De Cadenas Y De Hombres

Durante el siglo XIX ocurrieron una serie de fenómenos tecnológicos, económicos y sociales que cambiarían de manera drástica la manera en que funcionaría el mundo; el fenómeno más sobresaliente y que marco una pauta que serviría como detonante de una nueva era fue la segunda revolución industrial. La revolución industrial de 1850 desarrollo un conjunto de avances tecnológicos que pudieron ser utilizados en el proceso de producción de las fábricas, esto significó un cambio radical en la manera en que se laboraba y a su vez sentó las bases para se pudiera proliferar un sistema económico que había nacido en ese mismo siglo y que se encontraba aun madurando en la mitad de éste, ese sistema económico llamado capitalismo. El capitalismo más que un sistema económico es un orden, un orden social que resalta la distinción de las clases sociales marginando al obrero y enriqueciendo al burgués, un orden que utiliza el disfraz de “permitir la libertad económica” y “brindar oportunidades a todos por igual” pero que no son más que meras falacias; es un sistema que se basa en la remarcación de la desigualdad social para tomarlo como un punto de partida hacia el tan mencionado progreso económico. Ese mismo orden social se mantuvo hasta principios del siglo XX pero, como era lógico de esperarse, la clase obrera no tardó mucho en exigir condiciones de trabajo más humanas, porque, el capitalismo tan salvaje y tan inmaduro de aquellos años metía en la cabeza de los empresarios que lo único importante era generar una vasta cantidad de dinero, montones de dinero a costa de cualquier precio, por supuesto eso incluía tener a los trabajadores en condiciones deplorables y pagarles apenas lo indispensable para sobrevivir; no tardaron en salir a la luz ideologías de oposición y de severa crítica hacia este monstruo que se hace llamar modelo económico; influenciados por las ideas recién salidas, los obreros salieron a pelear por un trato mejor. A pesar de que los obreros se unieron para exigir mejor calidad para laborar, hasta a mediados del siglo pasado todavía existían fábricas que marginaban a la clase obrera y la obligaban a laborar en condiciones deplorables, hacían esto contratando a los sectores sociales más vulnerables de todos “los inmigrantes” pues, de cualquier forma, estos se encontraban sin leyes ni derechos que los protegieran. Durante el año de 1968 en el mes de Mayo, surge en Francia un movimiento social iniciado por estudiantes con ideología de izquierda; estos estudiantes se oponían al sistema de consumismo causado por un capitalismo desmedido, a la desigualdad social tan notoria que existía no sólo en aquel país sino en todo el mundo (ricos muy ricos y pobres muy pobres), a las protestas pronto se les unieron obreros industriales, obreros sindicalizados y desempleados con el fin de darle un giro a una sociedad que se sumía cada vez más y más en la importancia de lo material por sobre el valor humano; todos los participantes de ese movimiento eran víctimas directas de tan cruel orden social, en efecto la clase obrera, aquella que era la clase más susceptible y que a su vez es la que se encuentra más desprotegida. Había un rayo esperanzador, por primera vez en Francia los hijos de burgueses estaban dispuestos a defender a la mano obrera, por primera vez los estudiantes estaban dando la cara por la clase social más pisoteada; se respiraba una atmósfera diferente en aquel Mayo de 1968 y ese movimiento social marcaría un cambio tan importante y tan destacable que incluso hoy algunos líderes franceses buscan olvidarlo con tanta desesperación. Es importante mencionar esto pues en base a estos sucesos es que se desarrolla el libro “De cadenas y de hombres”. De cadenas y de hombres se centra en la experiencia de un estudiante de ideología de izquierda, un universitario que vive en carne propia los abusos por parte de la burguesía hacia la clase proletaria y que le servirá como experiencia para aplicar todas aquellas ideas que le fueron enseñadas. Después del movimiento de aquel Mayo de 1968, en Francia, algunos jóvenes querían ir más allá del movimiento que habían creado, tenían la necesidad de ayudar a aquellos camaradas obreros en su lucha contra sus opresores y para hacerlo idearon una táctica de suma inteligencia, se “establecían”. Los estudiantes se proletarizaban, es decir, se “infiltraban” como obreros en las fábricas que marginaban a sus empleados, tal y como dice el libro: “lo hacen no por necesidad, sino por mera ideología; el verdadero trabajo de un establecido consiste en hacer trabajo político, de una manera más precisa diría que su trabajo consta de organizar a los proletarios para que puedan ser una fuerza de presión importante al grado de que lleguen a tener la posibilidad de exigir mejores condiciones de trabajo, pero tal como se da cuenta el protagonista o “el establecido” (como se le menciona en el libro), una cosa es la teoría y otra cosa es llevar esa teoría a la práctica, pues el capitalismo como bien mencioné más que un sistema es un orden social y se ha aprovechado de diversas tácticas para evitar que surja una posible amenaza de los obreros hacia los burgueses. Y así, nuestro protagonista fija como objetivo establecerse en la fábrica de Citröen, la cual se destina a la producción en forma masiva de automóviles. El establecido consigue entrar a trabajar en la Citröen como obrero, entrar no fue difícil pues según cuenta el protagonista bastaba con decir que no había manera de comprobar tu grado de estudios y simplemente comprobar que eres ciudadano francés para que la Citröen te contrate como obrero, mano de obra barata es lo que buscan después de todo. Es durante el primer día de trabajo cuando el establecido se encuentra con ella, la cadena de producción que le era tan distinta a como se lo había imaginado, nada se detenía todo se encontraba en un constante movimiento; si bien a ojos imperceptibles apenas y avanzan las piezas producidas, para el obrero ese movimiento basta para ponerlo tan tenso que procuraba hacer sus movimiento lo más rápido posible. Su primer puesto, el taller de soldadura. El aire se impregnaba del olor

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