Chernobyl, La Historia De Un Desastre Que No Tiene Fin
Enviado por jenny1997 • 6 de Junio de 2014 • 1.187 Palabras (5 Páginas) • 382 Visitas
Hace 25 años juraron que nunca volvería a suceder. Que la culpa era de los burócratas soviéticos, de la ineptitud y del atraso en las instalaciones de la planta nuclear de Chernobyl, en Ucrania. Pero ahora, cuando la tragedia de Fukushima ha sido equiparada a lo ocurrido en Europa, elevando su gravedad a nivel siete, cuando la catástrofe se ha vuelto a repetir en uno de los países más avanzados del planeta, la pregunta que ronda el mundo es: ¿cuándo será la próxima?
Larisa Kovalchuk vivía en Pripyat, el pueblo cercano a la central atómica. En mayo de 1986 se separó de su marido, quedó con la obligación de buscar el sustento de sus dos hijas, y después de tres años de haberse retirado de la planta nuclear, pidió el reintegro como electricista.
Pero en la madrugada del 26 de abril, cuando estaba en su apartamento, sintió una enorme explosión, los edificios temblaron y todo se iluminó. Se acercó al balcón y vio un hongo con fuego; pensó que había explotado un vagón con combustible. En realidad, acababa de explotar el reactor 4, enviando una onda de radiactividad al aire que rápidamente se esparció por Europa. Pero Larisa no lo sabía, y volvió a la cama. Se levantó a las 11:00 a.m. cuando timbraron en su casa para entregarle unas pastillas de yodo.
Era sábado. Larisa fue a la estación de buses pero estaba cerrada y la de trenes también. Nadie entraba ni salía. La gente estaba en la calle con los niños porque el gobierno no había dado ninguna instrucción. Se enteró de la gravedad de la situación cuando el hermano de su mejor amiga les contó lo sucedido y les advirtió que se encerraran en la casa y pusieran trapos en las puertas y ventanas.
Larisa recuerda que ese día por la noche, “dijeron que teníamos que escuchar la radio el domingo a las 2:00 p.m. Anunciaron que nos preparáramos para un viaje de tres días, que lleváramos un bolsito con la ropa necesaria, algo de comida y los documentos. Todos dejaron sus perros y gatos, porque creían que iban a volver, pero nunca más lo hicieron. Yo regresé a los cinco meses, en septiembre de ese año, y en 1999, antes de volver a la Argentina”.
Esto cuenta Larisa, 25 años después, en Buenos Aires, donde llegó en el año 2000 con una maleta, tres hijos, un nuevo marido y su madre, porque éste fue el único país que les dio la visa para radicarse. Larisa hizo el bachillerato nocturno, trabajó limpiando casas, y poco a poco logró ahorrar para comprar una casita, sin ayuda de nadie.
En total, hay 15.000 ucranianos en Argentina que no reciben ninguna asistencia del gobierno de su país, ni del argentino, y que no tienen ningún control médico. “Recuerdo que tenía las tiroides agrandadas, tomaba pastillas, pero las dejé de tomar por mi propia cuenta. Después tuve un tumor de útero muy grande y me tuve que operar. Tengo problemas con la piel, con el corazón, que no anda bien, siempre estoy cansada, y ahora que tengo 50 años, me siento peor que mi mamá de 86”.
La historia de Tamara
Tamara vivía en Kiev, la capital de Ucrania, ubicada a 70 kilómetros de Chernobyl. Ingeniera electrónica, tenía una confortable situación económica, un marido con un buen trabajo, dos apartamentos, una finca y dos carros. Sus padres vivían en una pequeña finca a ocho kilómetros de la estación nuclear, cuando sucedió el accidente. En ese momento, Tamara estaba con una amiga que trabajaba en un hotel cinco estrellas de Kiev. Por ella, se enteró de que algo había pasado, porque empezaron a llamar a los hoteles para que los extranjeros no se bañaran ni
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