Cantar de mio Сid. Todos los derechos: Alberto Montaner Frutos
Enviado por TheGreenGuy • 2 de Mayo de 2015 • Tutorial • 14.084 Palabras (57 Páginas) • 162 Visitas
Todos los derechos: Alberto Montaner Frutos
CANTAR DE MIO CID
Versión modernizada
Alberto Montaner Frutos
PRELIMINAR
Prosificación cronística de parte de los versos iniciales perdidos*
Cuenta la historia que el Cid envió por todos sus amigos, parientes y vasallos, y
les comunicó cómo le mandaba el rey salir de su tierra en un plazo de nueve días. Y les dijo:
—Amigos, quiero saber cuáles de vosotros queréis ir conmigo. Y a los que vengáis conmigo
Dios os vea con agrado, y de los que os quedéis aquí quiero irme con vuestro agrado.—
Entonces habló don Álvar Fáñez, su primo hermano: —Iremos todos con vos, Cid, por
yermos y por poblados, nunca os fallaremos mientras estemos vivos y sanos; con vos
gastaremos las mulas y los caballos, el dinero y el vestuario; siempre os serviremos como
leales amigos y vasallos.— Entonces corroboraron todos lo que dijo Álvar Fáñez y el Cid
les agradeció mucho cuanto allí se hubo hablado.
Y en cuanto el Cid cogió sus cosas, salió de Vivar con sus amigos y mandó que se
fuesen camino de Burgos. Y cuando el Cid vio sus palacios desolados y sin gente, y las
perchas sin azores y los portales sin bancos...
Continúa con el texto conservado.
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CANTAR PRIMERO
1
En silencio intensamente llorando,
volvía la cabeza, los estaba mirando.
Vio puertas abiertas, batientes sin candados,
perchas vacías, sin túnicas de piel ni mantos,
5 sin halcones y sin azores mudados.
Suspiró mio Cid, por los pesares abrumado,
habló mio Cid bien y muy mesurado:
—¡Gracias a ti, Señor, Padre que estás en lo alto!
¡Esto han tramado contra mí mis enemigos malvados!—
2
10 Allí empiezan a espolear, allí sueltan las riendas.
A la salida de Vivar una corneja les salió por la derecha
y entrando en Burgos les salió por la izquierda.
Se encogió mio Cid de hombros y agitó la cabeza:
—¡Alegría, Álvar Fáñez, que nos echan de la tierra!
3
15 Mio Cid Ruy Díaz en Burgos entró,
en su compañía hay sesenta pendones.
16b Salían a verlo mujeres y varones,
burgueses y burguesas están en los miradores,
llorando en silencio, tal era su dolor,
por las bocas de todos salía una expresión:
20 —¡Dios, qué buen vasallo si tuviese buen señor!—
4
Le convidarían de grado, pero ninguno osaba:
el rey Alfonso le tenía tal saña.
Anteanoche llegó a Burgos su carta
con grandes precauciones y solemnemente sellada:
25 que a mio Cid Ruy Díaz nadie le diese posada
y que aquel que se la diese supiese una seria amenaza,
que perdería sus bienes y además los ojos de la cara,
y aun además el cuerpo y el alma.
Un gran pesar tenía la gente cristiana,
30 se esconden de mio Cid, pues no osan decirle nada.
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El Campeador se dirigió a su posada,
en cuanto llegó a la puerta, se la encontró bien cerrada,
por miedo del rey Alfonso así estaba preparada:
a no ser que la quebrase por la fuerza, no se la abriría nadie.
35 Los de mio Cid con grandes gritos llaman,
los de dentro no les querían contestar palabra.
Espoleó mio Cid, a la puerta se acercaba,
sacó el pie del estribo y le dio una patada;
no se abre la puerta, pues estaba bien cerrada.
40 Una niña de nueve años a la vista se paraba:
—¡Campeador, en buena hora ceñisteis espada!
El rey lo ha prohibido, anoche llegó su carta
con grandes precauciones y solemnemente sellada.
No nos atreveríamos a abriros ni a acogeros por nada;
45 si no perderíamos los bienes y las casas,
y además los ojos de la cara.
Cid, con nuestro mal vos no ganáis nada,
pero el Creador os ayude con todas sus virtudes santas.—
Esto dijo la niña y se volvió a su casa.
50 Ya lo ve el Cid, que no tiene del rey la gracia;
se alejó de la puerta, por Burgos espoleaba,
llegó a Santa María, entonces descabalga,
se puso de rodillas, de corazón le rezaba.
Acabada la oración, al punto cabalgaba,
55 salió por la puerta y el Arlanzón cruzaba;
junto a la ciudad en la glera acampaba,
plantaba la tienda y luego descabalgaba.
Mio Cid Ruy Díaz, el que en buena hora ciñó la espada,
acampó en la glera, pues nadie lo acoge en su casa,
60 pero a su alrededor hay una buena mesnada;
así acampó mio Cid como si estuviese en la montaña.
Dentro de Burgos le han prohibido comprar nada
de cualquier cosa que sea de vituallas;
no osarían venderle la porción más barata.
5
65 Martín Antolínez, el burgalés cumplido,
a mio Cid y a los suyos les abastece de pan y de vino;
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no lo compra, pues él lo tenía consigo,
de todas las provisiones bien los hubo abastecido.
Se satisfizo mio Cid y todos los otros que van a su servicio.
70 Habló Martín Antolínez, vais a oír lo que ha dicho:
—¡Campeador, en buena hora habéis nacido!
Acostémonos esta noche y vayámonos recién amanecido,
pues seré acusado por lo que os he servido,
en la ira del rey Alfonso yo habré incurrido.
75 Si con vos escapo sano y vivo,
tarde o temprano el rey me querrá como amigo;
si no, cuanto dejo me importa un pepino.—
6
Habló mio Cid, el que en buena hora ciñó espada:
—¡Martín Antolínez, sois una aguerrida lanza,
80 si yo vivo, os duplicaré la soldada!
He gastado el oro y toda la plata,
bien lo veis que yo no traigo nada
y buena falta me haría para toda mi mesnada.
Lo he de hacer por las malas, por las buenas no obtendría nada:
85 de acuerdo con vos, quiero preparar dos arcas,
llenémoslas
...