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Carta De Una Madre Azteca A Su Hija


Enviado por   •  27 de Noviembre de 2013  •  433 Palabras (2 Páginas)  •  993 Visitas

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DE UNA MADRE AZTECA A SU HIJA

Hija mía, nacida de mi sustancia, alimentada con mi leche, he procurado criarte con el mayor esmero, y tu padre te ha elaborado y pulido a guisa de esmeralda, para que te presentes a los ojos de los hombres como una joya de virtud.

Esfuérzate en ser siempre buena; porque si no lo eres, ¿quién te querrá por mujer? Todos te despreciarán.

La vida es trabajosa y es necesario echar mano de todas nuestras fuerzas para obtener los bienes que los dioses nos quieren enviar; pero conviene no ser perezosa ni descuidada, sino diligente en todo.

Sé aseada y ten tu casa en buen orden.

Da agua a tu marido para que se lave las manos y haz el pan para tu familia.

Donde quiera que vayas, preséntate con modestia y compostura, sin apresurar el paso, sin reírte de las personas que encuentres, sin fijar las miradas en ellas, sin volver ligeramente los ojos a una parte y a otra, a fin de que no padezca tu reputación. Responde cortésmente a quien te salude o pregunte algo.

Empléate diligentemente a hilar, en tejer, en coser y en bordar; porque así serás estimada y tendrás lo necesario para comer y vestirte. No te des al sueño, ni descanses en la sombra, pues la inacción trae consigo la pereza y otros vicios.

Cuando trabajes, no pienses más que en el servicio de los dioses y en el alivio de tus padres. No te ofrezcas nunca a lo que no puedas hacer.

Evita la familiaridad indecente con los hombres, y no te abandones a los perversos apetitos de tu corazón, porque serás el oprobio de tus padres y ensuciarás tu alma, como el agua con el fango. No te acompañes con mujeres disolutas, ni con las embusteras, ni con las perezosas; porque infaliblemente infectarán tu corazón con su ejemplo.

No entres en casa ajena sin urgente motivo, porque no se diga o se piense algo contra tu honor, pero si entras en casa de tus parientes, salúdalos con respeto y no estés ociosa, sino toma inmediatamente el huso o empléate en lo necesario.

Cuando te cases respeta a tu marido y obedécelo diligentemente en lo que te mande; acógelo amorosamente en tu seno, aunque sea pobre y viva a tus expensas.

Sigue hija mía, los consejos que te doy; tengo muchos años y bastante práctica del mundo. Soy tu madre y quiero que vivas bien. Fija estos avisos en tu corazón, pues así vivirás alegre.

Si por no escucharme o por descuidar mis instrucciones, te sobrevienen desgracias, culpa tuya será, y tú serás quien lo sufra.

Hija mía, que los dioses te amparen.

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