Campos de concentración (estado de excepción)

Los campos nacen, no del derecho ordinario, sino del estado de excepción y de la ley marcial, sobre cuya posición se funda el poder soberano en donde la base jurídica no es el derecho común, sino la custodia protectiva. Permitiendo esto, que bajo este esquema  puedan desencadenarse frívolamente   un sinfín de actos atroces que  dependen   únicamente de la “moral”, o de lo que esté a merced de aquel a quien ha sido otorgado el poder legítimo.

La institución jurídica de origen prusiano, avala la medida de prisión preventiva que permitía tomar en “custodia” a los individuos con el fin de evitar un peligro inminente para  la seguridad del Estado < Art. 5.- La libertad personal está garantizada. Las leyes determinarán las condiciones y formas bajo las cuales puede tener lugar la detención, y especialmente la prisión preventiva> así mismo se puede decir que el campo surge a raíz de una crisis política en la que el  Estado da un giro con el fin  de operar con mayor eficacia , ya que es el único con la facultad de regir o declarar un estado de excepción, y en este caso  para garantizar la seguridad de la “raza aria”  según las leyes de Núremberg, y de una supuesta amenaza inminente por parte de todo aquel que no lo fuera.

Cuando el estado de excepción se convierte en la regla, ocurre  la suspensión del ordenamiento temporal desarrollado  y se torna ahora en una disposición espacial permanente que emana el nuevo ordenamiento jurídico de un poder soberano, en el cual “todo es posible” sólo porque este se constituye bajo un estado de excepción absoluto en el que emerge el principio que rige el dominio totalitario, en el cual la ley está suspendida integralmente, sólo  este permite justificar la muerte y la desaparición con tal de mantener el orden legal, y  el que se cometan o no barbaridades no depende del derecho, sino sólo de la civilización y del sentido ético  que quien actúa provisionalmente como soberano. Y así, todo aquel que ingresaba en el internado era despojado de sus derechos políticos, sociales y humanos entre otros, estaba condenado a una vida completamente deshumanizada en la que llegaban simplemente a depender de su naturaleza biológica y a ser considerados un  “homo sacer” a merced de la voluntad de su mandatario. Primo Levi  dijo “que no podía odiar a los responsables de todo su sufrimiento, porque él no los veía como seres humanos, sino  como engranajes de una maquinaria”.

 Según Hannah Arentd se pueden cometer actos objetivamente monstruosos sin motivaciones específicas, los peores crímenes no requieren grandes motivos e incluso la raíz objetiva de estos crímenes no se encuentra en convicciones ideológicas ni en motivaciones malvadas, simplemente estas acciones  están dirigidas por el imperativo categórico y por el escrupuloso deber, así mismo la banalidad del mal apunta precisamente a la ausencia de malignidad  “lo banal no está en lo que hizo, sino en por qué lo hizo”  

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