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Citas De Maquiavelo


Enviado por   •  29 de Octubre de 2013  •  1.667 Palabras (7 Páginas)  •  593 Visitas

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N° CONSEJOS DE MAQUIAVELO

1 A los hombres se les deberá conquistar o eliminar, porque éstos suelen vengarse si las injurias son leves, pero no si son muy grandes; así que la ofensa que se haga al hombre debe ser de tal magnitud, que le resulte imposible vengarse. (Cap. III, p. 23)

2 La prudencia aconseja evitar, a cualquier precio, los desórdenes presentes, pues previniéndolos a tiempo se pueden remediar con facilidad; pero si se espera a que progresen, la medicina llega a deshora, y, en este caso, la enfermedad resulta incurable. (Cap. III, p. 25).

3 Quien ayuda a otro a hacerse poderoso teje su propia ruina. (Cap. III, p. 30).

4 Todo hombre prudente debe ingresar en el camino recorrido por los grandes e imitar a los que han sido excelsos, y, aunque no los iguale en la virtud de aquellos que imita, al menos se le aproxime. (Cap. VI, p. 39).

5 Debe considerarse que no hay nada más difícil de emprender, ni resultados más inciertos, ni más peligroso de manejar, que transformarse en jefe mediante la introducción de un nuevo orden. (Cap. VI, p. 41).

6 La naturaleza de los pueblos es cambiante; y que, si es fácil persuadirlos de algo, es difícil luego mantenerlos fieles a esa convicción, por lo cual, conviene estar preparados de tal manera que, cuando ya no crean, se les pueda hacer creer por la fuerza. (Cap. VI, p. 42).

7 Las injurias deben perpetrarse de una sola vez, pues al durar menos tiempo, se conseguirá herir menos, mientras que los beneficios, en cambio, deben otorgarse poco a poco, para permitir que éstos puedan saborearse mejor. (Cap. VIII, p. 62).

8 Un príncipe vivirá con sus súbditos de manera tal, que ningún acontecimiento, favorable o adverso, le haga variar su conducta; pues la necesidad que se presenta en los tiempos difíciles y que no se ha previsto, no podrá ser remediada; y el bien que se haga ahora de nada sirve ni nadie lo agradecerá, porque se considera hecho a la fuerza. (Cap. VIII, p. 63).

9 Un príncipe hábil debe hallar una manera de por la cual sus ciudadanos siempre y en toda ocasión tengan necesidad del Estado y de él. Y, así le serán siempre fieles. (Cap. IX, p. 70).

10 Es más prudente contentarse con la reputación de tacaño, la cual implica una vergüenza sin odio, que ganar fama de pródigo, e incurrir en la expoliación, que acarrea, a la vez, vergüenza y odio. (Cap. XVI, p. 101).

11 Todos los príncipes deben desear ser temidos por clementes y no por crueles. Y, sin embargo, deben cuidarse de emplear mal esta clemencia. (Cap. XVII, p. 103).

12 Un príncipe no debe preocuparse de porque lo acusen de cruel, siempre y cuando su crueldad tenga por objeto el mantener unidos y fieles a los súbditos, porque con pocos castigos ejemplares será más clemente que aquellos que, por excesiva clemencia, dan multiplicar los desórdenes, causas de matanzas y saqueos que perjudican a toda una población, mientras que las medidas extremas adoptadas por el príncipe sólo van en contra de algún particular. (Cap. XVII, p. 103).

13 El príncipe debe ser cauto en el creer y obrar, no tener miedo de asimismo y proceder con moderación, prudencia y humanidad, de modo que una excesiva confianza no lo vuelva imprudente, y una excesiva desconfianza, intolerable.

14 ¿Vale más ser amado que temido, o temido que amado? Nada mejor que ser ambas cosas a la vez, pero, puesto que es difícil reunirlas y que siempre ha de faltar una de estas afecciones, es más seguro ser temido que amado. Los hombres tienen menos cuidado en ofender a uno que se haga amar que a uno que se haga temer, porque el amor es un vínculo de gratitud que los hombres, perversos por naturaleza, quiebran cada vez que pueden beneficiarse; pero el temor que se preserva por miedo al castigo no se pierde nunca. No obstante lo cual, el príncipe debe hacerse temer de modo que, si no se granjea el amor, evite el odio, pues no es imposible ser a la vez temido y no odiado; y para ello, bastará que se abstenga de apoderarse de los bienes y de las mujeres de sus ciudadanos y súbditos, y que no proceda contra la vida de alguien, sino, cuando hay justificación conveniente y motivo manifiesto. (Cap. XVII, p. 104, 105).

15 Un príncipe prudente no debe observar la fe jurada cuando semejante observancia vaya en contra de sus intereses y cuando hayan desaparecido las razones que le hicieron prometer. Si los hombres fuesen buenos, este precepto no sería bueno, pero como son perversos, no la observarán respecto del príncipe, y éste tampoco debe observarla respecto de ellos. Nunca faltaron a un príncipe razones legítimas para disfrazar esta observancia. (Cap. XVIII, p. 108).

16 No es preciso que un príncipe posea todas las virtudes, pero es indispensable que aparente poseerlas. El tenerlas y practicarlas siempre, es perjudicial, y el aparentar tenerlas, útil. Está bien mostrarse piadoso, fiel, humano, recto y religioso, y asimismo, serlo efectivamente, pero se debe estar dispuesto a adoptar la posición

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