal, la tierra sola era la medida de la riqueza de un hombre. Después de la expansión del comercio apareció una nueva clase de riqueza: la del dinero. En aquel periodo feudal el dinero había sido inactivo, fijo, sin movimiento; ahora se hizo activo, vivo, fluido. En el feudalismo los clérigos y los guerreros que poseían la tierra estaban en un extremo de la escala social, viviendo a expensas del trabajo de los siervos, quienes estaban en el otro extremo del orden social. Ahora un nuevo grupo apareció: la clase media, que subsistía de otra manera, comprando y vendiendo. En el periodo feudal la posesión de la tierra, única fuente de riqueza, trajo al clero y a la nobleza el poder para gobernar. Después, la posesión del dinero, nueva fuente de riqueza, dio una participación en el gobierno a la ascendiente clase media» (pp. 52-53).
CAPÍTULO IV — Nuevas ideas por viejas ideas
Con el incremento del comercio, el dinero fue adquiriendo una importancia cada vez mayor, ya que permitía hacer negocios con agilidad. Por este motivo se fue introduciendo la costumbre de pedir prestado dinero con el fin de hacer negocios ventajosos para el comerciante.
Este nuevo sistema da lugar al interés que se paga por el préstamo de una cantidad de dinero. En la época feudal, quien pedía prestado algo, lo hacía por absoluta necesidad personal inmediata; cobrar interés era entonces abusar de la indigencia de alguien: se consideraba como usura y se condenaba en las leyes civiles y en las de la Iglesia.
En el tránsito hacia la normalización del interés, la doctrina de la Iglesia se mantiene igual: la usura es pecado. Pero, poco a poco, se va avanzando en la consideración del negocio del dinero, con lo cual se comprende que quien pide prestado intenta hacer una ganancia con ese dinero. Por lo cual, un interés moderado se vuelve, lógicamente, lícito y aceptado por todos: por las leyes civiles y las eclesiásticas.
CAPÍTULO V. — El campesino se libera
En este capítulo se narra el proceso que Huberman llama de la liberación del campesino de su antigua vida de esclavo de los señores feudales. Y analiza cómo se va haciendo —y, por tanto, va aumentando su valor— el producto agrícola y, consiguientemente, la tierra. El campesinado va comprendiendo esta importancia y busca librarse de tener que trabajar para su señor. Muchos emigran y alquilan tierras; otros logran que se cambie el sistema y se les deje trabajar en los antiguos feudos, en condiciones más favorables.
La peste que asoló Europa en la mitad del siglo XIV y diezmó brutalmente la población hizo escasear los brazos trabajadores, que se valorizaron más. Luego, en el mismo siglo, se produjo la revuelta de los campesinos: aunque fue vencida y muchos fueron condenados a muerte, la causa del campesinado ganó mucho en fuerza y en posición.
CAPÍTULO VI. — Y ningún extraño trabajará...
La artesanía va dejando de ser algo casero y local para convertirse en un asunto comercial. Aparecen también los gremios de artesanos y se van diferenciando poco a poco los niveles: maestros, aprendices y jornaleros, formándose de este modo las clases sociales, al mismo tiempo que las pugnas en busca de privilegios o tratando de evitar las injusticias de las clases superiores.
Las clases más pudientes se organizan para presionar a los más pobres y éstos se organizan para defender sus derechos: surge la lucha de clases como un proceso necesario.
CAPÍTULO VII. — Ahí viene el rey
En este capítulo se quiere describir el origen del poder real y del sentimiento nacionalista en el siglo XV.
La
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