Desde La Independencia Hasta La Guerra Del Pacifico Resumen
Enviado por nataliaweber • 5 de Mayo de 2013 • 3.770 Palabras (16 Páginas) • 577 Visitas
Desde la Independencia hasta la Guerra del Pacífico
La historia de Chile del siglo diecinueve era, en verdad, una excepción sorprendente al patrón normal de Hispanoamérica.
Los políticos chilenos estaban construyendo un sistema de gobierno constitucional que se demostraría notable (tanto para los estándares europeos como latinoamericanos) por su duración y adaptabilidad. Esta consolidación exitosa de un estado nacional efectivo estimulaba la admiración envidiosa de las republicas hispanoamericanas menos afortunadas, envueltas y plagadas tantas de ellas por luchas recurrentes y la dominación de caudillos.
Era una población homogénea. La Republica de Chile era esencialmente un país donde coexistía una pequeña clase alta criolla, junto con una gran masa de trabajadores pobres, quienes eran predominantemente mestizos y en su gran mayoría vivían en el área rural. Coincidían las divisiones sociales y étnicas.
El pobre rural permaneció pasivo a través del periodo y, en efecto, mucho más allá de este lapso. Santiago y su riqueza interior dominaban la República. Las remotas provincias del Norte o del Sur, ya sea porque estaban desinteresadas o no, no tenían poder para alterar el equilibrio a su favor, como se mostró muy claramente en las Guerras Civiles de 1851 y 1859.
Concepción, en virtud de su rol como una guarnición militar que vigilaba la frontera, fue capaz de imponer su voluntad sobre la capital en la incierta atmósfera de los años 1820.
Los temas que dividían a los políticos de la clase alta chilena de los años 1820 de los campos liberales o conservadores, eran fundamentalmente ideologías y personales. La figura dominante de esos años, el General Ramón Freire.
La nueva república se movía de un experimento político a otro. La moda por las ideas federalistas reinaba en los círculos políticos muy luego, convicciones radicales dogmáticas del hombre del momento, José Miguel Infante, produjo un bosquejo de constitución, numerosas leyes nuevas, una atmósfera de creciente incertidumbre, desórdenes moderados en varias ciudades, y una propensión al motín en el ejercito. La anarquía fue muy limitada.
Otro militar liberal, el General Francisco Antonio Pinto, presidente desde 1827 a 1829,tuvo un éxito breve al organizar un gobierno que mostró signos de solidez y al aplicar una nueva Constitución (1828), la cuarta desde la Independencia.
En septiembre de 1829, con el respaldo vital del ejército de Concepción, una poderosa coalición tripartita de conservadores: los pelucones tradicionalistas y proclericales, los seguidores del exiliado O´Higgins y un grupo decidido conocido como los estanqueros`, produjo una revuelta contra el régimen liberal.
El acuerdo político de 1830 fue, una de las creaciones más notables del siglo diecinueve en Latinoamérica. La tendencia brutal de Portales fue un factor clave para mantener unido el nuevo régimen. Si tomé un garrote y di tranquilidad al país, escribo, ´fue solamente para que me dejaran en paz los canallas y las prostitutas de Santiago`.
El trabajo de los conservadores en los años 1830 fue descrito después por los críticos del régimen como esencialmente una reacción colonial. El espíritu centralizador de la Constitución era igualmente notable.
El intendente de cada provincia se definió ahora como el ´agente natural y próximo` del Presidente y así se probó en la práctica: los Intendentes fueron de alguna manera los oficiales claves del régimen y cada Intendencia llegó a ser, en un sentido real, el nexo local del Gobierno. La hegemonía se Santiago, ya bien arraigada, fue así reforzada a expensas de la iniciativa regional.
Ninguna Constitución, menos en Hispanoamérica, es eficaz por sí misma. La operación exitosa del nuevo sistema político dependió de una cantidad de técnicas bien probadas que se usaron con una persistencia metódica por los gobiernos del período.
Las penas estándar para el diseño político fueron el encarcelamiento, el exilio interno (relegación) o el exilio en el extranjero por un período fijo. El exilio voluntario (algunas veces por obligación) no estaba fuera de lo común, especialmente en la década de las luchas de los años 1850. Hasta los años 1850, la iglesia fue un pilar útil del sistema.
Dos veces, en los motines de junio de 1837 y abril de 1851, las milicias ayudaron a salvar el régimen del derrocamiento forzado. También se ajustaban perfectamente al control gubernamental del proceso electoral.
En efecto, fue un presidente liberal quien, en 1871, cuando se le preguntó por uno de sus ministros si Chile gozaría alguna vez de elecciones `reales´, replico en forma cortante `Nunca´.
Aparte de este apoyo valiosísimo, el gobierno ocupaba cualquier método –intimidación, arresto temporal, suplantación, soborno –para impedir a los votantes de la oposición ejercer su derecho y para asegurar mayorías cómodas para sus propios candidatos.
No es sorprendente, entonces, que siete de las once elecciones para el Congreso entre 1833 y 1864 (a intervalos regulares de tres años) no tuvieran oposición o solamente fuera virtual. Incluso en el clima político más tolerante de los años 1860 y 1870, la oposición no tuvo ninguna oportunidad de elegir una mayoría en el Congreso. No fue hasta los años 1890 que el Ejecutivo cesó del interferir directamente en las elecciones.
Las relaciones entre Chile y Perú se deterioraron profundamente en los inicios de los años 1830. La rivalidad comercial, una enérgica lucha de aranceles tarifarios y el no pago por parte de Perú de un préstamo chileno, no eran causa suficiente para la agresión.
Portales consideró la formación de este Estado potencialmente poderoso como una amenaza a la independencia chilena; no sería una exageración decir que él empujó a su país a la guerra.
El descontento con la guerra hizo renacer conspiraciones liberales. Una vez muerto Portales, retrasó, pero no apagó el curso de los eventos.
La Confederación se disolvió. La guerra de 1836-1839 fue un ejemplo de asertividad nacional que provocó una fuerte desaprobación de Gran Bretaña y Francia, pero que inevitablemente levantó el prestigio internacional de Chile.
La presidencia del General Bulnes, (1841-1851), a pesar de toda su generosa bonhomía, no hizo nada para minar el marco de referencia autoritario; en cierta forma (la estricta Ley de Prensa de 1846, por ejemplo) lo fortaleció. La reactivación del liberalismo como una fuerza política hacia
El intelectual liberal líder del período, José Victorino Lastarria, intentó darle dirección y coherencia a esta nueva oposición. Fuera de la arena senatorial, el joven idealista Francisco Bilbao y Santiago Arcos, hipnotizados por
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