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Crónica de una tumba real


Enviado por   •  18 de Octubre de 2015  •  Ensayo  •  569 Palabras (3 Páginas)  •  156 Visitas

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Crónica

De una tumba real

A medida que avanzaban por la rampa se podía apreciar el paisaje norteño, seco, melancólico; su llanura llevaba la mirada del espectador mas allá del horizonte pintado por el sol, el cual mostraba un cielo matizado con mil colores en una gama de azules, este me hacia pensar en lo infinito e importante del momento. Las tumbas del señor de Sipán se abrían para mostrar con orgullo la grandeza y sabiduría de su etnia, de su cultura aun viva, al nuevo milenio.

La arquitectura piramidal con su color terroso y sus paredes adornadas con íconos medio humanos, medio divinos, se esmeraban en llamar mi atención; justo en el momento que ingresábamos a un espacio oscuro que a modo de túnel nos transportó en el tiempo hacia una ciudad de barro, colorida y con múltiples diseños icnográficos; un grupo de hombres llevaban sobre sus hombros a un personaje finamente vestido, ataviado con joyas relucientes de oro, plata, nácar, spondillus y un hermoso cetro en su diestra, este era considerado el mas glorioso símbolo de poder terreno-celestial. Todos quedamos inmóviles ante lo que veíamos: las pirámides, la gente, sus vestidos y usos eran tan humanos, tan reales, que el tronar de las trompetas estremecía en lo más profundo de cada uno de los presentes; las iñicuk eran hermosas, vivas, de carne y hueso, caminaban vestidas con anacus de algodón pardo, finamente decorados; se veían felices, reverentes y orgullosas. Inesperadamente una mirada se dirigió a mí, fría y eterna a la vez que me hizo sentir parte de ese mundo, caminé hacia el cortejo para unirme a ellos, cuando de pronto se prendieron las luces y una voz dijo: “por aquí señores”… por favor no se separen del grupo.

A través de los cristales de las vitrinas se podía ver el diseño singular, cada objeto salido de la imaginación de un artista, discípulo del dios de la creatividad moche, emanaba a través de su textura la dualidad de su mundo; repentinamente mis ojos se iluminaron al ver una cuenta de oro, era la figura de una cabeza humana laboriosamente modelada de oro repujado, los ojos eran de lapislázuli; luego, otra cabeza de oro con blancos y lustrosos dientes de concha pulida que me sonreían amigablemente. “Acérquense por favor”, habló fuerte nuestra guía, con voz clara y muy conocedora del tema dijo: “como ustedes pueden ver la cámara funeraria del señor de Sipán mide por todos sus lados cinco metros, este recinto tiene la forma de un prisma rectangular cubierto con tierra y bloques de adobe, además tiene una techumbre de dieciséis vigas de algarrobo colocado en sentido opuesto al féretro, sus restos estaban acompañados por ocho personas que formaban parte de un gran sequito de cuerpos que rendían honor a su elevado rango, estos eran: dos mujeres jóvenes, su esposa, un niño, un jefe militar, el porta estandarte, el vigía,

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