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Canto A Bolivar


Enviado por   •  30 de Noviembre de 2013  •  5.214 Palabras (21 Páginas)  •  341 Visitas

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LA VICTORIA DE JUNIN

CANTO A BOLIVAR

El trueno horrendo que en fragor revienta

y sordo retumbando se dilata

por la inflamada esfera,

al Dios anuncia que en el cielo impera.

Y el rayo que en Junín rompe y ahuyenta

la hispana muchedumbre

que, más feroz que nunca, amenazaba,

a sangre y fuego, eterna servidumbre,

y el canto de victoria

que en ecos mil discurre,

ensordeciendo el hondo valle y enriscada cumbre,

proclaman a Bolívar en la tierra

árbitro de la paz y de la guerra.

Las soberbias pirámides que al cielo

el arte humano osado levantaba

para hablar a los siglos y naciones,

- templos do esclavas manos

deificaban en pompa a sus tiranos -

ludibrio son del tiempo, que con su ala

débil las toca y las derriba al suelo,

después que en fácil juego el fugaz viento

borró sus mentirosas inscripciones;

y bajo los escombros, confundido

entre la sombra del eterno olvido,

-¡oh de ambición y de miseria ejemplo!

el sacerdote yace, el dios y el templo.

Mas los sublimes montes, cuya frente

a la región etérea se levanta,

que ven las tempestades a su planta

brillar, rugir, romperse, disiparse,

los Andes, las enormes, estupendas

moles sentadas sobre bases de oro,

la tierra con su peso equilibrando,

jamás se moverán. Ellos, burlando

de ajena envidia y del protervo tiempo

la furia y el poder, serán eternos

de libertad y de victoria heraldos,

que, con eco profundo,

a la postrema edad dirán del mundo;

"Nosotros vimos de Junín el campo,

vimos que al desplegarse

del Perú y de Colombia las banderas,

se turban las legiones altaneras,

huye el fiero español despavorido,

o pide paz rendido.

Venció Bolívar, el Perú fue libré,

y en triunfal pompa Libertad sagrada

en el templo del Sol fue colocada".

¿Quién me dará templar el voraz fuego

en que ardo todo yo?

-Trémula, incierta,

torpe la mano va sobre la lira

dando discorde son. ¿Quién me liberta

del dios que me fatiga ... ?

Siento unas veces la rebelde Musa,

cual bacante en furor, vagar incierta

por medio de las plazas bulliciosas,

o sola por las selvas silenciosas,

o las risueñas playas

que manso lame el caudaloso Guayas;

otras el vuelo arrebatada tiende

sobre los montes, y de allí desciende

al campo de Junín, y ardiendo en ira,

los numerosos escuadrones mira

que el odiado pendón de España arbolan,

y en cristado morrión y peto armada,

cual amazona fiera,

se mezcla entre las filas la primera

de todos los guerreros,

y a combatir con ellos se adelanta,

triunfa con ellos y sus triunfos canta.

Tal en los siglos de virtud y gloria,

donde el guerrero solo y el poeta

eran dignos de honor y de memoria,

la musa audaz de Píndaro divino,

cual intrépido atleta,

en inmortal porfía

al griego estadio concurrir solía;

y en estro hirviendo y en amor de fama

y del metro y del número impaciente,

pulsa su lira de oro sonorosa

y alto asiento concede entre los dioses

al que fuera en la lid más valeroso,

o al más afortunado;

pero luego, envidiosa

de la inmortalidad que les ha dado,

ciega se lanza al circo polvoroso,

las alas rapidísimas agita

y al carro vencedor se precipita,

y desatando armónicos raudales,

pide, disputa, gana,

o arrebata la palma a sus rivales.

¿Quién es aquel que el paso lento mueve

sobre el collado que a Junín domina?

¿que el campo desde allí mide, y el sitio

del combatir y del vencer designa?

¿que la hueste contraria observa, cuenta,

y en su mente la rompe y desordena,

y a los más bravos a morir condena,

cual águila caudal que se complace

del alto cielo en divisar su presa

que entre el rebaño mal segura pace?

¿Quién el que ya desciende

pronto y apercibido a la pelea?

Preñada en tempestades le rodea

nube tremenda; el brillo de su espada

es el vivo reflejo de la gloria;

su voz un trueno, su mirada un rayo.

¿Quién, aquel que, al trabarse la batalla,

ufano como nuncio de victoria,

un corcel impetuoso fatigando,

discurre sin cesar por toda parte ... ?

¿Quién sino el hijo de Colombia y Marte?

Sonó su voz: "Peruanos,

mirad allí los duros opresores

de vuestra patria; bravos Colombianos

en cien crudas batallas vencedores,

mirad allí los enemigos fieros

que buscando venís desde Orinoco:

suya es la fuerza y el valor es vuestro,

vuestra será la gloria;

pues lidiar con valor y por la patria

es el mejor presagio de victoria.

Acometed, que siempre

de quien se atreve más el triunfo ha sido;

quien no espera vencer, ya está vencido".

Dice, y al punto cual fugaces carros

que, dada la señal, parten y en densos

de arena y polvo torbellinos ruedan;

arden los ejes, se estremece el suelo,

estrépito confuso asorda el cielo,

y en medio del afán cada cual teme

que los demás adelantarse puedan;

así los ordenados escuadrones

que del iris reflejan los colores

o la imagen del sol en sus pendones,

se avanzan a la lid. ¡Oh! ¡quién temiera,

quién, que su ímpetu mismo los perdiera!

¡Perderse! no, jamás; que en la pelea

los arrastra y anima e importuna

de Bolívar el genio y la fortuna.

Llama improviso al bravo Necochea,

y mostrándole el campo,

partir, acometer, vencer le manda,

y el guerrero esforzado,

otra vez vencedor, y otra cantado,

dentro en el corazón por patria jura

cumplir la orden fatal, y a la victoria

o a noble y cierta muerte se apresura.

Ya el formidable estruendo

del atambor en uno y otro bando,

y el son de las trompetas clamoroso,

y el relinchar del alazán fogoso

que, erguida la cerviz y el ojo ardiendo

...

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