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Con Mis Propias Manos


Enviado por   •  4 de Abril de 2015  •  471 Palabras (2 Páginas)  •  184 Visitas

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El campo era tan ancho como mi frustración… La tierra que impregnaba mi ropa era la misma que mis antepasados trabajaron en sus tiempo pero con su propia sudor… yo ahora, con un arado en las manos y esposas en los pies, labro la tierra no para mi pueblo sino para los impuestos señores que una vez los vimos como dioses. Todavía no sé si este castigo nos impuso los dioses por la falta de sacrificios o por confundir al hombre blanco con su muestra de poder. Sus bestias que resoplan y bufan amedrentaron a mi pueblo al oponer resistencia creyendo lo que no eran. Nosotros teníamos una venda de oscura neblina para reaccionar a tiempo. El hombre blanco no respondía a nuestras alabanzas sino a las brillantes ofrendas del más exquisito oro. Sus ojos se encendían con su poder tan maligno al ver el precioso metal. Antes nuestra gente poseía hasta lo más trivial para vivir pero ahora ni libertad poseemos.

Ellos se jactan de un único Dios que posee el poder de cambiar hasta la criatura más insignificante. Al ver las acciones de los emisarios de este supuesto Dios, prefiero morir por mis dioses antes de convertirme a la hipocresía de ellos. Los trazos profundos en mi espalda y la muerte de mis camaradas; los cayos del más arduo trabajo bajo un sol infernal despedazando mi piel día tras día y el hecho de vivir apaleado desde el más pequeño al más anciano. Esto más otras torturas solo afianzan mi odio hacia mis conquistadores.

Cada día trabajo para alimentar a un parasito que vive más allá del ancho mar, mientras aquí, nosotros morimos de hambre. Sus bestias son mejormente alimentadas que los del color de mi piel. La carne de las bestias son para alimentar su carne y la nuestra carne alimenta a la carne del infierno. Sus ropas exhiben el amarillento metal que adornaban nuestros templos y ropas. El mar les sirve para que sus naves de madera vuelen a sus tierras de origen. Todo esto fue arrebatado de las manos de los antiguos dueños; de nuestras manos. Por la fuerza y por la ignorancia, se nos fue quitado todo pero no me quitaran nunca mi voz, mi profesión. Soy de los últimos de esta maraña de cadáveres andantes que formo parte del antiguo imperio. Ganándome la vida como escribano de la lengua de los fundadores del viejo mundo que nací. Hoy tanto el resto de mis días me paso escribiendo dos manuscritos uno en mi lengua y otro en la lengua de los opresores. Mi único pesar es tener de material escribir, no de nuestras glorias, sino de los últimos alaridos de un moribundo cuerpo. Para cuando nuestros hijos e hijas, al alcanzar la libertad, no repitan nuestros errores. ( Yo entre los últimos de un pueblo llamado maya.)

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